Lula da todo su respaldo político y económico al régimen cubano
El presidente brasileño ignora la petición de los disidentes para una mediación
El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha llegado este miércoles a La Habana para dar el último espaldarazo al Gobierno cubano antes de abandonar el poder. Se trata del cuarto viaje que realiza a la isla en sus ocho años de presidente, y la visita tiene dos objetivos principales: afianzar su apuesta política por la revolución castrista antes de marcharse, y respaldar sectores estratégicos de la economía cubana, como las infraestructuras o el petróleo, en momentos en que la falta de liquidez y la crisis asfixian a las autoridades de la isla. En la agenda no hay espacio para los disidentes, algo que no ha sorprendido, pues Lula es un viejo aliado.
Quizás el presidente brasileño no sea tan incondicional como el venezolano Hugo Chávez. Pero está igualmente comprometido con el símbolo de la revolución cubana y siempre aparece dispuesto a echar una mano. Durante años, antes de ser elegido presidente, Lula da Silva viajó a La Habana en numerosas ocasiones para encontrarse con Fidel Castro y trazar estrategias. Ahora, al final de su mandato, sostendrá una reunión "entre amigos" con el líder comunista en el lugar donde convalece desde hace tres años y medio, cuando una grave enfermedad le apartó del poder. También hablará con su hermano Raúl, el heredero y actual presidente, con quien acaba de compartir tribuna en la cumbre de Río, celebrada en México el lunes y el martes.
Antes del encuentro con Fidel, el mandatario brasileño tiene previsto visitar las obras de ampliación y modernización del puerto de Mariel, a 50 kilómetros de La Habana, una empresa de importancia capital para el Gobierno cubano que Brasil ha financiado con créditos por 300 millones de dólares, de los cuales cerca de la mitad ya han sido desembolsados. El proyecto es convertir el Mariel -mundialmente famoso por ser el lugar desde donde partió un éxodo de 125.000 personas en 1980- en el principal puerto de mercancías del país, desviando todo el tráfico de la rada habanera.
Según el portavoz presidencial de Lula, Marcelo Baumbach, Brasil ya ha aprobado créditos a Cuba por valor de 1.000 millones de dólares (740 millones de euros), de los cuales 350 millones serán destinados a la compra de alimentos y unos 600 a iniciativas para la producción de arroz y caña de azúcar, la construcción de carreteras y al puerto de Mariel. "De ese total, 150 millones de dólares ya fueron desembolsados. Está en plena negociación otra parcela de 300 millones, aunque la parte cubana solicitó un extra de 230 millones de dólares. Esta última parte está pendiente de cuestiones administrativas", explicó Baumbach antes de la visita.
El ministro brasileño de Industria y Comercio, Miguel Jorge, viajó a La Habana antes que Lula para preparar los nuevos acuerdos, así como el contenido de la reunión del grupo de trabajo Brasil-Cuba, que será clausurada por Lula y Raúl Castro. Jorge ya estuvo en La Habana en julio pasado, cuando anunció que como parte de las obras del Mariel se construirían nuevos accesos por carretera y una línea férrea, y se dragaría la bahía. Durante aquella visita se firmaron convenios para constituir dos empresas mixtas, una farmacéutica y otra para la elaboración de vidrios.
Antes de viajar a la isla, Lula dijo que existían también proyectos conjuntos para "recuperar la red hotelera y las carreteras de Cuba", e indicó que la petrolera brasileña Petrobras también está interesada en construir una fábrica de lubricantes en La Habana y continuar con los estudios de prospección en aguas profundas de Cuba, donde han contratado varios bloques. En verano la petrolera brasileña inauguró oficinas en La Habana y concluyó estudios sísmicos en aguas cubanas del golfo de México, donde Repsol y otras compañías extranjeras trabajan hace años.
Políticamente, el respaldo de Lula al Gobierno cubano es absoluto. Al menos en público, no existen cuestionamientos sobre la situación de los derechos humanos, ni tampoco se han programado encuentros con la disidencia, igual que en sus tres visitas oficiales anteriores. No se sabrá, probablemente, en qué quedó la petición que le hicieron medio centenar de presos políticos para que intercediera por su liberación.
Según los disidentes, Lula puede ser "un magnífico interlocutor para obtener que el Gobierno cubano se decida a acometer las reformas económicas y políticas" que requiere el país. Es obvio que la vía escogida por Lula es la de la cooperación, no la del enfrentamiento.
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