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Quim Gutiérrez: “Conocer a Albert López me generaba dudas éticas: interpretar es hacer un esfuerzo de empatía”

Todavía fresco el bombazo de ‘El cuerpo en llamas’, el actor catalán, imagen de Dior Men, disfruta de una nueva etapa. Vive en el campo, con su familia, y se embarca en proyectos que muestran la cara oculta del eterno hombre de comedia

Quim Gutiérrez es el actor de nuestro star system que se mueve con más soltura en los confines de la moda. Aquí, lleva un polo Dior.
Quim Gutiérrez es el actor de nuestro star system que se mueve con más soltura en los confines de la moda. Aquí, lleva un polo Dior.Ángela Suárez

Quim Gutiérrez (Barcelona, 42 años) no tiene ningún proyecto a la vista. Está tan satisfecho con sus últimos trabajos que lo que le ofrecen le sabe a poco. “Estoy leyendo cosas, guiones… Pero me es difícil, después de vivir un momento tan deseado como estar en el Festival de San Sebastián presentando una peli de Robin Campillo en la que soy protagonista, y semanas después de que saliera una serie donde pude desarrollar un personaje y que además funcionó muy bien”, dice el actor encogiéndose de hombros, como pidiendo disculpas.

Está en racha. En 2023, Gutiérrez estrenó tres proyectos y los tres de peso, cada uno a su manera. El cuerpo en llamas, la serie a la que se refiere, ha sido una sensación, un éxito cuya onda expansiva ha llegado mucho más allá de los confines de Netflix. Mentiras Pasajeras, su otra serie de 2023, no la vio tanta gente, pero es la primera obra para televisión de El Deseo, la productora de Pedro Almodóvar. Por último, La isla roja es el nuevo largometraje de Robin Campillo, el aclamado director francés que ha vuelto a colocar el cine de autor en lo más visto.

“Claro, tío, es que es muy difícil”, insiste, “porque vengo de El cuerpo en llamas, una historia interesantísima. Y luego lo de Campillo, que eso es… Es uno de los hitos de mi carrera, en lo profesional y en lo personal. Nos entendimos muy bien. Fue una carambola participar en esa película. Era complicado lograr el papel: una peli con ese director, y en francés. Pero salió y tuvimos un increíble enamoramiento creativo”. En la crítica de la película para EL PAÍS, Javier Ocaña escribía: “Está protagonizada por el español Quim Gutiérrez en el papel de un arisco personaje decididamente extraño en su carrera, del que sale tan vivo como siempre”.

Esta última frase podría elegirla para su escudo nobiliario. Quim Gutierrez, el talentoso actor barcelonés que se hizo una estrella nacional con AzulOscuroCasiNegro (2006), hoy es uno de los príncipes de la comedia española. A veces parece que, más que encarnar un personaje, encarna un prototipo. En los primeros ochenta, José Sacristán era el español divorciado desbordado por la libertad posfranquista. En el cambio de siglo, Carmelo Gómez era el español optimista de un país moderno y feliz. Estos últimos 10 años, Gutiérrez ha sido el eterno adolescente, un galán más atractivo que guapo, pero guapo también. Ese treintañero adorable, gracioso y pelín desastre que un par décadas antes encarnó en Inglaterra Hugh Grant.

Él lo explica muy bien al hablar de su papel en lo único que le queda por estrenar, Al otro barrio, una película de la realizadora Mar Olid. “Es el tipo de personaje de comedia que me divierte más interpretar. Un tío con mucha jeta, con mucha labia, al borde de lo que es políticamente correcto, que se encuentra en situaciones muy complejas y que intenta poner excusas para salir de ellas. Eso me divierte mucho: intentar defender lo indefendible hasta que no haya otra opción. Los personajes que son creativos en su tontería me parecen muy divertidos”.

Pero algo está cambiando. Ni La isla roja ni El cuerpo en llamas son comedias. La primera es un retrato de la infancia del director en la que Quim interpreta al padre del realizador. La segunda, la recreación de uno de los crímenes más famosos de la España de los últimos años, el caso de la Guardia Urbana, por el que condenaron a dos policías locales de Barcelona envueltos en un confuso triángulo amoroso que terminó en un asesinato. Son papeles distintos a los que acostumbra, aunque el método es el mismo. “Me resulta difícil observarme desde fuera. Para mí, el planteamiento siempre es la búsqueda de la verdad, aunque suene a título de videojuego. Busco la mayor veracidad posible, y eso tiene que ver con generar un universo para el personaje”, explica. En el caso del policía Albert López, su personaje en El cuerpo en llamas, que cumple una condena de 20 años, decidió que no era necesario conocerle. “No creía que fuera a ganar mucho. Ya tenía información suficiente para generar su universo. Puedo estar investigando infinito sobre los personajes, porque creo que el universo nunca es suficientemente preciso, pero en este caso me generaba muchas dudas éticas. Porque además tienes que hacer un esfuerzo de empatía, que no significa justificar los hechos, pero sí imaginar por qué ha hecho lo que ha hecho. Yo estuve muchos meses con este tío en la cabeza”.

Está en periodo de cambio, algo que se nota incluso en las campañas publicitarias que protagoniza. Ahora, también anuncia hipotecas. Allí es, según dice el narrador del anuncio de la entidad bancaria, “el señor Joaquim Gutiérrez Ylla”. Y además es un hombre casado, padre de un niño de dos años. “Voy a citar a Meryl Streep. Ella decía que los actores viven una vida zen porque están obligados a vivir en el presente. Cada vez que acabas un proyecto, tu mundo se cierra, termina aquella estabilidad que creías que tenías mientras rodabas y te enfrentas a la realidad. Todos estamos sujetos a quedarnos sin curro o a ponernos enfermos, pero nosotros lo vemos cada vez que acabamos un proyecto. Eso obliga a ser muy flexible y a vivir muy en el presente. Es eso o vivir muy frustrado”, afirma.

Y continúa: “Yo vivo muy feliz, he hecho terapia para gestionarlo y he sabido sacar la parte buena de mi trabajo y ser muy consciente de todos los cambios de una forma muy meditada. Ocurre de manera muy natural, no es forzado. Sí, me noto distinto desde que soy padre, pero también me noté distinto cuando empecé a hacer pelis en francés y tuve que superar mis miedos. O cuando de pronto me sentía muy encasillado en las comedias y tuve que tomar decisiones radicales como rechazar algunas cosas para hacer otras distintas. Los últimos cambios son gordos y bastante consecutivos, pero no los percibo como más brutales que otros en otras épocas de mi vida. Es muy orgánico”.

Natural, pero radical en cierta medida. Hace 10 años, uno no se imaginaba al sofisticado Quim Gutiérrez, el mismo que habitaba en el barrio de Justicia de Madrid y mostraba su impecable gusto en decoración por Instagram —Axel Vervoordt y Charlotte Perriand son dos de sus favoritos—, no solo viviendo fuera de la ciudad, sino saliendo con unos prismáticos a ver pájaros, una de sus nuevas aficiones. “Sí, vivo en el campo, tengo un hijo, dos perros y un coche grande para que quepan todos”, bromea. Sigue siendo el mismo, “pero mis intereses hace 10 años eran otros. Vivía en la ciudad e iba a Estados Unidos a intentar hacer cosas. Ahora me he relajado y de pronto hago cosas que son como... perder el tiempo. Si perder el tiempo es madurar, entonces sí que he madurado”.

Lo de Estados Unidos es un buen ejemplo de esta nueva etapa. En 2018 rodó Jungle Cruise, una superproducción de Disney con The Rock y Emily Blunt. La pandemia retrasó el estreno dos años y pasó sin pena ni gloria. “Cuando lo intenté, las cosas que me ofrecían me interesaban menos que las de aquí. Una serie allí me pagará más y tendrá más visibilidad, pero prefiero hacer aquí una que me interesa igual. Mi objetivo no es pasar siete años haciendo una serie por muy exitosa y por mucha pasta que me dé. Yo no quiero hacer eso. Yo no quiero hacer ningún House, ningún House of Cards. No me sentiría cómodo haciendo cinco años de mi vida el mismo personaje. Prefiero hacer otras cosas. Si estar muchos años haciendo lo mismo es el precio que hay que pagar para ir allí, prefiero no ir”, explica. Bueno, así tiene más tiempo para ver pájaros. “Tengo intereses variados, pero también he aprendido que hay cosas que mejor no contar. Eso también es madurar”.

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