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La ayuda en guerras y catástrofes llega tarde y mal

Los bloqueos militares y la falta de prevención de los países donantes golpean a las víctimas, según un informe de la fundación Dara

Se calcula que entre 7.000 y 20.000 civiles murieron en los cinco primeros meses de 2009 en el este de la isla de Sri Lanka como consecuencia de la ofensiva del Ejército contra los rebeldes tamiles. Los planes militares y el potencial desastre humanitario eran bien conocidos. Sin embargo, la mayoría de los países ricos no se preocuparon de asegurar a tiempo la presencia de trabajadores humanitarios en la zona. El conflicto de Sri Lanka es solo un ejemplo más de que, en general, la ayuda humanitaria llega tarde y mal a la población necesitada según se desprende del Índice de Respuesta Humanitaria 2009, publicado hoy por Dara, una fundación que evalúa anualmente el comportamiento de los países donantes.

El dinero destinado a la ayuda de emergencia en conflictos armados y catástrofes naturales sigue estando orientado por intereses estratégicos. Por eso no es extraño que en la clasificación que elabora Dara sobre calidad y cantidad de la ayuda las principales potencias militares aparezcan en puestos retrasados: Reino Unido ocupa el puesto número nueve de 23; EE UU el 14, Alemania el 16 y Francia el 20. Los países escandinavos e Irlanda copan las cuatro primeras posiciones, mientras que España sube un peldaño con respecto al año anterior hasta el puesto número 15. Los tres últimos lugares son ocupados por países mediterráneos: en orden descendiente, Italia, Grecia y Portugal.

El ránking se ha elaborado a partir de 2.000 encuestas a miembros de ONG receptoras de fondos estatales y presentes en hasta 13 zonas de conflicto. Ningún país supera una puntuación de 8 sobre 10 -Noruega puntúa con 7,49- y la nota media se sitúa un poco por encima del 6, "lo que demuestra que a los países donantes aún les queda mucho por mejorar", según los autores del estudio.

En 2008 hubo 238 catástrofes naturales y 28 conflictos armados en el mundo. Más de 250 millones de personas se vieron afectadas. La ayuda humanitaria de los países más ricos alcanzó los 10.400 millones de dólares, cifra que queda muy por debajo de los llamamientos efectuados por las Naciones Unidas.

Compromiso español

El vicedirector de Dara, Ricardo Solé, observa que España, que escala un puesto por segundo año consecutivo, ha hecho un compromiso inequívoco con la ayuda humanitaria. "España está presente en los foros multilaterales y ha incrementado la cantidad de su ayuda, sin embargo aún va a remolque, le falta asumir protagonismo en la defensa de los principios humanitarios. Además, las decisiones se siguen tomando en función de intereses políticos o de la acción militar. Se piensa: ya que tenemos soldados en esta región, vamos a construir aquí el hospital, en lugar de tener en cuenta las verdaderas necesidades".

El futuro de la ayuda está lleno de incertidumbres. La principal amenaza que detecta Dara son los crecientes problemas a los que se enfrentan las ONG para hacer llegar la ayuda a la población atrapada en regiones de conflicto. Los ejemplos en el último año son numerosos. En algunas ocasiones son los Gobiernos los que impiden el acceso de los trabajadores humanitarios, como hizo Israel durante su ofensiva en Gaza o Sri Lanka contra la guerrilla Tamil. En Sudán, las ONG internacionales fueron expulsadas en marzo por el presidente Omar el Bashir después de que éste fuera imputado por la Corte Penal Internacional.

Pero en todos los casos se observa la creciente inseguridad a la que se enfrentan los cooperantes de las ONG. En 2008 se alcanzó la cifra récord de 260 trabajadores humanitarios asesinados, secuestrados o heridos de gravedad mientras desempeñaban su labor.

En Somalia, país sumido en la anarquía después de 18 años de guerra, no hay actualmente ni un solo trabajador humanitario extranjero. El 90% de las ONG operan desde fuera del país y la ayuda es gestionada por personal local con escaso rendimiento de cuentas y, en consecuencia, con poca fiabilidad para los países donantes de que sus recursos estén llegando al destino planificado.

Elizabeth Ferris, una analista de Brookings Institution, centro de investigación con sede en Washington que contribuye con un capítulo en esta edición del Índice, opina que estamos asistiendo a una preocupante tendencia que erosiona principios humanitarios que han estado vigentes durante décadas. "Las guerrillas del pasado estaban jerarquizadas y motivadas por un ideario político, lo que les inclinaba a respetar los derechos básicos de la población civil y los cooperantes. Ahora los grupos armados que nos encontramos en las zonas de conflicto son organizaciones criminales a las que les interesa el oro, el dinero, la droga, y además son más caóticos porque están más fragmentados".

Otro problema es la crisis económica global que ha dejado a muchos preguntándose si se produciría un brusco descenso de la generosidad internacional. Mientras que algunos países han reafirmado que no reducirán su contribución, otros como Irlanda o Italia, han experimentado un recorte del 22% y 56% respectivamente en 2009.

China, Walmart y Bill Gates, los nuevos protagonistas de la cooperación

El escenario de la ayuda internacional se ha transformado a una gran velocidad en los últimos diez años. Han aparecido países donantes no tradicionales como Arabia Saudí, Venezuela o China, y ha crecido la aportación de los donantes de carácter privado como fundaciones sin ánimo de lucro -destaca la Fundación de Bill y Melissa Gates- o empresas, como la cadena de supermercados de EE UU, Walmart que destinó millones de dólares tras la catástrofe del huracán Katrina en 2005.

En 2007, la ayuda internacional procedente de empresas, ONG y mecenas estadounidenses alcanzó los 36.900 millones de dólares, por encima del total de la ayuda que dio Washington.

Los expertos consideran que este cambio supone al mismo tiempo una oportunidad y una amenaza. "Los nuevos donantes podrían contribuir a incrementar el monto total de la ayuda", valora James Darcy, analista del Overseas Development Institute, con sede en Londres, uno de los principales think tanks dedicados a los asuntos humanitarios. "Al mismo tiempo podrían reducir la brecha cultural en aquellos lugares donde la presencia de los donantes tradicionales es cada vez menos bienvenida. Pero es esencial presionarles para que sigan las normas de buena práctica humanitaria establecidas por la OCDE".

Pekín, que en su plan 2010-2012 para los países africanos dobla la ayuda presupuestada para el trienio que concluye ahora, es un claro ejemplo del empleo de las donaciones para incrementar su influencia. La entrega a regímenes como Sudán o Zimbabue, que violan los derechos humanos, para obtener a cambio acceso a sus recursos energéticos.

Ricardo Solé, vicedirector de Dara cree que a los nuevos actores humanitarios se les nota la falta de experiencia: "Tienen dificultades en saber de qué manera invertir el dinero. Les preocupa enviar lo más rápido posible camiones con mantas, pero cuando estos llegan se encuentran con que eso ya lo hace el sistema de agencias de Naciones Unidas".

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