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Lula retoma la idea de reformar el sistema político contra el fraude

El presidente brasileño plantea una Asamblea Constituyente

El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, está preocupado por la imagen interna que el país está dando al mundo. Los escándalos de algunos políticos, que según imágenes captadas por la policía, aparecen metiéndose fajos de dinero en los calzoncillos y en los calcetines, como en el caso del gobernador de Brasilia, José Roberto Arruda, del partido opositor Demócratas (DEM), constituyen las delicias de las tiras de humor.

Por eso, Lula estudia convocar una Asamblea Constituyente para reformar el sistema político tras los últimos escándalos sobre corrupción. El mandatario ex sindicalista ya había propuesto en 2006 la idea de reformar la política, que se lleva arrastrando desde hace 20 años, sin que ni los Gobiernos ni el Parlamento sean capaces de llevarla a cabo. En Brasil no existe, por ejemplo, la financiación pública de los partidos. Esto hace aún más fácil la corrupción, sobre todo, porque existen más de 30 partidos, las campañas electorales son largas y caras, y las empresas se prestan con facilidad a entregar dinero negro para poder conseguir después privilegios en las subastas públicas de obras.

Lula se queja de que su Gobierno ha enviado ya varios proyectos de reforma política a los que diputados y senadores hacen oídos sordos. La opinión pública también es consciente de que el Congreso nunca va a aceptar una reforma que acabaría con una serie de privilegios de los que hoy gozan sus miembros, desde la inmunidad parlamentaria a sueldos desorbitados. Un diputado brasileño, entre sueldos y primas, puede ganar 35.000 euros al mes.

Riesgo populista

Sin embargo, según escribió ayer el analista político Elio Gaspari, cuya columna aparece cada semana publicada en los principales diarios nacionales, la creación de una Constituyente, tal y como desearía Lula, es muy difícil. Harían falta los votos de tres quintos del Senado y de la Cámara Baja. Y eso, ningún Gobierno lo va a conseguir. De ahí el miedo de Gaspari de que para llevar a cabo la Constituyente se caiga en la tentación de prescindir del Congreso buscando votos en la calle a través de un referéndum, tal y como hizo el presidente venezolano, Hugo Chávez, y que Lula siempre ha rechazado.

Junto con la corrupción política, otro aspecto que empaña la buena imagen de Brasil en el exterior, donde se empieza a ver a este país como una potencia económica mundial, es la impunidad que reina a la hora de juzgar y castigar a los políticos corruptos. Según datos de la Asociación de Magistrados Brasileños, el 40% de los procesos contra políticos en el Tribunal Superior de Justicia acaban prescribiendo. En el Tribunal Supremo Federal el porcentaje es del 45%. En general, son condenados sólo un 1% de los políticos juzgados.

Ayer el semanal Veja, salió en portada con la foto de un calcetín lleno de dinero bajo el titular: "La navidad de los sinvergüenzas" y presenta la impunidad como el gran regalo navideño para los políticos, tanto los del Gobierno como los de la oposición, ya que todos viajan en el mismo tren corrupto.

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