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Columna
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Y seguimos

El 8 de febrero de 2003, ETA asesinó en Andoain a Joseba Pagazaurtundua por ser buen socialista, buen policía, buen vasco y desde luego buen español, graves cargos en esas latitudes entonces y ahora

La hermana y la viuda de Joseba Pagazaurtundua, Maite Pagazaurtundua y Estíbaliz Garmendia, en Andoain en 2019.
La hermana y la viuda de Joseba Pagazaurtundua, Maite Pagazaurtundua y Estíbaliz Garmendia, en Andoain en 2019.Javier Etxezarreta (EFE)
Fernando Savater

Se ha dicho que los esfuerzos inútiles llevan a la melancolía. Bueno, vale, pero… ¿cómo estar seguros de que un esfuerzo es inútil y podemos, por tanto, dejarlo y entregarnos a la confortable melancolía? El 8 de febrero de 2003 ETA asesinó en Andoain a Joseba Pagazaurtundua por ser buen socialista, buen policía, buen vasco y desde luego buen español, graves cargos en esas latitudes entonces y ahora. Digo que ETA le asesinó y no digo bien, porque ETA no es un fenómeno natural como un tsunami o la covid, aunque también tenga sus negacionistas. A Joseba le asesinó un determinado hijo de puta, por orden de otros hijos de puta con mando en plaza y gracias a la complicidad de varios hijos de puta vecinos suyos, todos criminales. Que me perdonen este calificativo las putas, que cuentan con mi simpatía, pero no quiero describirlos sino insultarlos. Conocemos los nombres de algunos de esos hijos de puta, faltan bastantes otros, quizá los más viles. Desde su asesinato, los compañeros de Basta Ya, los amigos y la familia de Joseba nos reunimos en Andoain en el aniversario del crimen para recordar su coraje cívico y para denunciar el motivo de la fechoría: el separatismo vasco xenófobo, enemigo de la ciudadanía y de la democracia. El cual hoy sigue activo, reconocido por un Gobierno infame necesitado de muletas siniestras y justificado por rábulas informativos supuestamente “neutrales”.

Si se trata de precisar responsabilidades personales en un crimen concreto, como la de Mikel Antza en el de Gregorio Ordóñez, saltan 124 escritores y editores euskaldunes (pero ¿hubo alguna vez once mil vírgenes?) en su defensa. Entonces... ¿para qué seguir reuniéndonos en Andoain con nuestra denuncia? Porque quizá sea un esfuerzo inútil, pero sólo el olvido es fatal. Mañana volvemos.

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