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Chino Moya, la esperanza española del cine fantástico: “Nada define mejor una era que sus películas de ciencia ficción”

Este madrileño de 46 años curtido en la publicidad y los videoclips ha firmado Undergods, recibida con entusiasmo por la crítica internacional y que acaba de desembarcar en Filmin

El director de cine Chino Moya leyendo lo que más le gusta: ciencia ficción.
El director de cine Chino Moya leyendo lo que más le gusta: ciencia ficción.
Toni García

El currículum de Chino Moya (Madrid, 46 años) no deja demasiado a la imaginación: León de bronce en Cannes en 2015, nominado como nuevo mejor director de videoclips en los UK music awards en 2011, más leones en Cannes en 2008, premios en festivales como el Silver Shark Kinsal y el Cammon Comunity, trabajos para agencias como McCann Erickson, TBWA, Euro RSCG, Young & Rubicam, JWT Barcelona, SCPF, Shackleton, Rushmore, Villar-Rosas, o Contrapunto y videoclips para bandas del tamaño de St. Vincent, Years and Years, Hurts, Will Young o Ladytron. Nada relacionado con el mundo de la publicidad y la música le resulta ajeno a este madrieño, camino de ser uno de los grandes tótems de un mundillo hipercompetitivo hasta que decidió salirse por la tangente. Su desvío se llama Undergods, y es una de esas películas que no dejan indiferente.

“Me ha costado muchísimo llegar hasta este largometraje. Muchísimo. Miles de negativas, miles de puertas cerradas, momentos muy complicados, pero aquí estoy”, cuenta Moya a ICON, a pocos días de que su aventura fílmica haya llegado a Filmin. Undergods es un paseo por una Europa desolada, casi utópica, poblada por personajes que parecen salidos de los cuentos de Canterbury. Una película con una enorme huella estética en la que Moya ha volcado lustros de obsesiones: “Al ser mi primera peli, supongo que pasa con las operas primas, pues tenía muchos referentes, mucho cine de autor que he visto desde que era adolescente, una selección algo ecléctica: desde el neorreoalismo italiano, cine europeo como Posesión o Christiane F., al mundo de mi infancia. Yo nací a finales de los setenta y mamé Fassbinder o Passolini. Luego añadí la soledad ultramoderna, pelis como Safe de Todd Haynes, Ulrich Seidl, los comics de Enki Bilal y toda esa mezcla de cultura pop y cine de autor” confiesa el autor sobre la poblada mitología de su opera prima.

A pesar de ello, Moya reconoce que su gran inspiración no ha sido otra que “Las metamorfosis de Ovidio, que son más de 250 relatos, donde no hay cortes sino transiciones. Cada historia se convierte en otra de un modo distinto, a veces es un personaje que empieza a contar algo, a veces un personaje se transforma en otro completamente distinto, pero nunca se interrumpe la historia. Incluso El Quijote, cuando él y Sancho Panza van por un camino y aparece alguien que empieza a contar algo y las siguiente cien páginas son de ese tipo explicando su historia… supongo que tenía tantas cosas que soltar que acabé soltándolas todas”.

Undergods ha sido recibida con entusiasmo por la crítica internacional, que ha elogiado su increíble aparato visual y la forma en que Moya viste un territorio familiar con un manto de polvo que acaba posándose en el espectador. Una mirada que el realizador tenía muy clara: “La parte visual, forma y contenido, siempre van de la mano, de eso estoy convencido. Esa parte visual era imprescindible para contar la historia y puse mucho empeño en desarrollar esa estética porque también tiraba del guion: las dos cosas iban de la mano. También debo decir que lo que me gustado más ha sido tener el tiempo para darle vueltas a la idea, de trabajarla a fondo. Con la publi pasa que muchas veces solo rascas la superficie, porque no hay que olvidar que al final el mensaje es ‘compra esto’. Eso sí, y no puedo negarlo: yo no fui a la escuela de cine, así que mi escuela de cine ha sido la publicidad”.

En su opera prima puede advertirse también la gran influencia que el cine de género tiene en la obra de Moya, algo que él mismo reconoce sin ambages: “consumí muchísimo cine de ciencia ficción y terror y eso trasluce. Leí a una crítica inglesa diciendo que nada define tanto a una era como la ciencia ficción y creo que eso es totalmente cierto: si uno piensa en 2001: una odisea del espacio, no hay nada tan sesentero como eso; Rollerball o similares en los setenta o, por supuesto, Terminator en los ochenta. Nada define tan bien esas décadas como esas películas”. Al preguntarle a Moya por el rol de su película en el futuro, el realizador se toma un minuto antes de contestar: “Lo que nos pasó con la peli es que justo la acabamos y empezó el covid y eso le dio una dimensión extra que no tenía. Supongo que eso ha sido algo bastante definitorio en cómo se percibe ahora”.

Moya es hijo de la cultura pop y sus referentes en ese sentido no son ajenos al cosmos habitual, algo que confiesa entre risas: “Bueno, tengo muchísimos referentes, pero si tuviera que hablar de tres supongo que es cierto que Pablo Escobar me ha producido siempre mucha fascinación, como acostumbra a suceder con los grandes villanos. Tiziano porque es de los grandes pintores y Stanley Kubrick porque no puede no gustarte Stanley Kubrick (risas). Llevo tantos años viendo sus películas... últimamente he visto Barry Lyndon y La naranja mecánica en el cine y sigue pareciéndome inigualable. Hay muchos más, pero este trío me parece bastante potente”.

No hay descanso del guerrero y después de tres años de pelearse con su primera película, Moya empieza ahora la batalla para levantar su segundo largometraje. “¿Sabes de que me he dado cuenta al acabar la película? De que sigo igual. Y además, cuando lo acabas es anticlimático, no lo sientes como si hubieras finiquitado algo. Una película como esta en la que cada día es una batalla, en la que te dejas tanta energía, y que además ha coincidido con mis mayores catástrofes personales… total que cuando acabé y me abandonó la adrenalina, no fue un proceso lento. Pasaron meses antes de que todas esas sustancias que generó mi cuerpo me dejaran, además separado, con mi hija, haciendo cada día los deberes… no hubo descanso, ninguno. Ahora miro hacia atrás y pienso: bueno, al menos he hecho una película”.

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