Haifa Zangana, activista política: “Para aliviar la crisis humanitaria de Gaza hay que dejar de vender armas a Israel”
La escritora y periodista iraquí denuncia el ecocidio que está sufriendo la Franja y alerta de las devastadoras consecuencias medioambientales de la guerra
Haifa Zangana (Bagdad, 73 años) es una veterana en el activismo político. Lleva casi 50 años defendiendo causas diversas, desde la justicia para sus compatriotas iraquíes tras la devastadora guerra (2003-2011) hasta los derechos de las prisioneras políticas tunecinas y palestinas. Su obra, compuesta por más de una decena de libros, surge de estas luchas y de sus vivencias, como su temporada en la infame prisión de Abu Ghraib por militar en el Partido Comunista de Irak o su exilio a Londres, donde está establecida desde los setenta.
Periodista y excolumnista del diario británico The Guardian, Zangana visitó Madrid para sensibilizar sobre su más reciente lucha: el medio ambiente. En concreto, sobre los efectos negativos de la guerra en Gaza para la salud de los miles de personas que viven desde octubre bajo las bombas. “En Gaza, está ocurriendo un genocidio de personas y un ecocidio del medio ambiente”, dice en una sala de la Casa Árabe. Una situación que —según ella— también vivió Irak, con graves consecuencias hasta hoy.
PREGUNTA. Usted compara lo que se vivió durante la guerra en Irak con lo que está sucediendo en Gaza. ¿Por qué?
RESPUESTA. Estamos viendo la destrucción de la infraestructura en Gaza, edificios que al ser destruidos liberan todo tipo de químicos y sustancias tóxicas como el asbesto, que se queda en la tierra y en la arena por la que caminan y en el agua que consumen [los gazatíes]. Eso sin contar los químicos que liberan las bombas, como el fósforo blanco, y los residuos que dejan. Es lo mismo que ocurrió en Irak, en la ciudad de Faluya y en la zona sur del país durante la guerra. Veinte años después de la invasión de EE UU estamos viendo un incremento en el número de casos de cáncer y de malformaciones en los recién nacidos. Todavía hay mujeres que se niegan a quedarse embarazadas, o incluso a parir, porque temen que sus bebés nazcan con deformaciones horrorosas.
P. Es decir, que hay más muerte y devastación, aun tras el final del conflicto.
R. Los crímenes están documentados. La política que Estados Unidos instauró en Irak provocó la muerte de cientos de miles y algunos cálculos elevan la cifra hasta el millón; muchos murieron después de la guerra por los químicos utilizados en los bombardeos y por las toxinas encontradas en el aire tras la quema de residuos militares. Los mismos soldados [estadounidenses] también se enfermaron, estaban respirando el mismo aire que los iraquíes. Y, sin embargo, nadie tuvo que rendir cuentas, lo que da una idea del tipo de derecho internacional que tenemos.
P. ¿Y cree que lo mismo pasará con Gaza?
R. Sí, como opinión pública olvidamos muy pronto y eso le conviene a las personas culpables. Un par de años después de la invasión de Irak, cada vez interesaba menos y creo que fue un gran error dejarlo pasar. Al inicio, millones salían a las calles a exigir un alto el fuego, pero todos terminaron regresando a sus casas por un fenómeno que definí como “la fatiga por Irak”. Los países árabes y el sur global trabajaban con el objetivo de la liberación y lo único que necesitaban era la solidaridad de los países occidentales, pero ese apoyo terminó pronto.
“La ley internacional es un chiste. Solo aplica a los líderes árabes y africanos, para los occidentales es flexible”
P. ¿Está Israel cometiendo un genocidio en Gaza?
R. Sí, definitivamente. Y no solo está ocurriendo un genocidio de personas, sino también un ecocidio del medio ambiente. Tampoco es algo que esté pasando solo ahora, sino desde hace 17 años [con la Operación Lluvia de Verano, que dejó a más de 400 palestinos muertos]. Estuve en varias ocasiones en Cisjordania, sin poder entrar a Gaza, y me comunicaba con doctores amigos en el terreno que ya me contaban que se ponían enfermos de tomar agua, y eso era cuando aún estaba disponible. Creo que son los únicos términos para describir la situación.
P. ¿Qué puede hacer la comunidad internacional para aliviar esta crisis humanitaria?
R. Es simple. Hay que dejar de suministrar armas a Israel. No es solo dar apoyo a la población en sus declaraciones, se tiene que dejar de dar dinero y patrocinar a Israel, y no solo por lo que ocurre desde el 7 de octubre. Hay una continuidad de la violencia desde hace 75 años [en la Nakba o éxodo] y es hora de que el mundo abra los ojos. No fueron los palestinos quienes sometieron a los judíos en el Holocausto, fueron los europeos. Es su responsabilidad, no la nuestra.
P. ¿Hay un doble rasero en la aplicación de la ley internacional?
R. Deberías haber visto lo que pasó en el Reino Unido cuando Rusia invadió Ucrania. Todos abrieron sus brazos y sus hogares [a los ucranios] y los medios de comunicación condenaban diariamente la invasión con justa razón. Pero eso no lo vimos con Irak y no lo vemos ahora con Palestina. Se dice que Israel tiene el derecho a defenderse, pero nadie está diciendo que los palestinos también. El ejemplo más claro del doble rasero es el Consejo de Seguridad de la ONU, en donde cualquier resolución que sugiera el fin de la matanza es vetada por EE UU. La ley internacional es un chiste. Solo aplica a los líderes árabes y africanos. Para los occidentales es flexible.
“En países como Irak, Líbano y Sudán la ocupación, resistencia e imperialismo prevalecen sobre la cuestión de género”
P. Quiero preguntarle por el otro eje de su obra: los derechos de las mujeres. ¿Ha llegado la revolución feminista de Occidente a las mujeres árabes y musulmanas?
R. Desembarcó hace décadas en el mundo árabe y musulmán. Con una diferencia: las mujeres tuvieron que ajustar su forma de proceder en función de la situación sobre el terreno, especialmente en Palestina, Irak, Líbano y Sudán, donde la ocupación, la resistencia, los conflictos civiles, los regímenes opresivos y el imperialismo prevalecen sobre la cuestión de género. En los últimos 15 años, grupos de mujeres de países árabes y musulmanes han empezado a identificarse como “feministas islámicas”. Es un término que también usan las mujeres musulmanas que han emigrado a Occidente.
P. Precisamente en países occidentales como Francia ha habido grandes debates por la prohibición de la abaya en las escuelas.
R. Prohibir el uso del velo puede suponer la vulneración del derecho a la libertad religiosa. Las sociedades que defienden la dignidad humana y la igualdad para todos deben respetar y celebrar la diversidad. La prohibición del Gobierno francés no es más que un acto hostil contra las mujeres, restringiendo así su participación igualitaria y efectiva en la vida cultural, religiosa, social, económica y pública.
P. ¿Se considera a sí misma feminista?
R. Tengo que admitirlo: no lo sé. Estoy cansada de etiquetas. En este lustro el feminismo se ha convertido más en una marca que en un movimiento por la igualdad de derechos y responsabilidades que pretende poner fin a todas las formas de segregación y opresión. El feminismo, y me refiero a las feministas estadounidenses y europeas, no ha conseguido desafiar ni a los regímenes patriarcales ni al imperialismo, especialmente cuando se trata de los derechos de mujeres en los países poscoloniales. Así que lejos, aunque no lejísimos del feminismo, prefiero que me describan como activista y humanista.
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