El miedo de las clases medias
Los problemas de las democracias no están en sus enemigos, sino en el interior de ellas
¿En qué momento de la historia el futuro olvidó el “principio esperanza” y se apuntaló en el temor y en la incertidumbre de la gente? Como consecuencia de esta sorprendente transformación, las clases medias afrontan asustadas la realidad. La vaguedad con la que se utiliza el concepto de “clases medias”, en las que figuran todos los que no pertenecen a los dos extremos sociales, sirve para que la mayoría siga considerándose parte de ellas pese a los estragos causados por las últimas crisis.
Estas reflexiones se sustentan en el análisis de dos sondeos recientes sobre la situación actual de América Latina (AL). En el primero (Latin American Public Opinion Project), de la Universidad de Vanderbilt, se afirma que una cuarta parte de los latinoamericanos no está de acuerdo con la afirmación de que la democracia es mejor sistema que cualquier otra forma de gobierno. El resto de los ciudadanos (el 75%) respalda aún la democracia pero su entusiasmo es descendente y el desencanto avanza en todos los países. Del Latinobarómetro 2021 se desprende más indiferencia que simpatía al autoritarismo, aunque se camina hacia una creciente atracción por los gobiernos no democráticos en el caso de que estos logren resolver los problemas de la gente. Esto significa un apoyo instrumental, no finalista, a la democracia. Otro rasgo subrayable es el de “democracia capturada” por unas élites que son incapaces de incluir en sus iniciativas las demandas de la sociedad, de tal modo que no sirven para mejorar el día a día de la mayoría.
Hablando de AL en un acto organizado por la Fundación Felipe González y EsadeEcPol, el profesor chileno de la London School of Economics Andrés Velasco afirmó que, dejando de lado la época de las dictaduras militares, es difícil encontrar otro momento distinto del actual en el que la política haya funcionado peor en la región; que las izquierdas y las derechas que compiten electoralmente no son las tradicionales sino que, para recuperar la complicidad de unos ciudadanos cada vez más desconectados de esa política, recurren a fórmulas populistas (Velasco llegó a decir que la segunda vuelta de las elecciones chilenas, que disputarán el pinochetista José Antonio Kast y el izquierdista Gabriel Boric, es un remake de la película Godzilla vs. Kong); y que hay un colapso en la confianza en todas las instituciones (partidos políticos, cámaras de representantes, justicia, etcétera). Los focos de frustración y de enojo ciudadano se concentran ante todo en unas clases medias que cada vez se sienten más vulnerables, y que entienden que pueden descender un peldaño en la escalera social en cuanto sufran algún imprevisto (una enfermedad, un despido…), porque no hay Estado de bienestar que les proteja o porque si lo hay no funciona con eficacia.
Algunos de los presentes plantearon la siguiente cuestión: sustituyan en el análisis el nombre de América Latina por el de cualquier otra zona geográfica o país, y pregúntense: ¿no se dan parecidas características acerca del deterioro de la democracia?, ¿no se multiplican las protestas masivas en las que junto a los derechos civiles y políticos se reivindican, con creciente intensidad, los derechos económicos y sociales haciendo hincapié en la desigualdad? La paradoja es que, al contrario que en otros momentos de la historia, las principales dificultades de las democracias no las causan sus enemigos, los Putin, Xi Jinping, Erdogan…, sino que se desarrollan y multiplican en el interior de ellas. Incluso Maduro o Daniel Ortega hablan de democracia y organizan procesos electorales.
No es difícil recordar en esta coyuntura a Hannah Arendt. En su libro Hombres en tiempos de oscuridad (Gedisa), la filósofa alemana dice que el mundo se vuelve oscuro cuando los ciudadanos dejan de compartir sentimientos de responsabilidad colectiva y solo se preocupan por sus intereses individuales; cuando pierden por completo la confianza en la política y vuelven la espalda a todo lo relativo a la esfera pública; cuando la población manifiesta su recelo en las instituciones democráticas y el individualismo alcanza cotas sin precedentes.
Suscríbete aquí a la newsletter semanal de Ideas.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.