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Trabajar cansa
Columna
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Bildu, la memoria era esto

Es pertinente señalar que 44 excolaboradores o miembros de ETA están en unas listas electorales. Porque en aquellos oscuros días eran ellos los que hacían listas de objetivos, y esas personas acababan muertas, con escolta o se tenían que ir

EH Bildu
El candidato a la alcaldía de Agurain, Raúl Lopez de Uralde, en la Plaza San Juan de Agurain el pasado 18 de mayo.Iñaki Berasalucem (Europa Press/Getty Images)
Íñigo Domínguez

La polémica de EH Bildu no solo le sirve al PP y a Vox para decir barbaridades, es útil para recordar. En aquellos días oscuros de ETA era raro llamar a las cosas por su nombre. Por eso recuerdo la claridad de Sandra, hija de Isaías Carrasco, concejal socialista de Mondragón asesinado por ETA en 2008, justo antes de unas elecciones. En su funeral lo resumió así, tras pedir, por cierto, que no se utilizara el crimen políticamente: “Solo puedo decir que han sido unos hijos de puta, nada más”. A todos nos pareció muy bien expresado. Digamos que era una de esas excepciones que ETA podía permitir, acababan de matar a su padre. Si no, no, te mataban por menos de eso. Poco se empleó esta definición tan precisa, y recuerdo que Toñi Santiago, la madre de una niña de 6 años asesinada por ETA en Santa Pola, Alicante, en 2002, se volvió a los etarras del banquillo en la Audiencia Nacional, en 2012, y dijo simplemente: “Hijos de puta”. El tribunal la reconvino, aun comprendiéndola, porque las personas de bien no hacemos esas cosas, nos contenemos. De hecho, a mí me contiene el puñetero Libro de Estilo.

Cuando pasaron esos días oscuros en que no se podían decir las cosas por su nombre, Fernando Savater volvió a desarrollar el concepto en este periódico con lucidez. Fue el año pasado, en el aniversario del asesinato de Joseba Pagazaurtundua en 2003 en Andoain, y escribió, tras advertir que ETA no fue un fenómeno natural: “A Joseba le asesinó un determinado hijo de puta, por orden de otros hijos de puta”. Es decir, no es lo mismo el desahogo de decir que los de ETA son eso, que aclarar que tienen nombres y apellidos, y lo es cada uno a título individual. La memoria era esto, recordar el nombre y apellido de las víctimas, y los de sus asesinos y cómplices, para llamar a las cosas por su nombre. No es olvidar y aquí no ha pasado nada. Ha pasado. Por eso es pertinente señalar que 44 de esos determinados individuos están en unas listas electorales. Porque en aquellos oscuros días eran ellos los que hacían listas. Listas de objetivos, y esas personas con nombres y apellidos acababan muertas, con escolta o se tenían que ir.

No todos eran asesinos, es verdad, otros eran cómplices. Un vecino chivato es la cosa más nazi y mafiosa que uno se pueda echar a la cara. Entrar en un bar a ver a los amigos, porque has tenido que huir hace años tras ser amenazado y tiroteado, y volver al pueblo solo en Nochevieja para tomarte un vino con ellos, y resulta que la camarera se va un momento al teléfono, avisa a un comando y a los diez minutos te pegan un tiro en la nuca. Es lo que hizo una de esas candidatas a concejal, Begoña Uzkudun, que ahora ha reculado, con su vecino José Larrañaga en Azkoitia, en 1984. Semejante desvelo por tus vecinos supongo que te prepara para defender mejor que nadie sus intereses y sus zonas verdes. Más bien te invalida para el resto de tu vida para todo lo que no sea estar calladito y desaparecer de la vergüenza. Mientras haya memoria, habrá que recordarles a estos determinados individuos lo que fueron, y lo que son. Porque hay unos miles de vascos que les votan que imagino que podrían aceptar una lista electoral con Jack el Destripador, Hannibal Lecter y toda la familia Manson con tal de que lo hubieran hecho por la independencia de Euskadi, por una buena causa. Ahora tenemos que agradecerles su compromiso con “vías exclusivamente pacíficas”. Pobres incomprendidos. Eso es lo malo de los matones del pueblo, que ya se quedan con esa fama.

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Sobre la firma

Íñigo Domínguez
Corresponsal en Roma desde 2024. Antes lo fue de 2001 a 2015, año en que se trasladó a Madrid y comenzó a trabajar en EL PAÍS. Es autor de cuatro libros sobre la mafia, viajes y reportajes.

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