Monti busca un acuerdo por razones económicas y de política interna
El primer ministro italiano amenaza con forzar que la cumbre dure hasta el domingo
Un Mario Monti doblemente acuciado -por la situación política en Italia, donde ya se le exigen resultados por los sacrificios impuestos, y por sus promesas de no volver a Roma sin un acuerdo para resolver el problema de la deuda-- bloqueó el jueves por la noche un acuerdo en el Consejo Europeo sobre un plan para el crecimiento y empleo en Europa.
Italia, aliada con el España, aplicó el principio de que “nada está acordado hasta que todo está acordado” por considerar el acuerdo para el crecimiento como inútil si no se resuelve antes la sostenibilidad de la deuda, que esperan los mercados y todos los europeos, según fuentes italianas. Monti teme lo que pueda ocurrir en Italia el próximo lunes sin acuerdo sobre la deuda, y más tras ver cómo la presión financiera disparaba ya ayer el bono italiano a 10 años hasta el 6,19%, la cifra más alta en seis meses.
Monti llegó a Bruselas el miércoles y el jueves acudió a su cita en el Consejo sin hacer declaraciones, concentrado en hacer ver a sus colegas la urgencia de hallar medidas de alivio con las que volver a una Roma donde ya se empiezan a afilar los cuchillos. “Ha llegado muy peleón”, comentó una fuente europea. El presidente Giorgio Napolitano emitió en Roma un comunicado para celebrar el hecho de que el primer ministro se lanzara a la batalla europea con amplio apoyo parlamentario, aunque advertía sobre las fisuras que ya se perciben en esta alianza de circunstancias. Los analistas especulan que esas tensiones políticas lleven a una caída del Gobierno tecnocrático en cuestión de meses.
Como dijo un responsable del partido de Silvio Berlusconi, “Monti tiene prestigio, pero tiene que producir resultados”. La crisis ha quitado lustre a un primer ministro que relevó a finales de año al desacreditado Berlusconi, con una tasa de popularidad entonces por encima del 70% que ahora ha caído hasta el 33%. Por si el coste de los bonos no fuera suficiente, Confindustria, la patronal italiana, cargó con otra cifra negativa la cartera con que Monti llegó al Consejo Europeo: la economía se contraerá este año un 2,4%, el doble de lo pronosticado por el Gobierno.
Antes de la reunión física, Monti habló por teléfono con François Hollande, Angela Merkel y Mariano Rajoy, según fuentes italianas, y se entrevistó por la mañana con el presidente del Consejo, Herman Van Rompuy. Ya dentro de la sala pudo presentar ante sus pares la reforma de trabajo aprobada la víspera por el Parlamento, valorada en Bruselas como el último paso de una serie acreditativa de los esfuerzos que el antiguo comisario de la UE está haciendo para enderezar la situación en Italia.
Una fuente conocedora del caso italiano se extrañaba de que el comedido Monti hubiera puesto tan alto el listón de sus exigencias, con su ultimátum a Angela Merkel con respecto a la tasa sobre las transacciones financieras y su bombástica declaración de que acudía a Bruselas “dispuesto a trabajar hasta el domingo por la noche si hace falta” con tal de presentar a los mercados el lunes una solución que les satisfaga.
Llegado el momento, se plantó, junto a España, en la discusión sobre el crecimiento y empleo y demandó que junto a esa vertiente, pensada para el medio y largo plazo, “se adoptaran medidas para estabilizar la deuda y resolver el problema de la prima de riesgo”, según su portavoz, Betty Olivi. “Estamos a favor de todo, de las medidas a largo y a corto. Pero sin las medidas a corto no tienen sentido las otras”. Olivi no habló de “bloqueo” sino de “mantener reservas”, un eufemismo, y aseguró que Italia aceptaría cualquier medida que fuera viable para la estabilidad, de un abanico en el que se consideraba desde que los fondos europeos de rescate compren deuda soberana de los países que cumplen sus compromisos de reforma a que el Mecanismo Europeo de Estabilidad Financiera, que debe de entrar en vigor el próximo mes, no goce del privilegio de acreedor preferente que disuade la inversión privada, pasando por la recapitalización bancaria sin pasar por el Estado.
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