Fans agazapadas en cornisas y cartas manchadas de sangre: cómo Hombres G se convirtieron en el gran fenómeno fan de los ochenta
En las memorias ‘Nunca hemos sido los guapos del barrio’, el legendario combo madrileño repasa su historia, llena de casualidades, triunfos, fans y palabrotas. Primero fueron un grupo punk, luego una banda pija y hoy son historia viva e indiscutible del pop español
Una noche de octubre de 1987, David Summers, líder de Hombres G, se levantó para ir al baño en su suite de la planta 11 del Hotel Libertador de Lima, Perú. El recibimiento en el aeropuerto y en las calles de la ciudad había sido impresionante, los fans invadieron la pista de aterrizaje y jalearon al grupo como si se tratara de un desfile. Más de trescientas fans los esperaban acampadas en los alrededores del hotel para vigilar cualquier movimiento de la banda. Los padres de algunas de esas chicas habían denunciado su desaparición después de que se fugasen sin avisar, absolutamente poseídas por el influjo del conjunto madrileño.
Summers se asomó a la ventana para saber si las chicas seguían allí abajo. Todavía le impresionaban ese tipo de reacciones. Hombres G llevaban apenas un par de años siendo famosos. “Más que impresión, lo que me llevé fue un susto de cojones al ver a una niña en la cornisa que debía haber escalado planta por planta, aprovechando las repisas del edificio y estaba ahí, en la ventana”, recuerda el cantante en Hombres G. Nunca hemos sido los guapos del barrio, la primera biografía autorizada del grupo escrita por Javier León Herrera y editada por Plaza & Janés. “Me quedé pasmado. Lo primero que hice fue darle la mano, acojonado por la altura, porque podía matarse. No tendría más de catorce años. Llevaba un boli en la boca, así que le di el autógrafo en calzoncillos y llamé a seguridad para que la acompañaran”.
Aquella gira por Latinoamérica fue tan apoteósica que los medios de comunicación acabaron bautizando al grupo como “los Beatles Latinos”. Si nos atenemos a la expectación que levantaron entre el público más joven, no exageraban demasiado. Nadie habría presagiado este fervor solo unos años antes, cuando intentaban sin éxito que alguna discográfica les sacase un LP.
Hoy, 33 años después del incidente de la intrépida fan escaladora, la historia del grupo vuelve a estar de actualidad debido a la reciente publicación de esta biografía.
Los (seguro que sorprendentes para algunos) principios punk
Lo que más les sorprenderá a aquellos que no conozcan bien la historia de la banda madrileña es su origen punk. La génesis del grupo incluye un acontecimiento hoy impensable. Corría el verano de 1980 y David Summers —que había ido a Torremolinos a celebrar el cumpleaños de su abuelo— vio en un cine de verano la película de Julien Temple The Great Rock and Roll Swindle.
El filme es un falso y confuso documental en el que se presenta una versión libre de la formación de los Sex Pistols desde el punto de vista de su mánager, Malcolm McLaren. De hecho, se trata del último intento del británico de sacar algo más de tajada del grupo (que en realidad ya se había disuelto en 1978 tras el abandono de Johnny Rotten). Cómo se acabó proyectando esa cinta, que actualmente es una rareza (tanto por su escasa disponibilidad como por su extrañísimo formato), en un cine de verano de la Costa del Sol, continúa siendo un misterio.
El caso es que Summers, que por aquel entonces solo tenía 16 años, salió transformado de aquella sala. Siempre se había sentido atraído por la música, pero eso era distinto y nuevo. “Cuando era un niño, era un fanático de la música por todos los discos que tenía mi padre y en especial de las grandes orquestas de Glenn Miller, Benny Goodman o Tommy Dorsey”, explica en la biografía. “Yo quería ser músico de clarinete como Benny Goodman y tocar jazz”. Pero el clarinete resultó ser un instrumento demasiado complicado y poco compatible con el estilo punk que le empezaba a interesar. De hecho, tras ver la peli de los Pistols, David se dio cuenta de una realidad fundamental a la hora de tener una banda: que lo de menos es saber tocar bien.
Tras esta especie de revelación, David y Javier Molina (que se conocían desde la guardería) formaron Los Residuos, explorando esa nueva faceta punk que les fascinaba. Juntos tocaban en colegios mayores y universidades de Madrid junto a otros grupos como Los Nikis o Alaska y los Pegamoides; vestidos con pintas, e incluso escupiendo al público mientras interpretaban canciones faltonas con títulos chocantes.
Adiós punk, hola pop
La fascinación por el punk les dura algo más de un año. Poco a poco, van disolviendo y formando un grupo detrás de otro. Su estilo empieza a virar hacia el pop pero conservando siempre el toque de cachondeo de sus inicios. El resto de los componentes cambia, también los nombres del grupo, pero en 1982 surge la formación (y el nombre) definitivo: Hombres G. Lo componen David, vocalista y bajo; Javi, batería, y los guitarras Daniel Mezquita —un amigo de Javi— y Rafa Gutiérrez, a quien conocen en 1982 como músicos de playback durante una actuación de los hijos de Rocío Dúrcal en el programa musical Aplauso, de TVE. “Pagaban cinco mil pelas por ir un rato, y eso para nosotros, que no teníamos un duro, era una fortuna. Como si a un chaval le dan hoy un billete de quinientos euros”, explican los integrantes de la banda en el libro.
El concierto de despedida (casi antes de empezar)
La banda debuta en el mítico Rock-Ola de Madrid y comienza a hacerse un nombre en la capital. “Hombres G es genuinamente un grupo de la nueva ola madrileña: sus primeros singles, de 1983, editados por una pequeña discográfica independiente [Lollipop], los pinchaba el gurú radiofónico Gonzalo Garrido en su programa Dominó”, recuerda para ICON el crítico musical Miguel Ángel Bargueño al respecto de esta primera época. “Pero se les tiende a apartar de esa escena: su enorme éxito posterior descoloca a quienes defienden que la movida era algo respetable y de culto, cuando no es así. Nacha Pop, Los Secretos y, sobre todo, Mamá, encandilaban también a niñas de 12 años”, sentencia.
Aun así, las cosas no acaban de cuajar. Los sencillos que cita Bargueño, canciones que luego se convertirían en hits absolutos como Venezia o Marta tiene un marcapasos, sobrevuelan las mesas de las discográficas para ir directos a la papelera. El tiempo pasa, y aunque ellos no dejan de tocar en Madrid, el sueño de triunfar en la música se va desvaneciendo.
“Nos salió la oportunidad de tocar en la sala Autopista el 19 de octubre de 1984. No se me olvida la fecha, yo mismo hice el cartel del concierto”, cuenta David. “Nos lo tomamos casi como un fiestón de despedida: si no pasaba nada, a final de año venderíamos los instrumentos y nos olvidaríamos”.
Fue entonces cuando Paco Martín, un antiguo ejecutivo de Ariola que acaba de fundar su propia compañía, Twins, y anda en busca de carne fresca, acude a la sala, pues había oído hablar muy bien de ellos. Se encuentra con un grupo se ha tomado el concierto como una fiesta, resultando en un desastre absoluto, con infinidad de problemas técnicos y una gran borrachera. “El bajo se me cayó al suelo con tan mala suerte que golpeó la clavija del cable y se me rompió”, recuerda el Summers. “No tenía más cables, solo uno, de modo que no podía tocar. Sin más, dije por el micro: ‘Se acabó el concierto’, y la peña en lugar de abuchearnos empezó a jalearnos y a hacer fiesta. Eso era el triunfo del caos en estado puro y a Paco Martín todo aquel caos le pareció increíble y acojonante”. Después de aquél fiasco, llega el contrato y su primer disco: el 11 de marzo de 1985 se lanza Hombres G. A partir de entonces, la cosa se empieza a descontrolarse.
“De repente, Hombres G llegan como una ráfaga, prácticamente como una casualidad que termina siendo un hito sin precedentes”, nos cuenta Arturo Paniagua, periodista musical y presentador de radio y televisión. “De alguna forma rompían con esa concepción de pop bonito, bien estructurado y políticamente correcto, para dar paso a ideas entre lo surrealista (El ataque de las chicas cocodrilo), lo cómico (Sufre Mamón) y lo más festivo (Voy a pasármelo bien). Entre este tipo de historias, una forma sencilla de contar las cosas y unos tacos que más de uno cantamos a todo pulmón, creo que representaron muy bien a toda una generación”, apunta.
Tocata y la explosión
La bombazo definitivo en España llega en mayo de 1985 con la actuación en el programa de TVE Tocata. “Nunca nos había visto España, solo nos conocían algo en Madrid. Después de ver a cuatro chavalines distintos por ser normales, que parece en sí una contradicción, el disco se disparó en ventas”.
“El concepto de grupo de fans lo habían acuñado Tequila”, nos explica Bargueño. “Hasta su irrupción en 1978, los ídolos habían sido siempre solistas”. Pero Hombres G lleva el fenómeno fan a otro nivel. “Virginia, una adolescente de Zaragoza, le escribió [a David] más de doscientas cartas numeradas y pensaba seguir hasta cumplir su sueño de conquistarlo”, se relata en el libro. “Algunas llegaron a preocuparle, porque amenazaban con suicidarse si no conseguían conocer a sus ídolos, y las cartas llegaban manchadas de sangre como advertencia de que iban en serio. Otras venían con la firma de los padres autorizando a que su hija tuviera una relación con el cantante de los Hombres G”.
‘Sufre Mamón’, la película
El potencial comercial de Hombres G ya es tan grande que tanto el mismo grupo como su discográfica saben que, por muy terrible que sea lo que se termine proyectando en pantalla, las fans arrasarán las salas, como había pasado antes con The Beatles o Elvis.
Así se arranca el rodaje de Sufre Mamón, el primer largometraje (de dos) que protagonizarán Hombres G y que, en un movimiento bastante Spain is different, es sufragado en un 50% por el Ministerio de Cultura.
“Me maravilla, sobre todo, Sufre Mamón”, afirma Arturo Paniagua. “Porque no estás viendo a unos tipos intentando ser actores, eran cuatro colegas que seguían sin creerse lo que les estaba pasando y se lo pasaban de maravilla. Creo que el espíritu de su canción Voy a pasármelo bien fue una gran constante de aquella primera etapa del grupo”.
“Los diálogos en la primera película tuvieron que ser doblados completamente porque estaba llena de tacos”, reconoce David en el libro. “Nos estudiábamos los diálogos, pero como nos interpretábamos a nosotros mismos, a la hora de rodar el guion se iba a tomar por culo y decíamos cualquier cosa que nos salía”.
El estreno tuvo lugar en el Teatro Rialto de Madrid. “Decía un portero que solo había visto una cosa parecida en ese cine cuando Sara Montiel estrenó El último cuplé en 1957”, recuerda Dani en el libro. “Fue una pasada, la Gran Vía cortada, tuvimos que subir al tejado para saludar. No hubo manera de escuchar la película. Aquello fue como un concierto en directo, la gente se subía en las butacas, encendían mecheros, se ponía a cantar las canciones y a gritar”.
El esperado éxito
A partir del estreno de Sufre Mamón en 1987, la fama del grupo se dispara. Es la época de la expansión de la banda en Latinoamérica, cuando tiene lugar la anécdota con la que empieza este artículo. Al otro lado del Atlántico, las canciones de Hombres G no son consideradas “blandas” o “de pijos”, como ocurre en España. En América, sus letras se consideran transgresoras. Arrasan en Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, pero tal vez sea en México donde su éxito es mayor y más duradero.
Con el paso de los años, los discos y el estreno de otra película, tanto ellos como sus fans van cambiando y la ilusión inicial va decayendo. La muerte de Manolo Summers, el padre de David, en 1993 tampoco ayuda y, sin un anuncio oficial que lo certifique, los Hombres G se desvanecen.
El legado de las chicas cocodrilo
Podría parecer precipitado hablar del legado de un grupo que, de hecho, sigue en activo. Se volvieron a juntar en 2002 y desde entonces han editado discos y realizado multitud de giras. 40 años después de que David Summers saliera de aquel cine de verano de Torremolinos, Hombres G ya no es el mismo grupo.
“Hace un tiempo”, nos confiesa Arturo Paniagua, “me decía Summers que no podía estar toda la vida cantando Sufre Mamón porque, básicamente, se hacía mayor y aquello ya no colaba. De ahí que, tomando en cuenta lo que siempre había sido la banda, sorprende muchísimo su capacidad de adaptación”.
“Sin duda alguna lo que se recordará de Hombres G es su capacidad para ser una especie de portavoces de toda una generación”, continúa Arturo. “Saber captar la forma de hablar, de pensar y de sentir de un montón de gente y transformar eso en canciones. Ser fan de Hombres G tenía más que ver con cierto sentido de pertenencia, de formar parte de algo molón, revolucionario y disruptor. Como cada gran fenómeno de la música”
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