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Javier Sicilia dice que votará en blanco y acusa al Papa por obviar a las víctimas

Se cumple un año del asesinato del hijo del poeta a manos del crimen organizado El activista pide un Gobierno de unidad nacional para salvar la "democracia" en México

Inés Santaeulalia
Sicilia abraza a familiares de víctimas en el primer aniversario del asesinato de su hijo.
Sicilia abraza a familiares de víctimas en el primer aniversario del asesinato de su hijo.R. Santini (EFE)

Un comandante de policía retirado se acerca a Javier Sicilia: “Tenemos que hablar, hay muchas cosas que limpiar aquí, tú tienes que hacerlo”. El poeta que dejó la poesía el día que el crimen organizado acabó con la vida de su hijo, hace ahora justo un año, asiente y despide a su interlocutor. “Esto demuestra lo kafkiano de esta sociedad”, dirá luego. “Me pide que haga yo lo que tienen que hacer ellos”. La escena se da en un café en una plaza de Cuernavaca (México), conocida como la ciudad de la eterna primavera y escenario del brutal crimen que acabó con la vida de Juan Francisco Sicilia y otras seis personas. El sol luce a mediodía y los niños juegan, pero Sicilia emplaza a recorrer sus calles a partir de las ocho de la tarde: “No verás un alma, la gente tiene miedo. Estamos en un estado de sitio”.

La imagen que Sicilia dibuja de México va más allá de las duras palabras propias de cualquier nación en guerra: emergencia nacional, país desgarrado, estado de sitio. El escritor cuestiona incluso las elecciones, que considera “una cortina de humo” y acusa a los candidatos de hacer un “discurso de un país en paz en un lugar en donde aparecen descabezados o se secuestra a la gente. Es un discurso de miserables”, dice, convencido de que votará en blanco el próximo 1 de julio.

"Los candidatos  hacen discursos de un país en paz  en un lugar en el que aparecen descabezados y se secuestra a la gente"

La conversación con el líder de Movimiento por la Paz, creado a raíz de la muerte de su hijo para tratar de dar voz a las víctimas, se rompe a cada rato. Si antes fue el comandante, ahora llega una mujer. “Señor Sicilia, me mataron a mi hijo”. El poeta agarra un bolígrafo y saca una servilleta. Apunta el nombre y el lugar del asesinato mientras la madre le muestra la foto del joven en un teléfono móvil. Sicilia se ha convertido en un icono para las familias de asesinados o desaparecidos que se sienten ignoradas por las autoridades, un hombro en el que llorar su drama y una especie de altavoz a través del que poder contar sus casos.

Un intento de difusión que esta misma semana chocó con las puertas del Vaticano. El movimiento trató de que el Papa se reuniera con las víctimas en su visita a México, pero un retraso en la solicitud dio carpetazo al encuentro. “Al Papa le faltó el carisma y la fuerza evangélica para romper los protocolos e ir a abrazar a las víctimas”, dice Sicilia, que califica la visita de “show mediático”. Profundo creyente, trata de quitar hierro al asunto: “De todas formas, el Papa no es la Iglesia”.

Ahora sus esfuerzos se centran en sentar a los cuatro candidatos a la presidencia —Enrique Peña Nieto, Josefina Vázquez Mota, Andrés Manuel López Obrador y Gabriel Quadri de la Torre— para proponerles que renuncien en favor de un Gobierno de unidad. “Yo pido un Gobierno de unidad nacional para salvar la democracia. Un Gobierno de salvación nacional que trabaje con sus ciudadanos, limpie sus filas y que meta en la carcel a los delincuentes”. Lo dice con la intención de que les llegue el mensaje, porque está convencido de que son “tremendamente soberbios” y no responderán a su llamada.

"Tengo la vergüenza del superviviente, de estar vivo en lugar de mi hijo"

La voz potente que le dirige a los políticos baja unos tonos al referirse a su hijo, Juanelo. “Tengo la vergüenza del superviviente, de estar vivo en lugar de mi hijo. Tengo vergüenza de ser un hombre, porque esto [el crimen] lo cometieron los hombres”.

El relato de los hechos de aquel marzo de 2011 cuenta que los jóvenes pasaron una noche en un local de espectáculos en el que las mujeres hacen bailes eróticos. Al llegar a casa se percataron de que les faltaba una cámara y volvieron al día siguiente para recuperarla acompañados por un militar retirado, tío de uno de los chicos. La hipótesis que manejan la policía y el poeta es que el dueño del local entregó 300.000 pesos (17.600 euros al cambio actual) al entonces líder en la zona del cartel del Pacífico Sur, el Negro Radilla, para deshacerse de ellos y no meterse en líos.

“A Beltrán Leyva [exlíder del cartel que murió en 2009 en un enfrentamiento con el Ejército] nunca le hubiera interesado matar a mi hijo por ese dinero”, dice el escritor, que culpa así a la estrategia de guerra del Gobierno por “pulverizar” el crimen organizado atacando a los capos. “Los capos controlaban a los sicarios, pero ahora estos se vuelven jefes y se pelean entre ellos por los territorios matando por cualquier cosa”, explica.

“EE UU tiene que que legalizar las drogas. Si quieren consumir, que consuman su droga y no la nuestra, que nos está costando muchas vidas”.

El Negro Radilla está en prisión. Hace no mucho Sicilia quiso encontrarse con él. Simplemente “quería preguntar por qué”. La grabación de un teléfono requisado al delincuente en el que se ve cómo tortura y luego posa con la cabeza de un hombre justo una semana antes del crimen de su hijo le echó para atrás: “Ese hombre ya no pertenece a lo humano”.

Sus palabras se mezclan con la música de mariachis que llega desde la plaza, custodiada día y noche por militares. Sicilia también se revuelve contra eso. “Esta es una guerra innatural, que solo responde a una estupidez política de Calderón para legitimar su poder”, dice. Y las pocas esperanzas que tiene en que la llegada de cualquier otro candidato devuelva a los militares a los cuarteles lo hacen mirar al norte, más allá de la frontera. El Movimiento por la Paz está preparando una tercera caravana de activistas con la intención de recorrer Estados Unidos en plena precampaña de las elecciones de ese país. Quieren llegar a los candidatos para hablar de dos cosas: drogas y armas. “Tienen que legalizar las drogas. Si quieren consumir, que consuman su droga y no la nuestra, la nuestra nos está costando muchas vidas”.

Vidas ahora enmarcadas en las fotos que empiezan a inundar la plaza para un acto en recuerdo de las víctimas, como la de Juanelo.

- ¿Volverá algún día el poeta?

- Si el país resucita, volverá.

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Sobre la firma

Inés Santaeulalia
Es la jefa de la oficina de EL PAÍS US, antes fue responsable en Colombia, Venezuela y la región andina. Comenzó su carrera en el periódico en el año 2011 en México, desde donde formó parte del equipo que fundó EL PAÍS América. En Madrid ha trabajado para las secciones de Nacional, Internacional y como portadista de la web.

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