Amar la belleza, odiar el mundo moderno: William Morris y el movimiento Arts & Crafts
El británico fue un revolucionario que defendió con el mismo fervor la artesanía y el socialismo. 125 años después de su fallecimiento, su herencia es mucho más palpable de lo que parece
William Morris (1834-1896) hacía muchas cosas y todas las hacía bien. Poeta, arquitecto, tipógrafo, impresor, editor, artesano, maestro textil, traductor, novelista, defensor de los edificios antiguos y del medio natural; ya con una edad avanzada, en una inopinada reconversión, pasó de artista romántico a activista y agitador socialista. Pero por encima de todo, su obsesión y su principal legado, fue volver a unir las llamadas artes “mayores” y las “menores”, las bellas artes y las artesanías, el puro goce estético de una obra con la utilidad de una herramienta. “Pensaba que lo útil debe ser bello y que lo bello debe ser útil”, explica Manuel Fontán del Junco, director de Exposiciones de la Fundación Juan March que programó en 2017 la muestra William Morris y compañía, el movimiento Arts & Crafts en Gran Bretaña.
Así, el movimiento Arts & Crafts (algo así como Artes y Oficios) del que es referente se dedicó a hacer arte en el interiorismo, los muebles, los papeles pintados, las encuadernaciones. No solo quería cambiar la forma de entender el arte en plena época victoriana, sino la forma de entender la vida. De hecho, más allá de su aportación material, buena parte del legado de Morris radica en sus ideas que, eso sí, se veían fielmente reflejadas en sus creaciones.
Para los integrantes del Arts & Crafts el arte no debía ser solo objeto de arrobo o estar exclusivamente en los altares o en los museos, sino que debía infiltrarse en la vida cotidiana, en las cálidas profundidades del hogar. El propio Morris llevó a cabo sus principios en su residencia, la Red House, un “Palacio de las Artes” levantado en Kent por Phillip Webb, de ladrillo rojo y lleno de pinturas murales y vidrieras donde se reunía a producir arte con sus compañeros. Por sus trabajos, a Morris se le considera un pionero del diseño y de la modernidad. En las fotos que se conservan se le ve como un hombre de gesto apacible, con una poblada barba y el pelo algo revuelto.
Los tiempos de Morris fueron tiempos convulsos: el industrialismo estaba cambiando la faz del planeta a pasos agigantados, reestructurando la sociedad, creando nuevas bolsas de opresión y pobreza en torno a la clase obrera, cambiando las formas de producir, introduciendo una tecnología que aceleraba los tiempos de vida y eliminaba muchos oficios, generando desigualdad e injusticia. Bien pensado, podría ser una descripción de la coyuntura actual. Morris se reveló contra aquellos cambios que, a su juicio, nos llevaban hacia un mundo deshumanizado.
El propio movimiento Arts & Crafts tenía algo que ver con eso, con recuperar la calma, el cuidado, los trabajos manuales, los materiales sencillos, los procesos de ritmo y tamaño humanos. Otros de sus miembros destacados fueron Charles Robert Ashbee, Charles F.A. Voysey, Mackay Hugh Baillie Scott o Ernest William Gimson. “En el ideal de Morris, la técnica sería además un modo de la ética y no un altar erigido al progreso donde sacrificar la propia humanidad”, escribe la socióloga Estela Schindel en el prólogo del libro Cómo vivimos y cómo podríamos vivir (Pepitas de Calabaza).
Suele citarse como inicio del movimiento, que tenía algo de gremio de artesanos medievales, la fundación de la compañía Morris, Marshall, Faulkner & Co (posteriormente Morris & Company). La idea era crear productos de calidad a precios asequibles para todas las clases sociales, pero finalmente la clientela perteneció mayormente a la burguesía. Como también sabemos hoy en día, no es fácil producir artesanalmente a precios bajos. De hecho, esa es una de las gracias de la producción industrial. “Al final, quien podía permitirse un cuidado producto de Morris & Co. eran las capas más pudientes de la sociedad”, señala Fontán del Junco. Esa contradicción atormentó a Morris durante toda su vida.
El activismo socialista de Morris estaba fuertemente trabado con sus ideas sobre el arte y los oficios. “Es, sin duda, el teórico que más lejos llevó la idea de la igualdad humana, porque partió de las premisas más cercanas”, explica Julián Lacalle, editor de Pepitas de Calabaza, que ha publicado algunas de las obras de Morris en español (La era del sucedáneo, Cómo vivimos y cómo podríamos vivir). “Su idea es elevada porque es cercana y se ocupa del desarrollo cotidiano del ser humano”, añade el editor. Las posturas de Morris bebían mucho de las de otro intelectual de la época, su amigo John Ruskin, sociólogo, crítico, artista y socialista que también criticaba el industrialismo y la alienación de los trabajadores y que creía que el principal motivo para trabajar debía ser el propio disfrute del trabajador, el que se le presumía a los artesanos medievales que fabricaban sus piezas de principio a fin, sin ser un eslabón más, casi un robot, en una fría cadena de montaje.
Por eso Ruskin celebraba los errores e imprecisiones de la artesanía y denostaba la mimética perfección desalmada de lo que fabricaba la máquina. El trabajo, tal y como se estaba transformando en aquella época, estaba bajo sospecha. “El mero hecho de plantear si un trabajo tiene sentido o no, ya es una idea revolucionaria”, señala Lacalle, “¿quién, hoy en día, le encuentra sentido a gran parte del trabajo que realiza?”.
Los miembros del movimiento Arts & Crafts estaban fuertemente influenciados por las ideas románticas que rechazaban la rigidez de la razón ilustrada y, también como los románticos, apreciaban las estéticas medievales y el exotismo del lejano oriente. Como los actuales neorrurales, deseaban regresar a la naturaleza, en unos tiempos en los que enormes masas de campesinos dejaban el campo para convertirse en el proletariado de las grandes ciudades.
“Morris repensó el espacio y el tiempo donde se enmarca nuestra experiencia”, dice Fontán del Junco, “no quiere que los edificios nuevos sean feos y los antiguos sean bellos pero se derrumben, ni que las ciudades se dividan en maravillosos centros históricos y suburbios infectos. Lo mismo se aplica para las diferencias entre el campo y la ciudad. Con respecto al tiempo, tampoco quiso que se acabaran los ritmos de vida que se daban en su idealizada Edad Media y Renacimiento”.
Muchas de las ideas de Morris y el Arts & Crafts se ven reflejadas sin cambio en la contemporaneidad, más de un siglo después. De ese movimiento brotaron múltiples escuelas de artes y oficios que se desperdigaron por la geografía y que, posteriormente, desembocaron en lo que hoy reconocemos como la figura del diseñador. Su influencia se notó en el Art nouveau, la arquitectura orgánica de Frank Lloyd Wright o las vanguardias artísticas, hasta la Bauhaus. Más reciente y comercialmente, sus estampados han inspirado productos de empresas como Ikea o H&M, y un homenaje de Loewe.
Si Morris vivió una época convulsa, los efectos de la Revolución Industrial, la nuestra, la última Revolución Tecnológica, no lo es menos, y pervive en muchas personas el gusto por lo artesanal y lo campestre, la búsqueda de una vida más calmada, el rechazo de la invasión tecnológica, de la creciente desigualdad y de la precariedad en el mundo laboral. Morris sería hoy un individuo comprometido, pero también cool.
Su barba, por cierto, tampoco desentonaría. El objetivo persiste en nuestro zeitgeist: una nueva forma de vivir más respetuosa con nosotros mismos, con los demás y con el entorno. “Además del deseo de producir cosas hermosas, la pasión rectora de mi vida ha sido y sigue siendo el odio a la civilización moderna”, dejó escrito Morris.
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