Elecciones: cómo era un pueblo español en 1950
En una foto de Eugene Smith aparece una mujer de 33 años, aunque parece el doble. Era muy pobre, le preguntó si poseía algo y respondió: “Cuando cierro los ojos, todo lo que veo es mío”
Eugene Smith, fotógrafo de Life, llegó a Madrid en mayo de 1950 a hacer un reportaje sobre España. Buscó un pueblo ni grande ni pequeño, ni muy pobre ni muy rico. Al final eligió Deleitosa, Cáceres. Un gran libro de La Fábrica Editorial recoge su trabajo y podría repartirse con los programas electorales, para que se vea de dónde venimos y valoremos dónde queremos ir. Son fotos tremendas, ya icónicas, publicadas en 1951 con el título Un pueblo español. Reflejan en blanco y negro la miseria y la total falta de esperanza en la que se vivía entonces. Y, aun así, Smith dijo a sus jefes: “Fueron demasiado benévolas y no transmiten adecuadamente la pobreza que existía en España entonces”. Deleitosa tenía 2.600 vecinos, su máximo histórico (hoy tiene 675), porque luego emigraron, más bien huyeron, a Francia, a Madrid. Solo la mitad de los hogares tenía electricidad. No había agua corriente, ni alcantarillado, ni una calle asfaltada, ni teléfono. Había diez aparatos de radio y dos automóviles. La única bañera estaba en casa del médico, un hombre desesperado entre bocio, paludismo, tifus, difteria. “Uno de los recuerdos más vivos es la cantidad de excrementos animales y humanos que se acumulan en las calles y los millones de moscas”, recordaba Smith. Solo uno de cada diez vecinos sabía leer y escribir. Esto comían: “Todos comen de la misma olla. El desayuno es una sopa de agua, aceite y corteza de pan. El almuerzo, un trozo de pan y un poco de queso. Para cenar, la misma sopa del desayuno, con patatas y habichuelas cuando las hay”. Pasaban meses sin probar carne. El vino era un lujo.
La mitad de las tierras era de dos personas. El alcalde y el secretario, parientes, eran dos de los ricos del pueblo, miembros de Falange. En una foto aparecen como amos del mundo en un despacho, con reloj y purito, bajo los retratos de Franco y José Antonio. La población vivía atemorizada por la Guardia Civil, con la memoria viva de los crímenes de la guerra y la posguerra. En sus reflexiones sobre la vida de los españoles, Smith concluye: “La mayoría lleva adelante una gris existencia esperando que llegue el cambio”.
Si buscas Deleitosa en internet ves fotos de un pueblo del futuro, o sea, de hoy. Calles asfaltadas, coches aparcados, bares con terraza en la plaza. Con una de esas tapas del bar, que se muestran en redes sociales, sus antepasados hubieran hecho una cena de navidad. Hay una residencia de mayores, consultorio, farmacia, banco, gasolinera, restaurantes, empresas, autovía a Madrid. Supongo que todo esto se llama progreso. Sí, claro, hoy tendrán, y tenemos todos, otros problemas, pero son problemas de una sociedad próspera, de ricos, si no pregunten a padres y abuelos. Y no hay que ser tan mayor, amigos de mi edad, niños de la Transición, fueron los primeros de su familia en ir a la universidad. Empieza la campaña de las elecciones municipales y cada vez soporto menos las frases hechas, las proclamas, las voces, todo lo que tiene de actoral, y esas dos tendencias odiosas, creer que están inventando el mundo y, al mismo tiempo, que está a punto de acabarse (sobre todo si gobierna el otro). Falta perspectiva y nadie da la sensación de hablar para todos, como si no viviéramos en el mismo sitio y alguien tuviera que irse. En una foto de Smith aparece hilando lino una mujer de negro de pies a cabeza, de 33 años, aunque parece el doble. Era muy pobre, le preguntó si poseía algo y respondió: “Cuando cierro los ojos, todo lo que veo es mío”. Si abriera hoy los ojos, qué pensaría. Y qué votaría. Porque seguro que votaría.
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