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John Ray III, el liquidador de la criptobancarrota de FTX que busca dónde está el dinero

Abogado experto, trata de seguir el rastro de las inversiones en criptomonedas de un millón de personas, muchas de ellas españolas

John Ray III.
John Ray III.Luis Grañena
Miguel Jiménez

John Ray III tiene fama de perro de presa. Lleva décadas tapando en lo posible los agujeros financieros de empresas en quiebra. Se ha enfrentado a los bancos, a empresarios millonarios y a todo el que sea necesario para que los acreedores recuperen parte del dinero prestado a empresas insolventes. A sus 63 años, ha recibido el encargo de ponerse al frente de FTX, el mercado de criptomonedas cuyo colapso ha sido tan espectacular como su ascenso. Pero el perro de presa tiene un problema: aún no sabe dónde morder.

El abogado ha presentado sus credenciales, y sus más de 40 años de experiencia, al juzgado que tramita la quiebra de FTX: “He sido director de reestructuración o director general en varias de las mayores quiebras empresariales de la historia. He supervisado situaciones que implicaban acusaciones de actividad delictiva y malversación (Enron). He supervisado situaciones que implicaban estructuras financieras novedosas (Enron y Residential Capital) y la recuperación y maximización de activos transfronterizos (Nortel y Overseas Shipholding)”.

Con ese historial, seguirá el rastro del dinero perdido de FTX a cambio de un fijo de 200.000 dólares más una tarifa de 1.300 euros por hora. El reto, sin embargo, es más peliagudo de lo que podía imaginar: “Nunca en mi carrera he visto un fallo tan completo de los controles corporativos y una ausencia tan completa de información financiera fiable como la que se produjo aquí”, declaró al juzgado. Y añadió: “La concentración del control en manos de un grupo muy reducido de individuos inexpertos, poco sofisticados y potencialmente comprometidos, […] no tiene precedentes”.

John Ray III es hijo de un fontanero industrial que trabajó para General Electric y fue inspector de fontanería y gas en la ciudad de Pittsfield (Massachusetts), donde el ahora responsable de FTX se crio y cursó bachillerato. Estudió en la Universidad de Massachusetts Amherst, donde se graduó cum laude en Ciencias Políticas en 1980. Fue becario en la oficina del senador demócrata Ted Kennedy y la política llegó a tentarle, pero se decidió por estudiar Derecho en la Universidad de Drake, en Des Moines (Iowa). Fue el número dos de su promoción de 178 estudiantes.

El liquidador de FTX empezó su carrera en una firma de contabilidad en Omaha (Nebraska). En la década de 1980 dio el salto al mundo de la empresa, primero como secretario de Waste Management en Orange (California) y después en la que sería su primera experiencia en el mundo de las quiebras. Llegó como responsable a Fruit of the Loom, que atravesaba una crisis por exceso de deuda. Instó la suspensión de pagos, demandó al anterior presidente y acordó vender los activos a la firma de inversión de Warren Buffett, Berkshire Hathaway, que sigue siendo su principal accionista.

Tras esa experiencia, se metió de lleno en el mundo de las quiebras y las reestructuraciones. Participó en varias antes de la que sería su gran oportunidad: Enron. La quiebra del gigante eléctrico de Texas fue uno de los mayores escándalos de la historia empresarial de Estados Unidos. John Ray III asumió la presidencia ejecutiva de la firma en liquidación entre 2004 y 2009, donde tuvo que desenredar una madeja de contratos financieros y vender los activos de valor. Sin ataduras con Wall Street, demandó a los bancos, a los que consideraba corresponsables de la caída de la eléctrica. Acabó llegando a acuerdos con todos ellos y logró recuperar unos 22.000 millones de dólares, de modo que los acreedores de la empresa acabaron rescatando el 53% de su dinero, el triple del 17% fijado como objetivo inicial.

También se hizo cargo de la tecnológica canadiense Nortel, víctima de la crisis financiera, o de la firma hipotecaria Residential Capital, siempre con la máxima de recuperar la mayor cantidad de dinero posible para los acreedores. En la actualidad dirige su propia firma de reestructuraciones, Owl Hill Advisory.

En FTX, John Ray III se ha encontrado con que no sabe cuánto dinero tiene el grupo, cuáles son sus deudas ni quiénes los empleados, una firma sin cuentas fiables, en la que los desembolsos se aprobaban en chats mediante emoticonos, sin medidas de seguridad, sin control de sus activos digitales, sin registro ni documentación de sus activos e inversiones y con sospechosas salidas de dinero sin identificar. Su fundador y principal accionista, Sam Bankman-Fried, se ha ido a las Bahamas, donde el liquidador cree que FTX ha usado fondos del grupo para comprar casas y otros artículos personales para empleados y asesores.

El escrito del liquidador ante el juzgado es una antología de disparates corporativos a cargo de Bankman-Fried y sus socios, de quienes se sospecha que utilizaron fondos de sus clientes para realizar operaciones de alto riesgo, usando como garantía los activos digitales que tenían en su mercado. Se calcula que puede haber unos 100.000 afectados y el agujero de FTX rondaba los 10.000 millones de dólares. Pero John Ray III es inteligente, paciente y pertinaz. Ha empezado a dibujar el mapa de la empresa; ha contratado expertos en ciberseguridad, asesores legales y financieros, y ha empezado a olisquear el aroma del fraude. Si su historial sirve de precedente, no cejará en su empeño hasta recuperar el último dólar a su alcance.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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