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Vacaciones, ola de covid y saturación en urgencias: la sanidad se enfrenta a un verano “desastroso y desalentador”

Una primaria mermada, las urgencias con más atenciones que nunca en estas fechas y una ola de covid creciente preocupan a los sanitarios

Pablo Linde
Urgencias verano
Entrada de Urgencias en el Hospital Gregorio Marañón, en Madrid, este jueves.Jaime Villanueva

Los sanitarios miran los dos próximos meses con una mezcla de alegría y miedo. Alegría porque se irán de vacaciones durante parte del verano. Miedo porque cuando les toque trabajar deberán cubrir a sus compañeros en un sistema sanitario cada vez más mermado —especialmente en primaria—, con unos niveles de atención nunca vistos en estas fechas —en urgencias— y una ola de covid que no solo aportará un extra a la presión asistencial en todos los niveles, sino que causará —ya lo hace— bajas entre el personal.

Cuando se pregunta cómo se presenta el verano a media docena de médicos de primaria, de urgencias, representantes de enfermería y de sindicatos del sector responden así: “Mal”. “Las perspectivas son muy malas”. “Desastroso y desalentador”. “Peor aún que los otros veranos de la pandemia”. “Lo vemos mal”. “Muy mal, francamente mal”.

En el centro de salud de José Polo, en Cáceres, han estado esta semana cuadrando turnos para intentar que nunca haya más de un 30% de la plantilla de vacaciones. Tienen un problema con las guardias. A Polo, que es además presidente de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen), le salían en principio tres (de 24 horas) a la semana. Y en Extremadura no libran al día siguiente: son niveles de trabajo inasumibles. El consejero de Sanidad de esta comunidad, José María Vergeles, ha pedido esta semana “comprensión” a los ciudadanos de cara a las vacaciones de los sanitarios. “Se merecen un descanso”, ha dicho.

A las agendas ya repletas con 50 pacientes diarios programados, se suman los que llegan sin cita y los derivados de otros compañeros de plazas que quedan vacantes, que cada vez son más. Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), lamenta no poder dar la mejor atención en estas circunstancias: “Por mucho que queramos y por muy atentos que estemos, con el estrés se reduce mucho la calidad de asistencia. No me gustaría que el médico que me haya visto antes a 100 pacientes. Por mucha voluntad que pongamos, estamos lógicamente cansados. Y es muy diferente ser el primero al número 100″.

Y este frágil equilibrio se puede romper en cualquier momento si alguno de los que se queda trabajando se contagia de covid, algo nada infrecuente en una ola con una fuerte tendencia al alza.

Aunque las vacaciones de verano merman todos los servicios, la primaria ha sido tradicionalmente la más afectada, algo que se viene agravando en los últimos años, en los que el número de médicos de familia no ha parado de caer. A finales de 2021 había mil menos que antes de la pandemia: muchos se han jubilado, otros se van a urgencias o a la privada en busca de mejores condiciones.

A falta de cifras más recientes, es probable que la merma sea aún mayor. Cada mes que pasa, más médicos se jubilan y no son cubiertos, cada vez son más los que rechazan prorrogar sus servicios más allá de los 70 años y más los que renuncian cuando ya habían comenzado a hacerlo. “Son muchos los que no han querido renovar. Dicen: ‘Con ese estrés no aguanto’. Si no lo quieren jóvenes [esta convocatoria de MIR ha dejado 200 plazas vacantes en primaria], alguien con 65 que había prorrogado hasta 70 se va a casa. No está a gusto trabajando”, dice Armenteros.

María Fernández, presidenta de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC) teme especialmente a los lunes: “Son horribles. Vienen todas las bajas, las patologías no atendidas los fines de semana, muchos más pacientes sin citas. Y si no se cubren a los que se van de vacaciones, sus agendas pasan a los compañeros, con la consecuente demora en la atención de los pacientes”.

El panorama varía en función de cada territorio (no es lo mismo en las receptoras de turismo que en las demás), incluso dentro de centros de salud de una misma ciudad hay algunos que dan cita para el día siguiente y otros que tienen varias jornadas de espera. Pero el verano preocupa a todos los consejeros de salud, según una fuente del Consejo Interterritorial, y fue uno de los temas de conversación en el último, celebrado la semana pasada. Cada autonomía está tratando de reforzar como puede los servicios con inversión y personal, pero el problema es que no hay médicos para reemplazar a todos los que se van. “Las sustituciones son mínimas”, dice Gabriel del Pozo, de la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM). “Si ya nos cuesta que haya médicos suficientes, sobre todo en niveles extrahospitalarios, durante todo el año, en verano no es una excepción”, añade.

Un ejemplo que se puede extrapolar a otros muchos territorios, especialmente en la España vaciada, es el de Aragón. Fuentes de su consejería de Sanidad reconocen que el verano va a ser “muy difícil”. “Todas las plazas vacantes de primaria que quedaron sin dueño tras resolverse una oferta pública de empleo se ofrecieron en un llamamiento único a todos los médicos que están en bolsa y aun así se quedaron vacantes porque no las quiso ninguno. Esto está provocando que se tenga que reorganizar la asistencia, sobre todo en las zonas del Pirineo”, explican estas fuentes. Para paliarlo, el Gobierno de Aragón está ofreciendo un aumento del 20% en la retribución de las guardias para que las cubran enfermeros y médicos de toda la comunidad. Es algo que en mayor o menor medida intentan hacer otras autonomías.

Pero Del Pozo cree que no es suficiente: “Las ofertas en muchas comunidades son precarias. Entramos en un mercado persa en el que cada una intenta pagar un poco más a ver si le quita profesionales a las otras. Pero hacen falta unas condiciones básicas equiparables. Es una carencia estructural que no se puede solucionar en unos meses, no podemos hacer la multiplicación de los panes y los peces”.

Las urgencias, como nunca en verano

En Urgencias las cosas no están mucho mejor que en la primaria. Aunque es uno de los destinos donde van muchos médicos de familia, Pascual Piñera, vicepresidente del Sociedad Española Medicina Urgencias (SEMES), asegura que no siempre sucede, ya que los que acaban de terminar el MIR “prefieren una interinidad de un año a un contrato de dos meses”. La peculiaridad este verano es que están recibiendo más pacientes que nunca en estas fechas. Representantes de la sociedad de todas las comunidades así lo atestiguan, con subidas de alrededor de un 30%.

Un paciente es trasladado a la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid.
Un paciente es trasladado a la Fundación Jiménez Díaz, en Madrid. Jaime Villanueva

Lo achacan a una mezcla de factores: la saturación de la primaria hace que muchos pacientes acudan directamente a urgencias para recibir atención inmediata; la covid ha alterado el nicho ecológico de otros virus respiratorios, que están manifestándose en esta época del año, cuando lo normal era que lo hicieran en el invierno.

Es el caso de la madre de Pilar García. Es una señora de 84 años que ha dado positivo y, junto a unos mareos, hicieron que su hija decidiera llevarla al hospital. Pilar aguarda sentada en la sala de espera del 12 de Octubre, en Madrid, donde este aumento de atenciones no se percibe a simple vista: el trasiego es el habitual.

Una fila más atrás está José Luis Escribano esperando a que salga su mujer. Después de una operación por un cáncer de colon, sentía tremendos dolores al defecar. Llamaron a su médico, pero tardaba una semana en atenderles. “No podíamos esperar tanto, cada vez que iba al baño era como un parto, así que hemos venido a urgencias”, cuenta.

Lo que temen los profesionales de urgencias es que, por uno u otro motivo, el ritmo asistencial continúe en los meses que entran, cuando habrá menos médicos por las vacaciones. “Intentaremos que no repercuta en el paciente, pero a costa de un sobreesfuerzo del personal”, lamenta Piñera.

Y a todo esto se suma la que se podría considerar séptima ola de covid. Aunque en la mayoría de los hospitales la situación es de momento manejable, tanto los contagios como los ingresos llevan una decidida tendencia al alza. Según los últimos datos publicados por el Ministerio de Sanidad, la incidencia acumulada en mayores de 60 años (la única que se mide) está en 996 casos por 100.000 habitantes y los pacientes de covid ocupan un 8,3% de las camas hospitalarias y un 5% de las UCI. Algunas comunidades, como Cataluña, ya han alertado que la previsible subida que todavía queda puede obligar a reajustar servicios este verano. Los médicos allí ya han pedido agilizar las bajas por covid para evitar un colapso de la primaria como el que sucedió el pasado invierno en la sexta ola.

Cuando echa la vista atrás, María José García, portavoz del sindicato de enfermería Satse, recuerda cómo hace dos años todos los políticos hablaban de reforzar la sanidad, las plantillas, la primaria, los hospitales. “La situación ahora es la misma o peor, con profesionales totalmente agotados, en muchos casos también sufriendo consecuencias de secuelas de la covid persistente. Y nadie pone ni herramientas ni medios ni intención para solucionar el problema”, zanja.

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Sobre la firma

Pablo Linde
Escribe en EL PAÍS desde 2007 y está especializado en temas sanitarios y de salud. Ha cubierto la pandemia del coronavirus, escrito dos libros y ganado algunos premios en su área. Antes se dedicó varios años al periodismo local en Andalucía.

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