"Nadie entró en pánico"
David Segarra, activista de la primera flotilla que zarpó a Gaza para romper el bloqueo, presenta 'Fuego sobre el Mármara'
Kimberly Soto habla muy suave. Vive en Suecia desde 1985, pero su acento no engaña. Es chilena. De su país marchó hace 26 años como refugiada política. Discurre suave, pero arroja una de esas frases que pegan fuerte: "Íbamos a quebrar el olvido de lo que es justo. Que es tan simple". Ese fue el motivo de Soto para embarcarse en la flotilla que zarpó rumbo a la franja de Gaza con ayuda humanitaria hace algo más de un año. Este 31 de mayo se recuerda el día del asalto de las fuerzas especiales israelíes. Murieron nueve personas, ocho turcos y un estadounidense de origen turco. Junto a Soto y otros 700 activistas viajaba también el periodista valenciano David Segarra que hoy lleva a más de 20 ciudades españoles el documental Fuego sobre el Mármara.
Soto es una de las voces con los que Segarra, de 34 años, se ha reencontrado para montar una cinta de 60 minutos que, según cuenta a este diario, pretende "descubrir un mundo nuevo, oculto y latente". Cierto es que si se espera ver una suerte de sucesión de escenas, algunas inéditas, del abordaje de los militares israelíes -imágenes del ataque, haberlas haylas-, la audiencia tendrá que aguardar. Segarra, que estrenó ya este fin de semana el documental, bajo el sello de Telesur, en Venezuela, donde vive en la actualidad, trata de meterse en eso que, desde dentro de cada uno, tiró a embarcarse en un viaje que podía hacer peligrar la vida.
"Algunos amigos me decían que no iba a cambiar nada", relata durante la película en español la marroquí Ouasima Ibn Salah. "Me decían que arriesgaba la vida por una causa por la que nadie hizo nada, pero quería sentir lo que sienten". Lo que viven los más de un millón y medio de palestinos que residen en la franja controlada por la milicia-partido Hamás y bloqueada por Israel. Los soldados israelíes robaron las cintas que Segarra había grabado desde Estambul. No fueron las únicas. Muchas otras sobrevivieron escondidas. Estas, junto a la señal vía satélite que salió del Mavi Mármara, el barco a la cabeza de la flotilla, y las imágenes que tomaron los comandos israelíes son las que ha masticado el reportero valenciano junto a otras cinco personas para filmar la película. Imágenes y testimonios tomados en Caracas, Estambul, Valencia, Barcelona, Londres, Bruselas y Estocolmo. "Este documental", señala Segarra, "es una prueba de que la censura y el silenciamiento a la prensa hoy son más difíciles que nunca".
La defensa de los activistas
Pese a que sobra decir que es un documental montado desde, probablemente, la única óptica que se prestaría a ello, durante el metraje, uno de los activistas citados reconoce que usaron "todo" lo que pudieron "para impedir que tomaran el barco". Las imágenes hablan por sí solas. Los ocupantes del Mavi Mármara toman palos, piedras y tirachinas para defenderse de los helicópteros que sobrevuelan la embarcación y atacar a los militares que se deslizan hasta la cubierta a través de cuerdas. Tres de ellos son capturados, heridos y llevados ante los sanitarios. Sus armas, según defienden los activistas, no fueron utilizadas. "Era un barco humanitario", argumenta Laura Arau, una de los tres pasajeros españoles de la flotilla junto a Segarra y Manuel Tapial. "Íbamos a romper un bloqueo de forma legal".
La cinta coge otro ritmo más pausado cuando aparece en escena cámara en mano Cevdet Kiliçlar, periodista turco y responsable de la sala de prensa del Mavi Mármara. Se le ve, a diferencia del resto, sin chaleco salvavidas tomando fotos de uno de los helicópteros israelíes que acosa a la embarcación. El forense consultado para elaborar el documental asegura que Kiliçlar, uno de los nueve abatidos en el asalto, murió por una bala en la cabeza. Este especialista afirma también que los disparos mortales más cortos llegaron de una distancia de 35-40 centímetros. Los más lejanos, de aproximadamente un metro.
"Lo que ha quedado en mi memoria", afirma Segarra, "es que nadie entró en pánico". "Escuché disparos y explosiones, pero creí que era material antidisturbios hasta que vi caer con heridas de bala a la gente de mi alrededor". Las organizaciones que tiraron a la mar hace un año la que llamaron Flotilla de la Libertad volverán a hacerlo, previsiblemente, la última semana de junio. Con más barcos, más activistas y de más nacionalidades. ¿Motivos? Muchos. El israelí Dror Freiler señala en Fuego sobre el Mármara uno de tantos: "No solo lo hago por los palestinos, también lo hago por mí para no perder mi propia humanidad".
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