Pierre-Ange Carlotti, el fotógrafo del desenfreno parisiense: “Para muchos la noche es un purgatorio. Para mí, un hábitat natural”
Gracias a sus habilidades sociales y su estilo descarnado, este corso se hizo un hueco entre la élite de la moda y la cultura de París. Tras retratar sus noches (y sus encuentros sexuales), publica su primer libro
Al ver las redes sociales de Pierre-Ange Carlotti (Bastia, Córcega, 32 años) lo primero que se puede sentir es cierta y comprensible envidia: entre sus postales de verano hay autorretratos pasados por agua con modelos como Kiki Willems o Mica Arganaraz y diseñadores como Lázaro Hernández, de Proenza Schouler; entre sus trabajos como fotógrafo más recientes, instantáneas a Hailey Bieber o Roger Federer, por ejemplo. “No negaré que soy un afortunado, porque estaría idiota”, admite al teléfono. E inmediatamente añade: “Pero no es oro todo lo que reluce”.
Empieza a hablar y delata un peculiar acento entre el corso y el francés. Carlotti es parisiense de adopción y habla desde su apartamento en Le Marais, barrio al que llegó hace una década. “Me enamoré de este vecindario, aunque ahora se ha convertido en una sucesión de tiendas y panaderías casi clónicas. Antes solían ser las cuatro calles más inspiradoras de París, ahora se parecen a un centro comercial”, bromea (los latigazos de humor ácido serán una constante en la charla).
Su historia es, para muchos, la muestra de cómo un joven de origen humilde (describe su infancia como “dura, pero instructiva”) puede triunfar casi desde el principio si cuenta con las escurridizas cualidades de ojo, talento y carisma. Carlotti ayudó al hoy consagrado Simon Porte Jacquemus con sus primeros desfiles, ha trabajado para biblias de la moda como Interview o Vogue, y para firmas como Nanushka o Coach. Su estilo es descarnado, pero magnético y sexy. Y con vocación psicológica: “Lo mío siempre fue colarme en las vidas de los demás, capturarlas sin que lo sintieran como una intrusión e intentar ordenarlas”, dice.
Todo eso está en Bad Dreams, el libro que ha autoeditado, el cual se lanza este mes con una tirada limitada —solo 600 copias en todo el mundo— y consiste en una recopilación de fotos, citas y relatos privados recolectados durante el año posterior a la covid. “Odio resucitar el tópico de la pandemia como el mejor antídoto para el aburrimiento, pero en mi caso fue así. Me despertaba sudando todas las noches con unas pesadillas bastante intensas, así que me propuse descifrarlas en imágenes reales”. En el tomo se suceden desnudos, se insinúan encuentros sexuales, alusiones a la violencia y hay hasta una chaqueta en llamas. Todo esto, pasado por el tamiz nocturno y rojizo de su objetivo analógico. “Bad Dreams es el resultado de un viaje a través de las casas y las habitaciones de amigos que me han mostrado su intimidad”, razona con candidez.
Bad Dreams también es la conclusión de la década que Pierre-Ange Carlotti ha pasado reflejando los hábitos de unos miembros muy concretos de una generación –la que llaman milénica–, protagonistas de la escena underground parisiense. “Elegí París para salir de Córcega porque, para mí, aquel era el kilómetro cero de mi universo interior. Recuerdo llegar como un niñato ingenuo, pero no tardé mucho en hacerme con los secretos de un mundillo hedonista y feroz”. Prueba de ello son sus anteriores exposiciones, Bored & Naked (2014) o Bachelor, que inauguró en 2017 para hablar de la soledad homosexual en los tiempos de Grindr. “Me gusta la sensación de ser el dueño de un instante robado, y me hipnotiza la gente que se mueve y expresa con total libertad. Para muchos, la noche es un purgatorio del que hay que mantenerse alejado. Para mí, un hábitat natural del que nunca dejaré de aprender”. Carlotti sale cada noche con una cámara, analógica o digital. Estos días, retrata a estrellas de primer orden como Rihanna —”el mejor día de trabajo que he tenido en mi vida”— y colabora con firmas de vanguardia como Vetements. “La gente más brillante no tiene miedo de colaborar con otros creativos”, afirma.
Con referentes que van de Robert Mapplethorpe a Wes Craven, Carlotti admite que la ayuda que Instagram le ha brindado se ha traducido en prestigio, pero le preocupa por los que vengan detrás: “Tomar una imagen lleva un segundo, pero lo interesante es lo que ocurre cuando decides que tiene algo mágico. Las que me interesan son las que quiero volver a ver en 10 años, pero es casi imposible encontrar una entre las montañas que nos ofrece el algoritmo”.
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