Un ataque en clave internacional y nacional
El régimen de Kim Jong-il busca endurecer su posición en las negociaciones multilaterales para el desmantelamiento de su programa atómico y reforzar la imagen de su hijo Kim Jong-un
El ataque realizado hoy por Corea del Norte a Corea del Sur puede ser leído en sendas claves de políticas internacional y nacional. Por un lado, el régimen de Kim Jong-il puede estar buscando endurecer su posición en las negociaciones multilaterales para el desmantelamiento de su programa atómico a cambio de ayuda, que están paralizadas. Por otro, puede servirle para reforzar la imagen de su Gobierno y la de su hijo Kim Jong-un, a quien Kim Jong-il, de 68 años, que sufrió una apoplejía en agosto de 2008, ha nombrado heredero del trono de la única dinastía comunista del mundo.
Corea del Norte ha repetido en los últimos meses su deseo de regresar a las conversaciones, a la vez que ha reclamado el derecho a ser un estado nuclear, algo que Estados Unidos, Corea del Sur y Japón no están dispuestos a tolerar. Además, Seúl se niega a volver a la mesa negociadora mientras el Norte siga rechazando pedir disculpas por el hundimiento de un buque de guerra surcoreano el pasado marzo, en el que murieron 46 marineros del Sur. El Norte ha negado cualquier implicación en el incidente.
De ahí que Pyongyang pueda estar intentando con el ataque sobre la isla presionar a Washington para que impulse las negociaciones, y, quizá, al mismo tiempo, que acepte la existencia de un programa de enriquecimiento de uranio de uso pacífico para generar la electricidad que tanto necesita.
El momento elegido no es gratuito una vez más. Stephen Bosworth, enviado especial estadounidense para las negociaciones con el Norte, se encuentra de viaje en Asia para tratar con las autoridades de Corea del Sur, Japón y China el reto planteado por el programa de uranio. Pyongyang puede estar intentando mostrar su enojo con Washington, porque, tras viajar a Seúl, Bosworth descartó ayer en Tokio el relanzamiento de las conversaciones internacionales. "No contemplamos la posibilidad de volver a las negociaciones mientras haya programas (nucleares) en marcha o mientras exista la posibilidad de que Corea del Norte realice otra prueba atómica o ensaye otro misil", dijo.
Bosworth aseguró que los otros países que también participan en las conversaciones a seis bandas -China, Rusia, Corea del Sur y Japón- están comprometidos a hacer avanzar el proceso de desnuclearización, pero que duda de la sinceridad de Pyongyang.
La tensión en la zona es alta, después del hundimiento de la fragata surcoreana en marzo y el intercambio de disparos registrado a finales de octubre entre los ejércitos del Norte y del Sur cerca de la Zona Desmilitarizada que separa los dos países. Este último incidente se produjo pocos días antes de la cumbre del G-20 en Seúl, a la que asistió el presidente estadounidense, Barack Obama. Pyongyang tiene tradición de llevar a cabo provocaciones en momentos políticamente sensibles. Las dos Coreas siguen técnicamente en guerra, ya que el conflicto de Corea (1950-1953) finalizó con una tregua, que nunca se convirtió en tratado de paz.
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