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PUNTO DE OBSERVACIÓN
Columna
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Políticas alternativas, no datos alternativos

A partir de las cifras son posibles diferentes propuestas; sin ese suelo común no es viable debatir sobre el estado de la nación

Debate estado nacion España
PATRICIA BOLINCHES
Soledad Gallego-Díaz

El debate sobre el estado de la nación, que se celebrará, por fin, este martes, día 12, debería proporcionar a los ciudadanos no solo claridad sobre las preguntas que más les inquietan respecto a su futuro inmediato (inflación, paro, sanidad), sino también pistas sobre los temas que quizá no les llaman aún tanto la atención, pero que, con mucha probabilidad, van a tener una considerable repercusión en sus vidas (crisis energética, seguridad). El Parlamento tiene una ocasión extraordinaria para recuperar su protagonismo en el debate político, pero para ello sería necesario un punto de partida común: los datos que se utilicen en el debate, tanto por parte del presidente del Gobierno como por parte de los portavoces de los distintos grupos, pueden ser valorados, analizados y criticados desde puntos de vista muy diversos, pero no pueden ser sesgados ni manipulados hasta el extremo de que no exista una realidad sobre la que pronunciarse.

Sería lamentable que en el debate la principal fuerza de la oposición, el Partido Popular, se centrara en hechos y datos alternativos, como sucedió en alguna ocasión anterior: este país tiene suficientes instituciones solventes como para garantizar que las cifras que reflejan esa realidad son ciertas y contrastadas. A partir de ellas son posibles diferentes percepciones y diferentes propuestas. Pero solo a partir del suelo que forman esos datos es posible una discusión que sirva de algo a los ciudadanos. De nada sirven los datos alternativos, sino las políticas alternativas.

Ha sido una peligrosa anomalía que durante ocho años el Parlamento no haya sido escenario de un debate de política general semejante. Como explicó Adolfo Suárez en 1980 cuando envió al Congreso lo que sería el primer antecedente de estas sesiones, normalizadas luego por Felipe González, “se trata de que sirva con carácter general a fijar y contraponer las posiciones del Gobierno y de los grupos parlamentarios sobre los principales problemas del país y para ejercer rigurosamente la crítica de las respectivas posturas, actitudes y decisiones”.

En la práctica, el debate sobre el estado de la nación demostró servir también, no solo en sus primeras etapas, sino a lo largo de varias décadas, para ayudar a algunos dirigentes políticos, en el Gobierno o en la oposición, a consolidar su imagen como líderes y a atrapar un cierto imaginario político; es decir, a atraer a los ciudadanos a una propuesta política más “general”, que de alguna forma sientan que les incluye e implica.

Es cierto que Pedro Sánchez acude sistemáticamente al Congreso de los Diputados, a las sesiones de control y a debates sectoriales o europeos, pero el debate de la nación tiene unas características especiales, y el del martes ofrece una buena ocasión para que el presidente del Gobierno intente aproximarse, personalmente y como representante del Partido Socialista, a una parte de los ciudadanos que, según la mayoría de las encuestas, comparten muchas de sus decisiones y acciones, pero que no perciben que exista un proyecto global y sólido en el que se sientan involucrados.

Será interesante comprobar si la ausencia en la tribuna parlamentaria del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez ­Feijóo, que no es diputado (aunque podrá asistir en la bancada popular como senador), anima a Sánchez a ampliar el foco de su discurso y no dirigirse tanto a su adversario electoral directo como a ese ciudadano progresista desmovilizado que necesita atraer tan urgentemente. Tal y como está configurado actualmente el PSOE, el presidente es el único que puede realizar ese trabajo de índole estrictamente política, porque no hay aparentemente miembro del gabinete ni dirigente del partido que tenga esa capacidad.

El debate será también especialmente interesante en cuanto a la relación que establezca Sánchez con el portavoz de Podemos, grupo con el que quiere acabar la legislatura, pero cuyos dirigentes no parecen haber resuelto aún claramente su posición con respecto a la propuesta de Yolanda Díaz. Del tono del portavoz de Podemos en su primera intervención y de la respuesta que le dé el presidente se podrán extraer, quizá, claves sobre el estado de la cuestión.

La ausencia de Núñez Feijóo deslucirá necesariamente parte del debate, pero, aunque el presidente del PP no pueda hacer uso de la palabra en la tribuna, el discurso que leerá su portavoz, Cuca Gamarra, reflejará necesariamente su postura y, sobre todo, como pedía Adolfo Suárez, sus “actitudes”.

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