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La punta de la lengua
Columna
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Nombres de lugares de Ucrania

“Maidán” significa en ucranio “plaza”. Cuando se escribe “la plaza del Maidán” se está diciendo “la plaza de la Plaza”

Medidas de seguridad en la plaza de la Independencia de Kiev, Ucrania.
Medidas de seguridad en la plaza de la Independencia de Kiev, Ucrania.Clàudia Sacrest (EFE)
Álex Grijelmo

Algunas de las lenguas eslavas utilizan el alfabeto cirílico, inventado por san Cirilo en el siglo IX. Esas letras dan escritura tanto al idioma ucranio como al ruso, cuyos nombres se transliteran al español mediante una adaptación fonética en consonancia con nuestra ortografía.

La transcripción al francés o al inglés a cargo de las agencias internacionales interfirió en las últimas décadas en esa adaptación del cirílico al español, y provocó que, por ejemplo, se escribiera aquí Khroutchtchev o Khruschov en vez del pertinente Jruschov (el histórico dirigente soviético). Ahora los nombres ucranios revitalizan el problema. Veamos algunos:

Lviv. Se denominó Leópolis, en latín a partir del griego (la ciudad de León: Leo-polis). Ese Leo homenajeaba a al hijo del fundador (Daniel de Galicia –la Galicia de los Cárpatos–, en el siglo XIII), que se llamaba León. Por bonito que nos suene y aunque Google lo ofrezca como traducción, tal topónimo se fue perdiendo en castellano. Aquí ocurre algo parecido a lo que sucedió con Maastricht (hace siglos, Mastrique en castellano). Pero en 1992 los periódicos españoles hablaban del Tratado de Maastricht, pese a que Lope de Vega titulase una de sus obras El asalto de Mastrique.

Járkov, Lugansk. (Kharkov es la transliteración inglesa para pronunciar esa j). En ucranio se dice Járkiv, pero se trata de una zona rusohablante, por lo que tiene sentido escribir Járkov. Lo mismo pasa con Lugansk (mejor que Luhansk en ucranio).

Maidán. Esta palabra significa “plaza” o “lugar de reunión”. Tras la independencia en 1991, una plaza de Kiev se llama “maidan Nezalejnosti” (“plaza de la Independencia”). Cuando se escribe “la plaza del Maidán” se está diciendo “la plaza de la Plaza”.

Donbás. Se oye mucho hablar de “el Donbás”, aunque se trata o bien de una cuenca (la del río Donets) o bien de una región. Por tanto, dos femeninos. Sería más adecuado transliterarlo en español como “Dombás”, al ir la n delante de una b. Y sin artículo.

ucranio, ucraniano. Ya escribimos al respecto el 21 de febrero. Resumimos: “ucranio” es el gentilicio genuino (aún no habían llegado de nuevo las traducciones periodísticas de las agencias internacionales). Forma analogía con armenio, bosnio, estonio, macedonio, caledonio y otros gentilicios antiguos de países cuyo nombre termina en -nia.

Kiev. Hay quienes lo creen un topónimo ruso, y por eso proponen escribir Kyiv como supuesto nombre ucranio. Así lo ha hecho The New York Times (en inglés, pero no en su edición en español). La transliteración Kyiv carece de sentido lingüístico en el traslado al alfabeto del castellano, porque esa y tiene valor vocálico. La grafía más adecuada sería en su caso Kiiv. Sin embargo, la pronunciación en ucranio es más parecida a “kiyíu”. El exónimo Kiev no es fruto de la dominación rusa. Se escribió en español antes incluso de existir ese país (por ejemplo, para denominar a la Rus de Kiev o al rey Vladimiro I de Kiev, 980-1015). Hubo transliteraciones como Kyiev y Kiyev (adaptadas finalmente como Kiev), pero nunca como Kyiv. La grafía actual aparece en obras muy anteriores también a la dominación soviética, entre ellas el Curso de Geografía de Eugène Cortambert (en español), de 1800, o el Diccionario Geográfico Universal (imprenta José Torner, 1832). Por tanto, Kiev no es una palabra en ruso, sino una palabra en español. Y se emplea también como exónimo de esa ciudad en inglés, italiano, francés... En coherencia con la denominación Kyiv, habría que escribir Ukraína en vez de Ucrania. Pero no por ello seríamos más contrarios a la invasión rusa.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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