A los 50 años de ‘Las venas abiertas…’
Hace medio siglo que Eduardo Galeano publicó el relato más potente sobre América Latina
El problema presente en América Latina (AL) tiene dos caras: por un lado, la desigualdad socioeconómica; por el otro, la incidencia de lo que con frecuencia se ha llamado neopopulismo, una expresión actual del caudillismo populista de otros tiempos. Sabemos bien que la desigualdad en AL es, en términos comparados, muy profunda, y también que existen variaciones muy fuertes entre los países que la componen. No sabemos, sin embargo, qué relación existe entre el desarrollo económico y la igualdad. Ni tampoco qué conexión se produce entre ambos, por un lado, y el llamado neopopulismo, por otro.
Estas reflexiones proceden del último libro del sociólogo español José María Maravall (La democracia y la izquierda; Galaxia Gutenberg) y se pueden leer al tiempo que se suceden acontecimientos, algunos insólitos, en los países de la región que apuntalan estas ideas. Por ejemplo, las recientes elecciones peruanas pueden dar el poder al representante de un partido marxista leninista, que llegaría al Gobierno a través de los votos. Sería una de las primeras veces (¿la primera vez, tal vez?) que ello ocurre, lo que obligaría a removerse en la tumba, sepultado por el peso de sus obras completas, al propio Lenin y también a los revisionistas como Bernstein, el renegado Kautsky y otros. En Perú se han confrontado hasta el último minuto dos modelos de populismo, uno de derechas (Keiko Fujimori), apoyada por el todopoderoso establishment del país (empresarios, intelectuales, medios de comunicación, etcétera), y otro “conservador de izquierdas” (Pedro Castillo), comunista pero al tiempo contrario al aborto, al matrimonio gay, etcétera. Vargas Llosa, que ha sido el espigón más relevante de Fujimori en la campaña electoral (cosas veredes), escribió: “No vamos a elegir unas personas, vamos a optar por un sistema”.
The Wall Street Journal, la biblia mediática del capitalismo más ortodoxo, ha escrito que AL se está rebelando contra el libre mercado y mira al marxismo tras la crisis de la covid. Y puso numerosos ejemplos: AMLO en México, Chile (donde va a reescribir la Constitución del país un grupo muy sesgado a la izquierda y donde el Partido Comunista ha adquirido una hegemonía que no tuvo ni siquiera con Salvador Allende), la Argentina kirchnerista y antiliberal, la posibilidad verosímil de un Brasil con Lula de nuevo al frente, etcétera. No es tan neta esa reflexión: los principios neoliberales del Consenso de Washington no han muerto con su creador, John Williamson, y la alternativa ideológica izquierda-derecha es mucho menos clara que las diferentes políticas antisistema y populistas. En la actualidad no hay en la región un giro hacia la izquierda tan claro como el de la primera década del presente siglo.
Se cumple este año el 50º aniversario del libro que cambió para siempre el relato de la zona: Las venas abiertas de América Latina, del inolvidable uruguayo Eduardo Galeano, el texto de referencia de la izquierda latinoamericana en el sentido más amplio, mil veces reeditado desde 1971 (editorial Siglo XXI). Tiene sentido releerlo, y comparar sus previsiones con la realidad. La región, atravesada de punta a punta por el coronavirus (Perú es el país del mundo con más fallecidos per capita por la pandemia), conserva 187 millones de habitantes en situación de pobreza y 70 millones en pobreza extrema (datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe) de una población global de 654 millones de personas.
Los libros de Galeano y de Maravall no tienen mucho que ver entre sí. Tal vez coinciden, con tantos años de distancia, en la realidad de unos Estados anémicos en la región que no han podido realizar adecuadamente las funciones que les correspondían para reducir las desigualdades exponenciales que, en muchos casos, llegan desde la colonización. Las venas abiertas… es la descripción del constante saqueo de los recursos naturales de la zona por parte de los diferentes imperios que por allí pasaron. Si viviese Galeano, no tendría más remedio que añadir un epílogo con el papel de Rusia y China en la región.
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