Las FARC matan a tres policías y un militar tras un intento de rescate
Entre los fallecidos está el cabo José Libio Martínez, el secuestrado con más tiempo en cautiverio El ministro de Defensa informa de que recibieron varios "tiros de gracia"
Una de las características propias de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) es su sangre fría. En las últimas horas han vuelto a ratificar que a esta guerrilla colombiana no le tiembla el pulso a la hora de apretar el gatillo: asesinaron a tres policías y un militar que mantenían cautivos al descubrir una sigilosa operación de las autoridades que pretendía su liberación.
El hecho, que se produjo en la madrugada de este sábado en la profundidad de la selva del Caquetá, en el sur del país, ha causado enorme conmoción en un país que cree haberlo visto todo en la degradación de un conflicto armado que ya cumple medio siglo.
"Lamentamos profundamente que hayan sido asesinados, indefensos, sin posibilidad de defender su integridad. Fueron vilmente asesinados con tiros de gracia; había cadenas en el sitio", ha dicho el ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien ha contado que tres de los cuerpos presentaban disparos en la cabeza y uno en la espalda.
Un quinto rehén de las FARC ha sido encontrado vivo, el suboficial de la Policía Luis Alberto Erazo Maya. Lo hallaron escondido en la misma zona donde estaban los cadáveres de los otros cuatro cautivos muertos. Erazo ha sido trasladado de la zona en helicóptero y se prevé que hoy domingo llegue a Bogotá.
Basta imaginar el rostro acongojado del niño Johan Steven, de 13 años, quien se había convertido en un símbolo de las protestas contra el secuestro. El pequeño nació solo meses después de que las FARC se llevaran a su padre, el cabo del Ejército José Libio Martínez, y quien había permanecido cautivo desde 1997. Él fue uno de los cuatro secuestrados que murió acribillado.
El Presidente Juan Manuel Santos ha dicho: "Es un crimen atroz que merece la condena de todos los colombianos y de comunidad internacional. Los únicos responsables de esa acción vil, de ese crimen de lesa humanidad es las FARC".
Lamentamos profundamente que hayan sido asesinados, indefensos, sin posibilidad de defender su integridad" Juan Carlos Pinzón, ministro de Defensa de Colombia
“No sabemos cómo nos descubrieron”, ha dicho a EL PAÍS una fuente de la policía que relató el incidente. “La idea era caerles por sorpresa y liberar a nuestros compañeros. Al detectarnos, les dispararon. Cuando llegamos nos dimos cuenta que los cuerpos estaban encadenados a los árboles”. Además del cabo Martínez, murieron el teniente teniente Elkin Hernández Rivas, secuestrado el 14 de octubre de 1998, el coronel Édgar Yesid Duarte Valero, raptado también en la misma fecha; y el Intendente Álvaro Moreno, secuestrado el 9 de diciembre de 1999.
La fallida operación de rescate fue iniciada por la policía hace cuatro meses cuando agentes de inteligencia obtuvieron una pista sobre el paradero de los secuestrados. Un grupo de élite fue enviado a la selva para verificar la información. Al confirmarse los datos, las autoridades desplegaron a un grupo de sus más selectos hombres para que se internaran en la selva.
Conscientes de que las FARC no vacilan en asesinar a sus secuestrados en operaciones de rescate -como ocurrió con el gobernador de Antioquia, Guillermo Echeverri Correa, el 5 de mayo del 2003 al percatarse de la presencia de los helicópteros; o los once diputados del Valle, el 28 de junio de 2007, por una confusión de los propios insurgentes- la policía decidió avanzar por tierra pese a las dificultades del terreno.
Entonces pidieron ayuda del Ejército Nacional y entre ambas fuerzas empezaron a avanzar a pie por la maraña de la selva. Llevaban 48 horas caminando con el objetivo muy cerca cuando sintieron los disparos. Al principio, pensaron que era un combate. “Nos vieron y los mataron a sangre fría”, ha dicho la fuente.
Los cuatro secuestrados estaban en condiciones lamentables. La zona del hecho, en Solano, Caquetá, es una inhóspita región de árboles gigantescos y donde la ropa permanece húmeda y es difícil incluso el acceso del sol por lo tupida de la vegetación. En puntos similares han estado cautivos civiles y hombres de la policía y el Ejército durante más de una década, como parte de la estrategia de las FARC para presionar un canje a cambio de los guerrilleros presos en las cárceles.
Sin embargo, estas acciones se les devolvieron como un bumerán a las FARC no solo por el trato humillante que les daban a sus secuestrados -encadenados y campos de concentración hechos con alambres de púas- sino que tras varios años de andar por la selva con ellos les creó dificultades en su propia movilización. El repudio a esta práctica alcanzó su punto más alto el 4 de febrero de 2008 cuando unos diez millones de colombianos se echaron a la calle con gritos de “No más FARC”, “Liberen a los secuestrados ya”.
En ese momento, la secuestrada más visible era la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt, liberada en una audaz operación llamada Jaque -llevada a cabo en 2008- en la que se le tendió una trampa a las FARC sin disparar un solo tiro. En esa acción se liberaron en total a 15 personas entre ellos tres contratistas norteamericanos.
La tragedia de este sábado es similar a la de los diputados del Valle que fueron muertos cuando la guerrilla se confundió al ver que se acercaban otros hombres armados y los mató. Quienes llegaban eran miembros de la propia guerrilla. Después trascendió que Alfonso Cano, número uno de las FARC, muerto en combate el 4 de noviembre, ordenó trasladar los cuerpos de los diputados a otro punto para echarle la culpa al Ejército.
El incidente de hoy reaviva la congoja general, pues hay casos como el del Coronel Duarte Valero, quien fue secuestrado cuando tenía el grado de capitán hace casi trece años. Su ascenso se produjo en la selva y durante su cautiverio las FARC solo permitieron el envío de dos pruebas de vida a su familia. Aún quedan en manos de esa guerrilla una docena de miembros de las fuerzas militares del país.
El día que Fidel rompió con las FARC
El drama del pequeño Johan Steven Martínez, de 13 años, refleja en toda su dimensión la dureza de las FARC. Su madre tenía seis meses de embarazo cuando su padre, el cabo del Ejército, José Libio Martínez, fue secuestrado por esta guerrilla en la madrugada de 21 de diciembre de 1997 tras un ataque demoledor: en solo 15 minutos asesinaron a 22 soldados, se llevaron cautivos a 18 y dejaron medio centenar de heridos.
El pequeño Johan Steven creció y él mismo se convirtió en un símbolo de la lucha para lograr la liberación de su padre. Realizó varias caminatas, dio conferencias, organizó charlas y ofreció múltiples entrevistas con distintos periodistas pero un solo destinatario: “Señores de las FARC, liberen, por favor, a mi papá”. Su argumento era sobrecogedor: “Quiero conocerlo”. En esta Navidad se cumplirían 14 años de un secuestro que en la mañana de este sábado terminó de manera trágica.
Su caso hizo recordar al del otro niño también de un hogar humilde: Andrés Felipe Pérez. Él, a pesar de sufrir de cáncer terminal, sacó fuerzas para exigirle a las FARC la liberación de su padre, el cabo José Norberto Pérez Ruiz, secuestrado en marzo de 2000. El niño dependía de una máscara de oxígeno y lucía calvo por la quimioterapia. Su imagen conmovió al papa Juan Pablo II, a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, a varios líderes mundiales e incluso al entonces presidente de Cuba Fidel Castro.
Como en aquel entonces, había una zona despejada en el Caguán para mantener conversaciones de paz, Castro llamó a un miembro amigo del Gobierno colombiano y le pidió llevarle una carta privada a Manuel Marulanda Vélez, comandante en ese momento de las FARC. En la misiva, el líder cubano le pedía liberar al padre del niño como una muestra de humanidad al tiempo que le advertía de los riesgos que implica la práctica del secuestro para un movimiento revolucionario.
Marulanda le contestó que no. Desde ese momento, en la práctica Fidel rompió con las FARG. “Esa gente es muy dura”, contó que le dijo el miembro del gobierno colombiano que sirvió de correo. Andrés Felipe murió: “Lo último que manifestó fue que si lo llamaba su papá lo despertaran porque se iba a dormir. Eso me partió el alma, porque la muerte lo tomó durmiendo esperando la llamada que nunca llegó", contó el capitán Juan Carlos Meneses, de la policía local, que estaba con él cuando falleció, en diciembre de 2001. Desesperado, el cabo de la Policía Pérez Ruiz intentó fugarse pero las FARC, en castigo, lo mató. Como este sábado lo hicieron con el padre de Johan Steven, el cabo del Ejército José Libio Martínez, su secuestrado más antiguo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.