“El blanco que exigimos en los dientes no existe en la naturaleza”: cómo Hollywood estableció la perfección dental imposible
Las retocadas sonrisas de las estrellas y el filtro delator de defectos de las pantallas HD han provocado que se popularicen unas dentaduras de brillo y color inverosímil que ya empiezan a contar detractores
”Unpopular opinion: los dientes muy blancos son raros”, escribe un usuario de la red social Reddit. Si además todas las personas en un espacio cerrado tienen los dientes neuróticamente alineados y exactamente de la misma gama de blanco, la sensación es todavía más extraña, casi distópica. Otra opinión, esta de Bad Bunny: ‘’Por más feos que tengas los dientes no te lo hagas. Yo me arrepiento todos los días de mi vida”. Hace cuatro años, el artista se quejó de que parece que “todavía no eres artista hasta que te hagas los dientes”. Parece que el mensaje no caló.
Un odontólogo con consulta en Beverly Hills aseguró a la revista Allure que mientras veía la última ceremonia de los Globos de Oro hizo el ejercicio de contar cuántos asistentes conservaban su dentadura natural. Según su cálculo, solo un 20% llevaban los dientes que les habían tocado en la lotería genética. A la periodista de Allure le pareció que el odontólogo había contado mal. Ella esperaba, dado el relumbrón del evento, un 99% de sonrisas sintéticas.
“Su sonrisa iluminó toda la estancia”. La metáfora más cursi de todos los tiempos está a punto de alcanzar la literalidad. Entre aplausos y sonrisas anchas y radiantes, el brillo de las dentaduras alteradas deslumbra y perturba cualquier gala, evento o entrega de premios. Los dientes blancos son un básico en Hollywood, y, por tanto, entre celebridades y personalidades de todas las artes. Cualquier actor sabe (y firma en su contrato) que de la oficina del productor en Los Ángeles se sale directamente a la consulta del dentista, que ajustará incisivos y caninos a los cánones estéticos al uso: rectos, cuadrados alineados y blanquísimos. Todos iguales. En todo el mundo.
La elevación de la sonrisa hasta lograr el brillo Hollywood solo es una parada de rutina en el camino hacia una estética construida y alterada que incluye un cambio de color de pelo, una silueta más estilizada (con dieta, ejercicios y algún pinchazo de Ozempic), una cara fresca y descansada gracias a unas dosis de neuromoduladores y una boca más sensual rellena con algunos viales de ácido hialurónico. Una apariencia destinada a gustar y a matar cualquier rasgo de personalidad que distorsione el canon estético. Ya habrá comprobado en cualquier película o serie de televisión que las sonrisas son anchas, blancas y alineadas, independientemente del estatus socioeconómico del actor o la época en que se desarrolle la historia.
“Lo que nos piden en la consulta [dientes cada vez más blancos] es el resultado de lo que la gente percibe como aspiracional en la televisión, en las series o en los partidos de fútbol”, reflexiona María Rosa Fernández, odontóloga ortodoncista y profesora del máster de Ortodoncia de la Universidad Alfonso X. Una aspiración que plasmaba Charles Beaumont en un cuento de ciencia ficción de 1952 llamado The Beautiful People, en el que los personajes se sometían a múltiples transformaciones estéticas, y su expectativa más recurrente era: “Blancos, dientes blancos, uniformes y relucientes”. En un célebre episodio de Los Simpson, Lenny se ponía una sonrisa perfecta pensando que se haría rico y, ya pobre, es incapaz de dejar de sonreír y enseñar ese brillo cegador incluso cuando lo despiden. “Es el peor día de mi vida”, dice mientras sonríe. La imagen, 30 años después, es un meme habitual en las redes.
Quizás por eso los dientes torcidos y con tono natural de C. Tangana son de vez en cuando tema de conversación. Es de lo más transgresor que hemos visto en los últimos tiempos. Un desafío estético y social, y un alivio. Lo mismo se puede decir de la dentadura de Samantha Hudson o de David Guapo. “Yo veo ahí una reivindicación”, opina Elena Carrión, también ortodoncista y profesora del máster de Ortodoncia de la Universidad Alfonso X el Sabio. Carrión y Fernández tienen un nombre para el tono deslumbrante de los dientes de moda: “Lo llamamos blanco váter o blanco Roca”.
“Es un color que no existe en la naturaleza. Trabajamos con la guía Vita de blanqueamiento, una guía de colores inspirada en los tonos naturales de los dientes, que suelen tender al gris o al amarillo, y el blanco váter no aparece”, explica Carrión. “Pero para la gente sus dientes nunca son lo suficientemente blancos. Muchas veces llegan a la consulta pidiendo un blanqueamiento dental, pero cuando te enseñan la foto de lo que quieren, ves que no son dientes naturales, sino carillas”, replica María Rosa Fernández. El asunto del blanqueado dental es tan de dominio público que el Daily Mail le dedicó un artículo a los nuevos dientes que Brad Pitt lució en los Globos de Oro de 2023. Tres años antes, había registrado una visita al dentista de Kim Kardashian con el objetivo de mantener unos dientes grandes, uniformes y de un llamativo tono blanco azulado (o “perlado”, en palabras del tabloide británico).
El pantone de colores de los dientes de los famosos de Hollywood se establece por la llamada Marashi Collection, una colección de seis tonos de porcelana ‘premium’ con nombres como ‘Sassy Smile’ o ‘Undeniably White’
La carilla dental es una pequeña lámina que pueden ser de porcelana o composite y se adhiere a la parte frontal del diente para mejorar su forma, color y brillo, también para enmascarar manchas y otros problemas. Suele ser una solución estética rápida y muy demandada. También se emplean fundas o coronas que cubren toda la pieza y son un poco más invasivas con el diente, sano o no, que queda oculto.
“La mayoría de los actores de Hollywood tienen carillas o coronas”, opina Mariano Abruzzesi, odontólogo estético en SHA Wellness Clinic, y añade: “Con las carillas se consigue una apariencia natural siempre que no se escojan en ese blanco nuclear”. Abruzzesi saca su guía de colores y asegura que ni siquiera el tono de la carilla más blanca es el de la sonrisa de Hollywood. “La tendencia general es que el paciente quiera dientes cada vez más blancos, yo siempre intento quitar un tono al que ellos han escogido y nunca he llegado a colocar el blanco más extremo porque no me parece natural”.
Los intentos de blanquear una pieza natural también tienen límites. “Llega un momento en que el diente se satura, y no blanquea más”, asegura el odontólogo. Elena Carrión advierte de que estamos ante un caso de publicidad engañosa. “Es un tratamiento que debía llamarse aclaramiento dental, no blanqueamiento, porque el diente va a aclararse pero siempre desde su tono natural, que más que al blanco suele tender al gris o al amarillo”.
La obsesión de los humanos por los dientes blancos tiene al menos 5.000 años. Se cree que en el antiguo Egipto se mezclaba piedra pómez y vinagre para elaborar una pasta dental con efecto blanqueante. Desde entonces una dentadura nívea era símbolo de belleza, riqueza y poder. En Hollywood la locura por los dientes se registra en algún momento del periodo de entreguerras. Un dentista llamado Charles Pincus le “arregló” la sonrisa a Judy Garland, que debía de tener muchos espacios entre los dientes, con unas fundas que seguramente fueron las primeras carillas dentales de Hollywood. Luego solucionó con la misma técnica el estropicio que se hizo James Dean en los incisivos tras la caída de un trapecio. Entre sus clientes estaban Shirley Timple, Joan Crawford, Bob Hope y Walt Disney.
Tener una sonrisa blanca y perfecta empezó a ser una exigencia, posible pero incómoda, para trabajar en el cine. Las carillas de Pincus eran una mezcla de polvo de plástico y porcelana que se encajaban en los dientes de los actores y podían permanecer en su sitio un tiempo indeterminado, que podía ser de unas horas a varios días. Hasta 1983, un dentista de Nueva York, John Calamia, no ideó unas carillas con vocación permanente, que se ajustaban con precisión y aguantaban ahí varios años. Todo esto supone que las carillas dentales de porcelana no tienen más de cuatro décadas entre nosotros.
En la actualidad, lo irreal de la blancura de los dientes de los famosos, y cada vez de más personas de a pie, tiene mucho que ver con el filtro de las pantallas: las grandes, de plasma y HD, y las de los smartphones, que han impuesto una exigencia de perfección estética que se ha separado definitivamente de la naturaleza. El pantone de colores de los dientes de los famosos de Hollywood se establece por la llamada Marashi Collection, una colección de seis tonos de porcelana Premium con nombres como Sassy Smile (para ex fumadores empedernidos) o Undeniably White (Indiscutiblemente blanco) para los que quieran alumbrar una estancia con su sonrisa sintética. Dicho pantone fue creado por Jon Marashi, un odontólogo estético de Los Ángeles a quien se adjudica la nueva sonrisa perfecta de Ben Affleck, que en su juventud lució una dentadura aparentemente sana, pero con piezas pequeñas y algo separadas. Se dice que Marashi destrozó la dentadura de Joaquin Phoenix en 2019 para el personaje de Joker y luego la volvió a arreglar para la gira de promoción de la película.
Si esto sucedió sería una verdadera excepción de la regla: los dientes blancos son ubicuos y están por encima de cualquier exigencia de guion. Vemos que en Juego de Tronos (HBO) la acción tiene lugar en la Edad Media: hay peste, hay guerras, pero todos, desde los reyes hasta las concubinas, tienen los dientes impolutos. Algo parecido pasa en Euphoria, donde no encontramos ni rastro de los problemas de mordida y apiñamiento dental que son frecuentes en los adolescentes, especialmente si basan su dieta en cerveza y opioides.
Los dientes blancos, más que una estética, son una ideología. Una prueba de la voluntad y la capacidad económica de un individuo de optimizar sus cualidades físicas con intervenciones tecnológicas más o menos largas y más o menos dolorosas e invasivas, pero eficaces, y con un resultado estético predecible y susceptible de ser clonado hasta el infinito. No importa que en una sala oscura todos los dientes sean blancos, reflectantes e idénticos. Ese parece ser, de hecho, el objetivo. Nadie quiere sorpresas, y unos dientes sin domesticar por el ortodoncista o sin blanquear son un acto de rebeldía que, en algunos ambientes, pueden interpretarse como una señal de descuido (¡oh, el sacrosanto autocuidado!) o lo que es peor: de pobreza.
Por ahora, si tienes éxito, como es el caso de C. Tangana, y sonríes y llevas los dientes sin disciplinar, es que tienes mucho carisma. Pero quizás todavía haya gente a la que no le gusten los dientes blanco distópico y, no existiendo un imperativo médico, prefiera los suyos. A veces el camino más corto no es el peor.
Puedes seguir ICON en Facebook, X, Instagram, o suscribirte aquí a la Newsletter.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.