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punto de observación
Columna
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La obligación de no abrir la puerta al desastre

La victoria de Trump abre todos los debates: proteccionismo, defensa, feminismo o desinformación

Donald Trump
Nicoláz Aznárez
Soledad Gallego-Díaz

La rotunda victoria de Donald Trump abrirá el debate sobre muchas cuestiones, desde qué tipo de campañas electorales podrían ser más efectivas frente a personajes similares (dado que la campaña centrista y unionista de Kamala Harris ha sido un fracaso), hasta cómo debe reaccionar el movimiento feminista ante la evidencia de que muchos hombres de clases trabajadoras y medias, afectados por sucesivas crisis económicas, reivindican el poder de su condición de hombres frente a las mujeres, como sustituto de sus otras frustraciones. Y desde luego, abre el debate sobre cuál puede ser la posición de la Unión Europea ante una fuerte ola proteccionista y el debilitamiento de la OTAN como base del sistema de defensa de este continente.

Empezando por el final, es obvio que la UE no está en condiciones de reemplazar a Estados Unidos en la defensa de Ucrania. La política de apaciguamiento con Putin anunciada por Trump, que se traducirá en presiones sobre Kiev para que acepte la cesión a Rusia del Donbás y otros territorios, se llevará a cabo quiera o no Bruselas. La única duda es hasta qué punto esa realidad puede llevar a la Unión a adoptar progresivamente las medidas necesarias para fortalecer su seguridad. El trabajo empieza ahora. O no, si se permite que dirigentes europeos como Orbán o Meloni bloqueen la tarea.

En cualquier caso, el debilitamiento de la OTAN hará más pequeña a Europa, pero no hará más grande a América (como augura el principal lema trumpista). Estados Unidos es el socio más fuerte de la Alianza, pero el socio más pequeño no es un ratón. Si las dos partes se debilitan, el que mayor satisfacción obtendrá será China.

La Unión Europea está en mejor posición con vistas a la ola proteccionista en el comercio que anuncia Trump. Estados Unidos tiene unos 335 millones de habitantes. La UE, 450 millones, susceptibles de ampliación con nuevas incorporaciones. Es decir, Europa dispone de un mercado interior muy grande y de una capacidad adquisitiva media bastante razonable, suficientes para tener una cierta capacidad reactiva.

Es difícil prever cómo reaccionará el movimiento feminista en Estados Unidos y en Europa, bastante dividido por la batalla sobre la autodeterminación de género. Quizás la urgencia que plantearán muchas de las decisiones discriminatorias de los seguidores de Trump haga que el movimiento feminista se una en torno a la defensa de lo básico. Será interesante saber si se opta de nuevo por una mujer (¿Michelle Obama?) para liderar al derrotado Partido Demócrata o se recurre a un hombre. Y en Europa, ver hasta qué punto la herida abierta por las nuevas leyes transgénero, y la triste evidencia de que son más niñas y jóvenes mujeres que hombres quienes dicen sentirse mal en su cuerpo, permite acercar posiciones. Nada lo augura, de momento.

El debate sobre cómo hacer frente a la aparición de líderes autocráticos y el debilitamiento de las instituciones democráticas se planteará seguramente no solo en la izquierda, sino también en la derecha tradicional. Si se escucha a Pablo Iglesias, en la izquierda “toca radicalizarse” y rehuir cualquier idea de que se debe “salvar a Sánchez para que no gobierne el PP con Vox”. En el PSOE, por el contrario, se confía aún en que el temor a Vox permita cohesionar grupos muy diversos. Y en la derecha más clásica, representada por el PP, interesa la reacción de José María Aznar, que ha advertido sobre el peligro de los partidos conservadores de dejarse “absorber” por una sola persona.

Mussolini arrastró a Italia detrás de sí en una época en que no existan las redes, pero sí la misma sensación que tienen ahora clases medias y trabajadoras de Estados Unidos y de Europa de que están a punto de perder su estatus. Se suponía que la información ayudaría a que esos sectores de la población comprendieran que su miedo y su furia proceden del expolio al que les han sometido las nuevas clases de ultrarricos, capaces de impedir que se les exija el pago equilibrado de impuestos y la regulación de sus empresas. La información les haría saber que en Estados Unidos ellos han pasado de poseer el 37% de la riqueza del país en 1990 a menos del 26% en 2020. Pero ese mensaje no ha llegado. Al contrario, las nuevas redes han conseguido, mediante sistemas de desinformación organizada nunca conocidos hasta ahora, ocultar esa realidad y desviar la atención. Han sido armas de desinformación masiva.

El último disco del grupo The Cure, una de las bandas de rock más clásicas, se titula Songs of a Lost World (Canciones para un mundo perdido). “I know, I know that my world has grown old and nothing is forever” (lo sé, sé que mi mundo se ha hecho viejo y que nada es para siempre). Pero sigue existiendo la obligación de luchar contra lo que Walter Benjamin explicaba como la tendencia de los seres humanos a, cuando piensan que no pueden caer más bajo, abrir directamente la puerta al desastre.


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