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El Eurogrupo estudia respuestas a una salida griega del euro

Los Veintisiete reiteran su deseo de que Atenas siga en el euro si cumple sus compromisos

El primer ministro griego, Panagiotis Pikrammenos, ayer en Bruselas.
El primer ministro griego, Panagiotis Pikrammenos, ayer en Bruselas.T. ROGE (EFE)

Grecia, protagonista de la gran crisis que sacude a Europa y único país que corre peligro de salir del euro, figuraba en la cumbre de anoche de los dirigentes europeos como un postre, al final de la cena y disfrazada bajo el eufemismo “recientes acontecimientos en la zona euro”. Los líderes europeos reiteraron su deseo de que Grecia continúe en la zona euro, ambición que el premio Nobel de Economía Christopher Pissarides ve factible con más de un 50% de probabilidades. No obstante, a los Gobiernos de los 17 países de la moneda única se les ha pedido, dicen que como rutina responsable, que analicen qué hacer en el caso de que Atenas deje el club.

La semana pasada, el comisario Karel de Gucht declaró que las instituciones europeas analizan planes de contingencia sobre la eventual salida de Grecia del euro, extremo que fue desmentido oficialmente por la Comisión Europea y por el Banco Central Europeo, por boca de su presidente, Mario Draghi, para evitar echar leña al fuego.

El Grupo de Trabajo del Eurogrupo (GTE), un órgano técnico formado por representantes de segundo nivel político de los países que comparten la moneda única, abordó el lunes la cuestión en una teleconferencia. “No se discutió el asunto”, asegura su presidente, el austriaco Thomas Wieser. “Simplemente les pedí que estuvieran atentos y preparados. No pregunté a nadie qué preparativos concretos había en su país. No pedí que prepararan planes de contingencia. Supongo que el Ministerio de Hacienda español tendrá los suyos”. Según Wieser se trató de “ejecutar la rutina de una Administración que funciona: tener preparados escenarios por si algo ocurre”.

François Hollande y Angela Merkel, que discrepan en otras cuestiones, coinciden con los demás dirigentes de la Unión en que Grecia debe seguir en la eurozona y cumplir los compromisos pactados. Con respecto a la recomendación del GTE, el presidente francés fue taxativo: “No estoy informado de ninguna simulación de ningún gripo o subgrupo sobre lo que podría ocurrir si Grecia sale del euro. Y no queremos que Francia haga ese tipo de hipótesis porque queremos que siga en el euro”.

Otros si han hecho tanteos. “Si sale todos tenemos una idea de lo que podría pasar hasta cierto punto, pero no más allá”, dice una fuente europea. El ex primer ministros Lucas Papademos pone cifras a la idea. En una entrevista con The Wall Street Journal estima que el coste del abandono de Grecia oscilaría entre los 500.000 millones y un billón de euros por su impacto en los mercados, contagios transfronterizos y daño directo a la economía de la eurozona y de fuera de ella. La inflación podría dispararse entre el 30% y el 50%. “En conjunto la consecuencias económicas serían catastróficas”, apunta. “La implicaciones políticas y sociales negativas de la salida del euro sería profundas y duraderas”.

Herman Van Rompuy, presidente del Consejo Europeo, concluía su carta de invitación a los dirigentes europeos para esta cita informal con estas palabras: “Para finalizar nuestra cena sugiero que discutamos sobre los recientes acontecimientos en la eurozona”, perífrasis que se resume en la palabra Grecia.

Si el club de los Diecisiete es cauto con respecto a Grecia, David Cameron, visceralmente escéptico con respecto a la moneda única, manifestó en la Cámara de los Comunes que los miembros de la Unión que comparten divisa deberían prepararse para la salida de Grecia, “con el refuerzo de los bancos, la protección de los sistemas fiscales y la adopción de medidas para evitar el contagio”.

El Nobel Pissarides mantiene que Grecia tiene más de un 50% de posibilidades de seguir en el club porque al final habrá una flexibilización de las condiciones exigidas a Atenas para efectuar sus pagos. Una fuente europea conocedora de la situación apunta que los países que ahora exigen el estricto cumplimiento del acuerdo entre Atenas y la UE podrían aceptar su relajación si la propuesta de reajuste llega por el procedimiento regular --como recomendación de los técnicos internacionales, como ya ocurrió en su día con Portugal-- y no como respuesta a exigencias políticas atenienses. En realidad, exigencias del izquierdista Syriza de Alexis Tsipras, dado que los clásicos Nueva Democracia y Pasok aceptan la financiación ofrecida a cambio de los sacrificios.

Los líderes socialistas europeos se reunieron en Bruselas antes del Consejo informal y escucharon a su correligionario heleno, Evangelos Venizelos, pedirles “apoyo, cooperación y solidaridad”. Como la mayoría de ellos están en la oposición poco pueden hacer. La punta de lanza socialista es ahora Hollande, pero sus reclamaciones de flexibilidad para con Atenas deberán esperar al resultado de las urnas del próximo 17 de junio porque si Francia cree que así se ayudaría a conservadores y socialistas hay otros socios de la UE que creen que la ductilidad podría ser capitalizada electoralmente por Syriza, el socio con el que Bruselas prefiere no tener que compartir mesa.

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