El populismo de derecha erosiona la democracia en Europa
Muchos partidos de derecha clásica han abrazado un estilo con efecto corrosivo y caen de lleno en ese simplismo del “nosotros” contra “ellos”
En Europa la democracia se está erosionando desde la derecha, atrapada en muchos países, incluido en este momento España, por un populismo que tiene un efecto corrosivo en las instituciones y en las prácticas democráticas. Son muchos los estudios que se publican en este sentido desde hace un par de años, firmados por profesores de universidades y politicólogos europeos que piden prestar atención tanto a las ideas populistas “ligeras” como a la ideología de derecha “gruesa” que gana espacio en los gobiernos europeos.
“El núcleo de populistas como Berlusconi o Haider es el ciudadano trabajador, ligeramente conservador y respetuoso de la ley, que, en silencio, pero con creciente ira, ve su mundo siendo pervertido por progresistas, criminales y extranjeros”, escribe el profesor holandés Cas Mudde. “Frente a la ira que provocaron la austeridad en servicios públicos y salarios estancados de los años ochenta, el populismo se apodera de muchos partidos de derecha clásica, que fueron en buena parte responsables de aquella crisis y que ahora caen de lleno en ese frenesí simplista de la política como nosotros (buenos) versus ellos (malos), lo que justifica la difamación de los oponentes y se yuxtapone a los principios básicos del pluralismo o las instituciones que buscan el consenso”, mantiene la profesora, también holandesa, Saskia Ruth-Lovell.
En España, el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, no ha conseguido escapar de ese movimiento y de esa tentación. Arrastrado por un tsunami judicial, que él alienta y alimenta, no ha logrado elaborar una estrategia conservadora única. Al final, el clima escandaloso en el que se mueve descentra cualquier posibilidad de armar un discurso político. Núñez Feijóo no parece capaz de cambiar esa corriente, por mucho que a veces parezca que le resulta incómoda. El voto de sus eurodiputados en Bruselas en apoyo de la propuesta de la extrema derecha de crear campos de internamiento para demandantes de asilo fuera de las fronteras europeas ha sido el último ejemplo de esa incapacidad para remar contra corriente.
El presidente del PP no tiene problemas de liderazgo interno, en el sentido de que otros barones le disputen en estos momentos el cargo, pero sí un problema de proyecto, personal y político. No ofrece alternativas ni tiene, lo que es aún más dañino para su imagen de autoridad, un equipo que pueda inspirar confianza de gestión.
Se ha señalado en muchas ocasiones que el presidente del PP no tiene a su lado a ningún economista con prestigio o experiencia. En su partido, son muchas las voces que consideran que es un error que no se decida a designar a una persona que inspire respeto y reconocimiento en el mundo económico y que le acompañe en esta travesía. Una travesía que no será corta, porque nada hace prever que el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, quiera convocar elecciones anticipadas, sobre todo si finalmente logra que se aprueben unos nuevos Presupuestos.
Desde el punto de vista político, Feijóo tampoco se ha rodeado de pesos pesados. El actual portavoz en el Congreso, Miguel Tellado, es lo que en jerga parlamentaria se llama “un jabalí”, un diputado al que se le ha encargado la misión de atacar siempre y en todo caso. Cuca Gamarra es un personaje más interesante, con experiencia de gestión como alcaldesa de Logroño, y con más capacidad de debate político, pero se encuentra atrapada en el mismo circo populista. Elías Bendodo, que también tiene un amplio currículo político, fue alejado en su momento del núcleo duro del presidente de su partido, sin mayores explicaciones.
El posible relevo de Núñez Feijóo no está a la vista. Nadie le disputa el cargo y muy pocos podrían estar en disposición de hacerlo. Quizás el único político del Partido Popular que ha conseguido escapar por ahora del escenario del radicalismo populista es el presidente de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla, que ofrece una cierta imagen de transversalidad y que mantiene casi intacta su popularidad. En cualquier caso, nunca sería Isabel Díaz Ayuso, la más genuina representante del populismo de derecha extrema, que limita su papel político a la Comunidad de Madrid, por más que en ocasiones parezca asediar a Feijóo. Ayuso se enfrenta también a problemas judiciales, pero sobre todo está al frente de una comunidad que durante años fue un verdadero nicho de corrupción. Su predecesora, Esperanza Aguirre, escapó por los pelos, pero Isabel Díaz Ayuso ya no podría esgrimir la misma excusa si reviviera aquella hidra de siete cabezas.
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