Investidura de Pedro Sánchez: las hipérboles matan al relato y el relato mata a los datos
La sesión de la que salió investido pone de manifiesto el combate eterno entre los datos y la interpretación que se saca de ellos
Hay un tipo por ahí, excelente economista, que lleva años librando una batalla contra el prestigio intelectual del pesimismo. Se llama José Juan Ruiz y ahora preside el Instituto Elcano. A veces, sus conferencias e intervenciones son matizadas por una realidad bastante indeseable. A Ruiz le contesta implícitamente el periodista de referencia del Financial Times, Martin Wolf, que en su último libro reconoce utilizar el pesimismo como procedimiento para razonar, con al menos dos argumentos: porque ese pesimismo ha hecho que la mayoría de las sorpresas que ha experimentado en la vida sean agradables; y porque sus mayores errores se han producido por un exceso de optimismo, por ejemplo sobre el buen sentido de los electorados.
Ruiz cree que, en ocasiones, hay una batalla dialéctica entre los datos y el relato que se hace de ellos. Posiblemente, ello es lo que ha ocurrido en varios momentos en el debate de investidura de Pedro Sánchez. Las hipérboles matan al relato y el relato mata a los datos, sacándose una impresión fallida de lo que realmente se desarrolla a nuestro alrededor. Al tiempo que la oposición pintaba un escenario catastrófico de la situación económica, la Comisión Europea pronosticaba un comportamiento de nuestro país —si no aparecen nuevos cisnes negros— en cuanto a crecimiento, inflación y desempleo mejor que la media (más crecimiento, menor inflación, caída del paro, aunque no tanto como estaba antes de la Gran Recesión).
La contradicción más fuerte entre los datos y el relato está expuesta en un reciente documento elaborado en el seno del Instituto Elcano, titulado ¿Por qué importa América Latina?, editado por Ruiz y los investigadores Carlos Malamud y Emilio Talvi. A través de contactos y entrevistas mantenidos en el último medio año entre los think tanks, la academia, el empresariado y los gobiernos nacionales, han llegado a la opinión más extendida en Europa sobre la situación del continente latinoamericano: en lo político, un pobre balance en términos de estabilidad política y una calidad democrática en regresión, como consecuencia de la polarización política, el radicalismo de los gobiernos que llegan al poder y los populismos. Los entrevistados también ponen abundantes pegas a la situación económica, a la de las empresas y a una geopolítica que concede a China un protagonismo superior al que tiene.
Esa descripción es cercana a la que se hizo la pasada semana en el Hay Festival celebrado en Arequipa (Perú) en el que se subrayó un descontento social generalizado en la zona, por la magnitud de la inseguridad ciudadana, la desigualdad, la segregación racial o la corrupción, que aparecen en películas como Roma, de Alberto Cuarón, La historia oficial, de Luis Puenzo, o las canciones de Caetano Veloso.
El documento en cuestión rebate, en buena parte, el relato dominante de que el estancamiento económico ha llevado al desencanto de la democracia, a una desafección con los partidos políticos establecidos y la élite política tradicional, y a una frágil gobernabilidad. Esta es una visión parcial y sesgada, dice el Instituto Elcano: cuando los sucesos políticos de América Latina se insertan en el contexto de las tendencias globales, lo que sale es que el continente no es una excepción; en la dinámica política de la región hay elementos cíclicos vinculados a la economía, sin vocación de permanencia. Una generación entera de ciudadanos ha crecido viendo en las elecciones el único modo de elegir un Gobierno. En desarrollo democrático y respeto por los derechos humanos, ocupa el primer puesto entre las regiones emergentes y el apoyo a la democracia como régimen político sigue siendo ampliamente mayoritario respecto a otras alternativas: un 67% cree que puede tener problemas, pero es el mejor sistema de gobierno. Tampoco se observan cambios en la autopercepción ideológica del electorado, que se mantiene anclado en el centro: un 68% de los latinoamericanos se define como de centro, centro izquierda o centro derecha.
Sería muy sugerente actualizar un estudio similar sobre nuestro país —¿Por qué importa España?— después de lo ocurrido estos días en el Parlamento y en la calle.
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