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La disidencia y el exilio, divididos por la autorización de los viajes de turistas de EE UU

La polémica llega en un momento crítico de Cuba, y cuando se ha puesto en marcha un inédito proceso de mediación entre la Iglesia Católica y el Gobierno

¿Diálogo o aislamiento? ¿Acercamiento o más presión a la caldera? El viejo dilema sobre qué es mejor para promover los cambios en Cuba de nuevo se calienta... Ahora es el debate sobre la flexibilización del embargo y la posible autorización de los viajes turísticos de los ciudadanos norteamericanos lo que ha disparado las tensiones y abierto brechas entre la disidencia y en el exilio. La polémica llega en un momento crítico de Cuba, y cuando se ha puesto en marcha un inédito proceso de mediación entre la Iglesia Católica y el Gobierno .

Todo comenzó hace dos semanas con una carta enviada al Congreso de EE UU por un grupo de 74 disidentes cubanos, representativos de diversas tendencias. Los opositores, que defienden la iniciativa legislativa del senador demócrata Collin Petterson para abrir las puertas al turismo estadounidense y flexibilizar algunas restricciones de comercio, señalaban en su misiva que "el aislamiento" beneficia a los "intereses más inmovilistas del Gobierno, mientras que la apertura sirve para informar y dar poder a los cubanos" y fortalece a la sociedad civil.

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La carta fue firmada, entre otros, por la bloguera Yoani Sánchez, el laico católico Dagoberto Valdés y el opositor en huelga de hambre Guillermo Fariñas, y sacudió al exilio duro y a los congresistas más recalcitrantes, que equipararon la apertura del turismo hacia la isla con "dar oxigeno al régimen". Hoy, en un nuevo episodio de división, se ha dado a conocer en La Habana otra carta firmada por medio millar de disidentes, incluido Ariel Sigler Amaya, el último preso político liberado.

"En momentos como estos, ser benevolentes con la dictadura significa el ser solidario con los verdugos de la nación cubana", dicen los firmantes, y agregan que el debate entorno a la libertad de viajar tiende "a desviar la atención de lo que sucede en la isla", por lo que sugieren "que se mantenga una política enérgica y coherente de presión y condena para con la tiranía".

Simultáneamente, el opositor democristiano Oswaldo Payá rechazó en otra carta el papel mediador de la jerarquía católica ante el gobierno. "La disidencia es mucho más que una temática que pueden tratar el Gobierno y otros representantes sin escucharnos o considerarnos", aseguró Payá, y agregó que no era "justo" que "algunos pastores acepten el papel de ser interlocutores únicos del Gobierno, aceptando y practicando así la condición de exclusión que este impone". A ello respondió el jueves el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Emilio Aranguren: "los líderes de la Iglesia no tienen ese sentido de exclusión como si fuésemos los únicos que estamos en este momento en disposición de realizar este tipo de conversación'', dijo.

En medio de estos truenos, durante unas jornadas sociales organizadas por la Iglesia Católica en La Habana, el catedrático exiliado Carmelo Mesa Lago, de la Universidad de Pittsburg, nada sospechoso de agente castrista, saludaba la iniciativa de los 74 opositores de apoyar la autorización de los viajes a los ciudadanos norteamericanos. "Es positivo", afirmó. A su juicio, la apertura al turismo norteamericano tendría efectos beneficiosos sobre la economía cubana, castigada en estos momentos por la peor crisis desde el comienzo de los años noventa, cuando despareció la Unión Soviética. Tanto Mesa Lago como el resto de los asistentes defendieron el diálogo como el mejor modo de lograr avances en la situación cubana, y expresaron su deseo de que la actual mediación de la Iglesia con el Gobierno de Raúl Castro logre más resultados humanitarios.

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