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La nueva conspiranoia que se extiende por internet: “Las cremas solares no sirven para nada”

Tras los antivacunas, los terraplanistas y los que afirman que Elvis sigue vivo, la teoría disparatada que toma las redes este verano invita a la gente a no protegerse de la luz solar

Una pareja toma el sol el pasado marzo en Benidorm, en una de las olas de calor tempranas que este año azotaron España.
Una pareja toma el sol el pasado marzo en Benidorm, en una de las olas de calor tempranas que este año azotaron España.Europa Press News (Europa Press via Getty Images)
Karelia Vázquez

Se puede ser influencer de casi cualquier cosa. Y triunfar. Es decir, conseguir encandilar a una audiencia que demuestra su amor en forma de engagement, esa entelequia del compromiso en las redes sociales. La prueba es que este verano se impone una inesperada categoría en nuestras vidas y en nuestras células epiteliales: los influencers anti protección solar.

Como nos gusta creernos, por un lado, parte de una tribu reducida de connoisseurs a quienes se le ha revelado una verdad negada al resto de los mortales y, por otro, sentirnos víctimas de una conspiración interplanetaria, la tesis de estos líderes descansa en ambas aspiraciones de nuestra personalidad egocéntrica tardocapitalista. Como resultado de su influencia, este verano de 2023 podría haber menos personas usando protector solar que el año pasado y, además, se sentirán orgullosos y empoderados por ello. Igual hasta se lo cuentan durante una sobremesa en un chiringuito en un momento dado.

El entrenador personal británico James Middleton es uno de los cabecillas de la magufada del verano. Desde su cuenta de Instagram, seguida por 250.000 personas, Middelton escribe: “Piénsalo un minuto. Ellos [las compañías farmacéuticas y las autoridades sanitarias] necesitan que creas que el sol es malo”. En su cuenta de Twitter llama a no usar protector solar porque (esta cita es literal) “la vitamina D producida por el organismo cuando se expone a los rayos solares es capaz por sí misma de impedir el desarrollo de una enfermedad autoinmune”. Middleton no es inmunólogo ni oncólogo. Tampoco es médico. A pesar de eso, sus seguidores aplauden su denuncia del “mito de peligrosidad” creado por la industria para vendernos cremas de protección solar.

El doctor Gonzalo Segurado, dermatólogo de la Unidad de Cáncer de Piel del Grupo Pedro Jaén, concede que, efectivamente, la vitamina D es importante. “Es una hormona necesaria para absorber el calcio y el fósforo, dos elementos fundamentales para la buena salud de huesos y dientes. Por su papel en el metabolismo del calcio, también está implicada en la salud cardiovascular, la fertilidad, en ciertas patologías nerviosas, en las alteraciones autoinmunes, e incluso se estudia su papel en el desarrollo de algunos tipos de cáncer”. Sin embargo, Segurado recuerda que la vitamina D no es determinante por sí misma, o no lo es de manera exclusiva. “Tener un nivel adecuado en sangre tampoco protege de determinadas enfermedades porque hay otros factores en juego”.

Diga no a la protección solar y sí al gorrito de aluminio, que cubre la coronilla y evita que a uno le espíen los pensamientos.
Diga no a la protección solar y sí al gorrito de aluminio, que cubre la coronilla y evita que a uno le espíen los pensamientos.Composición: Blanca López-Solórzano

El experto reconoce que algunos pacientes tienen dudas sobre si el fotoprotector impide la absorción de la vitamina D. “Para absorber la cantidad necesaria serían suficientes entre 15 y 20 minutos de exposición solar sin protección en la cara, los brazos o las piernas”. Otras personas, cuenta el doctor, recurren a “trucos” para ponerse morenos. Entre ellos, usar un factor de protección muy bajo, extender poca cantidad de producto, prescindir de la crema solar en días nublados o ir, a lo largo de todo el año, a cabinas de rayos UVA.

“El bronceado saludable no existe”, precisa el dermatólogo. “El moreno de la piel es un mecanismo de defensa que el organismo pone en marcha cuando recibe la agresión de los rayos solares. Hay que protegerse adecuadamente porque los trucos solo sirven para crear una falsa sensación de seguridad que nos hace más vulnerables ante el daño solar”, precisa el dermatólogo.

En ciertas comunidades de internet y foros de supuestos autocuidados y supuesta medicina natural se ha extendido una peligrosa idea: el sol no es tóxico y sí lo son, en cambio, las cremas de protección solar. El argumento suele ir acompañado de imágenes nostálgicas de hace por lo menos 150 años: nuestros antepasados estaban limpios de químicos, no usaban protección 50 y nunca jamás les fue diagnosticado un melanoma grado III. Vivían felices, recogiendo paja bajo el sol con sus gorritos medievales, según puede deducirse de una foto que circula en Twitter.

En su vigoroso metabolismo no interferían moléculas tóxicas ni disruptores hormonales. Los influencers obvian o desconocen el hecho bien documentado de que el cáncer de piel fue descrito por Hipócrates en el siglo V antes de Cristo.

El osteópata estadounidense Joseph Mercola, conocido conspiranoico de la pandemia, también insiste en la perversidad de los protectores solares. En su caso, barre para casa. Su perfil en Wikipedia lo define, entre otras cosas, como Internet business personality (figura de los negocios de Internet). Su estrategia es identificar los químicos tóxicos en los fotoprotectores para colocarles a sus seguidores sus propios productos alternativos. A pesar de toda la evidencia científica que relaciona los rayos UVA con el desarrollo de tumores en la piel, Mercola también lo considera un mito.

El doctor José Aguilera, profesor de Fotobiología de la Universidad de Málaga y miembro de la Academia Española de Dermatología y Venerealogía (AEVD), estudia la presencia y la capacidad de penetrar en la piel de dos potenciales disruptores endocrinos en las cremas de protección solar, el homosalate y el octocrylene. Un estudio de la OCU publicado en junio pasado desaconsejaba el uso de 29 fotoprotectores porque contenían alguno de estos compuestos. “A veces cuesta más de una década que un filtro solar entre en el mercado porque hay que certificar su seguridad y eficacia casi al 100% a través de la Comunidad Europea”, reflexiona Aguilera, y precisa que los experimentos realizados para comprobar las alteraciones de estos potenciales disruptores endocrinos se han hecho en larvas, huevos y organismos marinos.

“En los humanos se ha experimentado con la cantidad de producto utilizado para determinar si existe una penetración de esos compuestos en la piel. Y solo se ha encontrado permeabilidad y presencia en muestras de sangre a partir de concentraciones superiores a 100 gramos, una cantidad mucho más elevada de la que suele utilizar a diario una persona”. El investigador también recuerda que ningún estudio científico ha constatado que el homosalate y el octocrylene produzcan alteraciones como disruptores endocrinos. “Su perfil de seguridad es muy alto y las normativas europeas imponen un porcentaje máximo en la formulación”, asegura.

La narrativa de desconfianza de ciertos influencers sobre la industria farmacéutica y las autoridades sanitarias se potenció durante la pandemia, especialmente contra el diseño de unas vacunas que no podían eliminar el contagio del virus, pero sí el desarrollo de las formas más graves de la enfermedad. En el caso de los fotoprotectores, un estudio de 2021 que encontró benzeno, una sustancia cancerígena, en varias marcas desató la conspiración de que las cremas solares mataban más que el sol. Una idea que coincidió en el tiempo con el crecimiento de los casos de melanoma y otros tumores de la piel. Circunstancia que los expertos explican por varios factores y ninguno de ellos es el uso de fotoprotectores. Los dermatólogos apuntan al aumento de los deportes y las actividades al aire libre, a los cambios de estilo en la moda que dejan más piel a la vista en verano, a la longevidad, al aumento de los viajes a destinos de alta radiación solar y al uso de cabinas de rayo UVA.

Pero los argumentos de la comunidad científica parecen alimentar aún más las teorías de unos defensores de la conspiración que se otorgan a sí mismos saberes milenarios y poderes casi espirituales. Militantes de la Conspiritualidad, una ideología donde la pseudociencia se mezcla con creencias cuasi religiosas sobre el funcionamiento del mundo y del cuerpo humano. Todo adornado con algunas medias verdades. Léase: las buenas influencias de un astro magnánimo como el Sol, centro neurálgico de varias civilizaciones, están siendo bloqueadas por la vulgar industria química de la edad moderna. Según ellos, ser libre, diferente y natural, pasa por no protegerse de sus rayos. No lo intente en casa.

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Sobre la firma

Karelia Vázquez
Escribe desde 2002 en El País Semanal, el suplemento Ideas y la secciones de Tecnología y Salud. Ganadora de una beca internacional J.S. Knigt de la Universidad de Stanford para investigar los nexos entre tecnología y filosofía y los cambios sociales que genera internet. Autora del ensayo 'Aquí sí hay brotes verdes: Españoles en Palo Alto'.

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