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TORMENTAS PERFECTAS
Columna
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Federalistas en el terremoto

Para salvarnos en el límite, quizás nos queda la oportunidad de hacer al fin la Europa y la España en las que tan pocos creen solo para evitar su sustitución por una realidad desconocida pero más insegura.

Lluís Bassets
MATT

Hay construcciones que no revelan sus defectos hasta que se produce el seísmo. Iglesias, palacios y rascacielos que habían soportado el paso del tiempo de pronto se caen como castillos de naipes. Nunca es casual. Siempre hay una debilidad, un defecto, un cálculo insuficiente, que explica los desperfectos provocados por la sacudida.

El terremoto financiero que golpea desde hace ya cuatro años a las economías europeas tiene igualmente unos efectos clarificadores sobre las técnicas constructivas utilizadas en nuestros edificios institucionales. Cada damnificado suele observar el balance de víctimas y daños de su inmediato entorno: ahorros y puestos de trabajo perdidos, sectores productivos desaparecidos, infraestructuras paralizadas, instituciones infectadas por la falta de confianza que se expande. Pero los efectos de fondo solo se miden y valoran desde una visión global, que permite observar cómo el seísmo se comporta de la misma manera en todas partes y revela similares debilidades en los edificios.

La carencia de un gobierno económico del euro es el fallo comúnmente aceptado que explica la fuerza reduplicada del temblor que nos afecta. Cabe denominar a esta viga maestra que le falta a la moneda única de muchas maneras: eurobonos, Tesoro europeo, fiscalidad común, unión bancaria... Todas conducen a unir y mutualizar las deudas, ceder soberanía, obtener solidaridad y avanzar hacia una federación efectiva.

Idéntica observación vale de tejas españolas para abajo cuando hablamos del Estado de las autonomías, construcción tan exitosa en los últimos 30 años como la propia Unión Europea e idénticamente criticada ahora en mitad del seísmo por sus defectos constructivos. Sus componentes se hallan sometidos a una tensión insoportable entre unos ingresos fiscales limitados y en caída libre y un gasto creciente en educación y sanidad, dos pilares del Estado de bienestar. La construcción es tan incompleta y desequilibrada como que conserva todavía viejos elementos del Estado unitario y no ha culminado la federalización plena de la fiscalidad, el control presupuestario y la deuda.

Justo al empezar el temblor se veía cómo desaparecían los entusiasmos por los edificios construidos desde hace tantos años. Algunos creen incluso que es el desamor a esas instituciones incompletas lo que convocó al genio de la destrucción. Pero la mayor de las paradojas es que para aguantar las embestidas la única solución sea juntar de nuevo los esfuerzos dispersos y reconstruir juntos lo que el temblor quiere echar por tierra. Así es como Europa convoca a hacer europeísmo sin europeístas y España federalismo sin federalistas. Para salvarnos en el límite, quizás nos queda la oportunidad de hacer al fin la Europa y la España en las que tan pocos creen solo para evitar su sustitución por una realidad desconocida pero ciertamente más insegura y defectuosa.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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