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Yuk Hui, filósofo de la técnica: “No podemos dejar que la razón económica y el individualismo dominen el uso de la tecnología”

El pensador, nacido y formado como ingeniero en Hong Kong, advierte de que la inteligencia artificial es ahora mismo “una herramienta” para atraer grandes inversiones

Josep Catà Figuls
Yuk Hui
Yuk Hui, ingeniero informático y uno de los filósofos de la tecnología contemporáneos más influyentes, fotografiado en el CCCB de Barcelona el pasado martes.Gianluca Battista

Yuk Hui, uno de los filósofos de la tecnología más influyentes en los debates sobre inteligencia artificial, también usa ChatGPT. “Immanuel Kant escribe en alemán frases muy largas, sin apenas puntuación, y puede ser muy confuso, así que le pido que ponga puntos y comas, para separar ideas, y lo hace mucho mejor que yo”, explica en una pequeña sala del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, donde daba una conferencia. El jueves estuvo también en la Tabakalera de San Sebastián, ciudad donde esperaba “comer muy bien”. Nacido en Hong Kong, no dice nunca la edad que tiene. Por su estilo sobrio —cuello alto, chaqueta negra, gafas mínimas— y su mirada de sabio, que a la vez se enciende movido por la curiosidad, sería imposible adivinarla.

Estudió Ingeniería Informática, pero las preguntas que se hacía le empujaron a la Filosofía. Se doctoró en el Goldsmiths College de Londres bajo la supervisión del filósofo francés Bernard Stiegler, y ahora enseña en la Universidad Erasmus de Rotterdam. Ha publicado varios libros, traducidos a una docena de lenguas. En español, Sobre la existencia de los objetos digitales (Materia Oscura), Fragmentar el futuro y Recursividad y contingencia (ambos en Caja Negra, donde pronto publicará también La cuestión de la técnica en China). Su mirada sobre la inteligencia artificial está lejos de la visión hegemónica, que espera que esta tecnología progrese tanto que o bien nos libere del trabajo, o bien conlleve el apocalipsis. Influenciado por Gilbert Simondon, Martin Heidegger, Henri Bergson y la ciencia cibernética impulsada en los años cuarenta por Norbert Wiener, trata de entender cómo funciona nuestra relación con la tecnología y defiende una visión que tenga en cuenta la diversidad de formas de conocimiento de cada cultura.

PREGUNTA. ¿Cómo pasó de la informática a la filosofía?

RESPUESTA. Estudié en Hong Kong, y estaba fascinado por la inteligencia artificial. Me di cuenta de que las preguntas son filosóficas: ¿qué es percepción? ¿Qué es una acción? ¿Qué es lo moral? Si un robot entra en esta sala nos ve, pero ¿cómo puede saber qué es lo importante de lo que ve? Esto me llevó a la crítica fenomenológica de la inteligencia artificial que empezó en los años sesenta. Un filósofo estadounidense, Hubert Dreyfus, dijo que la IA que se estaba desarrollando en el MIT era cartesiana, y que esto era un error, ya estaba superado en la historia de la filosofía. Propuso una inteligencia artificial heideggeriana.

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P. ¿Y qué significa?

R. Es una inteligencia artificial que está encarnada: encarna el mundo y está insertada en el mundo. Dreyfus decía que los que desarrollaban la IA no estaban entendiendo bien lo que es la inteligencia ni la experiencia básica de la vida. Como estudiante de Ingeniería, entendí que aprendes un dogma, una manera de programar, pero no sabes qué pasa realmente. Ahora creo que las cosas han cambiado.

P. También se han acelerado. En sus ensayos, hace siete años citaba una frase de Putin: “Quien lidere la inteligencia artificial controlará el mundo”. ¿Dónde estamos ahora?

R. Antes que Putin fue Xi Jinping quien lo dijo. Y la semana pasada fue Emmanuel Macron quien dijo que Europa va lenta en este aspecto. Así que estamos en una competición por la IA. ¿Pero adónde lleva esta carrera? Ahora mismo, hacia lo que los transhumanistas llaman la singularidad tecnológica, una sola superinteligencia con la que imaginamos que ya no necesitaremos gobiernos. Esta narrativa es casi como la del apocalipsis: nos movemos hacia un sitio que no conocemos. Yo propongo movernos hacia una diversidad tecnológica, una diversidad de pensamiento, una biodiversidad. Es la alternativa al apocalipsis.

P. Las tecnológicas también explotan esta narrativa apocalíptica.

R. La IA ahora mismo no es solo tecnología, es una manera de financiarse, una herramienta para atraer inversiones. Este miedo al que apelan es lo que tienen que decir para justificar lo que hacen y atraer inversiones.

“Los humanos somos seres tecnológicos. Inventamos tecnología, pero esta a su vez nos inventa a nosotros”

P. Con la tensión que hay en el mundo, por ejemplo en Taiwán, ¿esta competencia puede llevarnos a una guerra?

R. Esto lo analizo precisamente en mi próximo libro, Machine and Sovereignty (Máquina y soberanía). ¿Cuál es la relación entre tecnología y guerra? Por supuesto, la tecnología se usa en la guerra, pero no es tan simple. Analizo un discurso de 1914 del filósofo Henri Bergson, justo después de estallar la guerra. Dice que cada una de las máquinas creadas en Europa en los 100 años anteriores fueron como un órgano para los humanos: el cuerpo artificial se expandió, pero no supimos cómo tratar con ello. Para él, esta es la causa de la guerra. La hybris griega no pudo ser pacificada. Lo vemos ahora en el movimiento reaccionario en Rusia, con Alexander Dugin y su narrativa de que Rusia ha sido reprimida por Occidente también en términos de tecnología y ciencia.

P. Escribe sobre la paradoja de la inteligencia: produce herramientas que pueden amenazarla. ¿Es constitutivo de la evolución humana?

R. Los humanos somos seres tecnológicos. Inventamos tecnología, pero esta a su vez nos inventa: desarrolla nuestros gestos, reconfigura nuestro sistema central nervioso… Y la evolución tecnológica va mucho más rápido que la biológica. Antes de la revolución industrial, el artesano tenía una serie de herramientas, que podía organizar. Con la Ilustración llegaron fábricas más grandes, pero la gente aún trabajaba manualmente. Con la revolución industrial, Marx describió las máquinas autónomas: los trabajadores ponen material al inicio y recogen el resultado al final. Sus cuerpos no son usados como antes, pierden su conocimiento. La máquina es pura externalización de la inteligencia, pero el humano no sabe cómo tratarla: es una de las fuentes de la alienación. Ahora confrontamos un tipo de máquina que es casi biológica, y digo casi. Viene del desarrollo de la cibernética, propuesta en los años cuarenta: las máquinas se ajustan a sí mismas, son reflexivas.

P. ¿Cómo pensar la tecnología desde otros lugares?

R. Es lo que llamo tecnodiversidad. No me refiero a la defensa de lo local y lo tradicional que hace la derecha. No tiene que ver con la identidad, sino con que cada localidad tiene una forma y una historia de conocimiento. Con la modernización, estas formas se volvieron frágiles: el conocimiento indígena no se puede usar para fabricar una máquina. No se trata de preservar los conocimientos locales en un museo, se trata de entender de qué manera son relevantes para lo que hacemos hoy, cómo ayudan a resituar la tecnología. No podemos dejar que la razón económica y el individualismo dominen nuestro uso de la tecnología, estudiemos otros caminos para desarrollar alternativas que sirvan a la comunidad.

P. ¿El arte puede tener un papel en esta cuestión?

R. En el siglo pasado el arte estuvo ya presionado por el determinismo tecnológico. En La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, Walter Benjamin dijo que no hay que preguntarse si cine y fotografía son arte, sino cómo la naturaleza del arte se transforma con la tecnología. Esto sigue hoy: arte, negocios, todo se transforma con la inteligencia artificial. Mi propuesta es que pensemos, mediante la diversidad tecnológica y las variedades artísticas, cómo nuestra experiencia en la Tierra puede ayudarnos a transformar la tecnología.

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Sobre la firma

Josep Catà Figuls
Es redactor de Economía en EL PAÍS. Cubre información sobre empresas, relaciones laborales y desigualdades. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona. Licenciado en Filología por la Universidad de Barcelona y Máster de Periodismo UAM - El País.

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