Tommy Cash, el trapero estonio que revoluciona los desfiles de moda con sus disfraces
Gran aliado de Rick Owens y colaborador de artistas como Charli XCX, Boys Noize u Oliver Tree, el músico se ha convertido en un reclamo de las primeras filas por sus excéntricas ‘performances’, vestido de cama, de bebé, de mesa o de culturista
El diseñador Jean Paul Gaultier presentó esta semana en París su última colección de alta costura para otoño e invierno, en un desfile que contó con Julien Dossena, director creativo de Rabanne, como firma invitada. Mientras sus 33 looks, inspirados en 33 monumentos y enclaves de la capital francesa, cruzaban la pasarela, en la primera fila un espectador que bien podría haber pasado por personaje de Sacha Baron Cohen asistía al evento enfundado en un esmoquin –obra del diseñador Jiawei Han como trabajo de fin de carrera– que evocaba en trampantojo el cuerpo de un hombre musculoso (camisa interna y corbata incluidas), haciendo ejercicios, estiramientos o tomando proteínas a cucharadas de un bote gigante. Pese al esfuerzo de la mujer de la derecha para contener la risa o el apuro con que se pudo ver a la influencer Emma Chamberlain rechazar el ofrecimiento de consumir suplemento para culturistas con él, su presencia y performance distaban de constituir una sorpresa: el individuo en cuestión era el trapero estonio Tommy Cash (Tallín, 31 años), de un tiempo a esta parte un elemento excéntrico plenamente integrado en el folclore de la moda.
En marzo, Cash fue también protagonista del front row en el desfile de Y/Project, durante la Semana de la Moda de París, al ir disfrazado de persona durmiendo, dentro de una enorme cama portátil, a escasos metros de celebridades mucho más comedidamente arregladas, como Avril Lavigne y el rapero Tyga. Su Instagram es un pozo sin fondo de intervenciones de este tipo, tan pronto imitando a la leyenda de la moda Anna Wintour como paseando drones. Se le pudo ver, asimismo, vestido de mesa camilla redonda con crustáceos, copas y velas en el desfile de Doublet hace dos semanas, de bebé con carrito en el de Marine Serre, de empleada de la limpieza (cubo y fregona en mano) en el de Diesel o del mimo francés Marcel Marceau en otro evento de su gran valedor, el diseñador Rick Owens, con quien ha realizado diversas colaboraciones. La más conocida: su exhibición conjunta The Pure and the Damned (2019), en su Tallín natal, que contenía, entre las piezas expuestas, un bote con esperma de Cash; procedente, según él, de una sola eyaculación. “Al principio pensé en venderlo a través de mi página. El esperma está vivo, los fans pueden hacer lo que quieran con él”, contó en una entrevista a Vice. El tarro de semen actualmente se halla en el domicilio de Owens.
La emergencia del trapero como figura más o menos disruptora (en la medida en que supone una disrupción que se presente en actos a los que es previamente invitado con la expectativa de que, justo, vaya a dar espectáculo) y como personaje público ha sido casi inversamente proporcional a la de su faceta musical, donde, en los últimos años, se ha ido mostrando menos prolífico. Con dos discos largos editados en 2014 y 2018, Tommy Cash fue uno de los nombres más destacados dentro de la ebullición internacional que experimentó el género durante la década. Para la plataforma musical Colors, toda una referencia dentro de aquella ola trap, interpretó en directo el tema por el que empezó a obtener notoriedad en 2016, Winaloto. Y en el impresionante videoclip de la canción, escrito y codirigido por él, demostraba también su talento y vocación provocadora como artista visual, aparte del poso de influencia de autores como Alejandro Jodorowsky o Marina Abramović. En España ha actuado en varias ocasiones, la última vez en 2022, y colaborado con Pimp Flaco y Kinder Malo. En su cartilla de aliados están además Charli XCX, Kim Petras, Oliver Tree o Boys Noize.
Lejos de ser “un experimento científico que se escapó de Kazajistán”, como afirmaba en su letra Guez whoz bak, Cash es un estonio de padre ruso y madre ucrania. El ADN báltico es inseparable de su trabajo, que frecuentemente satiriza la resaca postsoviética y el abrupto desembarco de todo lo occidental en la conformación de su identidad cultural: es lo que tiene nacer en el señalado año de 1991, el de la disolución de la URSS. Rick Owens, según él, fue quien le ayudó a “encontrarse”. El diseñador, que usaba la música de Cash para sus pasarelas, y el cantante fueron estrechando su amistad hasta mantener una relación artística estable. Han lanzado líneas de ropa juntos (ya lo había hecho Cash en solitario en 2018 para reírse de la estética de Kanye West y su The Life of Pablo, que entremezcló con elementos del este para bautizarla socarronamente como Life of Pavel), ha sido su modelo y, en una entrevista en Interview Magazine, el estonio llegó a referirse abiertamente a él como “papi”. Los seguidores de Cash parecen encantados con esta pintoresca extensión de su ídolo: cuando el joven y Owens publicaron en 2018 una canción juntos, la histriónica Mona Lisa, fue saludada por muchos en redes sociales como “obra maestra”.
El autor de canciones –y, con ellas, surrealistas videoclips con la directora Anna Himma, del estudio Iconoclast– como Pussy Money Weed, Little Molly o Leave me alone tiene previsto actuar en un festival en la República Checa a finales de julio y en Toronto (Canadá) en noviembre. Si hay más conciertos en los planes de Cash, no parece que sus fans vayan a enterarse por la web oficial del trapero, donde solo vende ropa y accesorios. De tal forma, a los admiradores del polifacético artista que quieran ver o escuchar algo nuevo suyo, en cada una de sus múltiples dimensiones, solo les queda esperar la siguiente sorpresa. Ya sea sobre un escenario o en la primera bancada de una larga pasarela, disfraz epatante encima.
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