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La punta de la lengua
Columna
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Sujetos infractores y sujetas infractoras

Últimamente las leyes hacen malabares para cumplir con los “manuales de lenguaje inclusivo”

Álex Grijelmo
Libros en la biblioteca del colegio de abogados.
Libros en la biblioteca del colegio de abogados.INMA FLORES

La palabra “sujeto” funciona como sustantivo, adjetivo y verbo. Eso puede crear algunas paradojas lingüísticas. Por ejemplo, si alguien grita “¡sujeten a ese sujeto!”.

Cuando el término funciona como adjetivo, incorpora la flexión de género: “Tiene una socia sujeta a un contrato leonino”, “contrató a un directivo sujeto a investigación”. Pero cuando ejerce como sustantivo, no varía. En esos casos equivale a “persona”, ya sea física, jurídica o gramatical. Y, como sucede con la propia palabra “persona”, abarca los dos sexos biológicos. En la oración “Edelmiro compra melocotones”, Edelmiro es el sujeto. Y en “Gertrudis vende su casa”, Gertrudis también es el sujeto, no “la sujeta”. Y además, Gertrudis es sujeto de derechos constitucionales, del mismo modo que Edelmiro. Y Gertrudis puede ser objeto de un robo, pero no “objeta” de un ascenso.

Tanto “sujeto” (en masculino) como “persona” (en femenino) son sustantivos epicenos: con un solo género abarcan los dos sexos; y por tanto no decimos “una sujeta y un sujeto”; ni “una persona y un persono”. Y además, el valor despectivo de “sujeto” se restringe a los varones: “¡Menudo sujeto!”, decimos. “Más te valiera no pensar más en ese sujeto”, escribió Galdós (Rosalía, 1872).

Usamos sujetos agentes (en la oración activa) o pacientes (en las pasivas). Y, siguiendo con paradojas, podríamos leer: “El sujeto agente dejó al agente sujeto”; y “El fiscal dijo que el sujeto pasivo se mostraba muy activo”.

Por su parte, el “sujeto pasivo” es una persona obligada a algo por la ley (por ejemplo, al pago de un tributo); también sin marca de sexo en la palabra.

Pese a todo esto, la reciente Ley 11/2021, de 9 de julio, sobre lucha contra el fraude fiscal, señala en su preámbulo que se dará “un tratamiento homogéneo a los sujetos infractores y las sujetas infractoras”.

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Lenguaje inclusivo: debate secuestrado

Últimamente las leyes hacen verdaderos malabares para cumplir con los “manuales de lenguaje inclusivo”. Por ejemplo, en la legislación laboral abunda ahora la locución “las personas trabajadoras”, para evitar “los trabajadores”; con lo cual, al pasar del sustantivo “trabajadores” al adjetivo “trabajadoras”, se puede interpretar que algunos de sus preceptos sólo afectan a las personas especialmente aplicadas en sus tareas.

Ya hemos reiterado aquí y en otros lugares que el llamado lenguaje igualitario es bueno como práctica, como denuncia, como bandera identitaria de una causa justa. Pero también innecesario para la comprensión del idioma. Cualquier psicolingüista puede demostrar que aquello que no se nombra sí existe. Ahí está, para empezar, la locución “violencia de género”, mediante la cual todo el mundo sabe qué sexo la ejerce aunque éste no se mencione.

La duplicación de “sujetos infractores” y “sujetas infractoras” llama la atención, sin duda, sobre todo porque una línea antes se ha mencionado correctamente a “los posibles infractores e infractoras”.

Ahora bien, los manuales sobre “lenguaje incluyente” han sido aplicados a rajatabla en el preámbulo de esa ley (por otra parte, un auténtico catálogo de horrores lingüísticos y de estilo), pero no en el articulado. En este, por ejemplo, “las entidades” (femenino) son “sujetos pasivos” (y no “sujetas pasivas”); y se lee otras 22 veces “sujeto” sin duplicación.

Cabe suponer que no por ello las mujeres se van a librar de cumplir las normas tributarias, aunque en esto, desde luego, muchos de los contribuyentes no tendrían gran problema en sentirse excluidos.

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Sobre la firma

Álex Grijelmo
Doctor en Periodismo, y PADE (dirección de empresas) por el IESE. Estuvo vinculado a los equipos directivos de EL PAÍS y Prisa desde 1983 hasta 2022, excepto cuando presidió Efe (2004-2012), etapa en la que creó la Fundéu. Ha publicado una docena de libros sobre lenguaje y comunicación. En 2019 recibió el premio Castilla y León de Humanidades

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