Cómo Deportes Loli se convirtió en una vivienda adaptada a una persona con movilidad reducida y una familia de gatos
El estudio Gon Architects ha diseñado en el barrio valenciano de El Cabanyal un hogar de 135 metros cuadrados dividido en dos pabellones diáfanos separados por un patio con piscina
En mayo de 2020, justo tras el confinamiento más duro, el arquitecto Gonzalo Pardo, de 43 años, recibió un correo que de primeras le pareció spam. El inicio del texto tenía sentido: una familia se interesaba por su estudio de arquitectura para diseñar una casa en un bajo que acababan de comprar en el barrio marítimo de El Cabanyal, en Valencia. El desarrollo no le cuadró tanto. Pedían un espacio diáfano ya que ella se dedica a las artes escénicas, todo tenía que estar adaptado porque él va en silla de ruedas y, además de una niña pequeña, el inmueble debía acomodarse también a sus cuatro gatos, miembros por derecho de la familia. “Eran muchos condicionantes y me sonó raro, como si fuera el enunciado de un examen. Pero dos semanas después volvieron a escribir”, recuerda Pardo, fundador de gon architectss. Ahí nació Casavera, una vivienda de inspiración Mediterránea tan sencilla y austera como singular, cómoda y disfrutable. “Todas nuestras necesidades están cubiertas. Es un sueño hecho realidad”, subraya el propietario, Elies Soler, de 45 años.
Tras un primer encuentro online, el arquitecto se trasladó a Valencia para conocer a la familia y el lugar que querían reformar. Era una parcela de 25 metros de largo y seis de ancho ubicada en el bajo de un edificio de 1919. En la parte más cercana a la calle tenía un zona construida, en la que durante años se ubicó la tienda Deportes Loli. “Ocupaba siete metros y la duda era: ¿qué hacíamos con el resto?”, relata Pardo, que afrontó un programa complejo debido a las limitaciones de movilidad del propietario, la idea de que Aurora –pareja de Soler– debía poder disfrutar de espacios diáfanos para su labor en artes escénicas, su hija –Vera– contara con un dormitorio propio y los gatos–Lupito, Doce, Nosu y Sumi– debían disponer de total libertad en el edificio y, a la vez, había que evitar que salieran a la calle y pudieran perderse. “Todo un reto”, explica el especialista, que cuando se sentó a diseñar junto a su equipo se inspiró lo que él denomina “tópicos”. El Mediterráneo, la luz de los cuadros de Sorolla y la propia esencia de una barriada de pescadores como El Cabanyal estaban entre ellos.
Tras dibujar, borrar y volver a dibujar muchas veces, el boceto inicial fue derivando hasta un proyecto final que planteaba una casa divida en dos pabellones y un patio como centro neurálgico. El recinto descubierto cumplía sobre el papel dos claras funciones. La primera, unir la casa, repartida con un área al este para la zona pública –sala de estar, baño, cocina y un rincón polivalente– y un pabellón al oeste para la vida privada, es decir, las habitaciones, otro aseo y una bañera. Su segundo uso es acoger una piscina que, además de un uso lúdico durante buena parte del año gracias al clima valenciano, tiene una función esencial: se convertía en el lugar donde Elies podía cuidar su musculatura a diario con la práctica de natación. Todo cuadraba. Y tras año y medio de obra, el plano se convirtió en realidad.
Hoy, a los 135 metros cuadrados de Casavera se accede por una pequeña sala que ejerce de zaguán y de aparcamiento de las bicicletas de la familia. Está separada por una celosía de cerámica –el modelo Sitges de la empresa catalana Ferrés, acabada en blanco esmaltado– que permite que tanto la luz como el aire entren, pero a la vez niega las vistas a la calle y evita que los felinos se aventuren a la calle, que tras su peatonalización es ya casi una extensión de la vivienda. La zona más pública del inmueble se compone de un espacio diáfano con techo de bóveda catalana, sorpresa hallada al desmontar el falso techo de la antigua tienda. Ahí se reparten el comedor, un rincón que se puede convertir en despacho o habitación –gracias a una cama abatible y una cortina– y una cocina. Está adaptada a la movilidad del padre de familia: tanto los muebles como la encimera –vaciada por debajo– están a su altura y cuentan con dispositivos para que pueda cocinar sin inconvenientes. Una viga coloreada da vida al espacio de paredes blancas. También hay un baño –girado 45 grados– que cuenta con un banco en vez de plato de ducha. Y tiene una sorpresa: su ventana da acceso a la piscina, que prácticamente penetra en el interior de la casa y facilita la entrada directa a la ducha a Soler tras su entrenamiento.
La piscina, climatizada, tiene medio metro bajo suelo y otro por encima para facilitar el acceso desde la silla de ruedas. Es, además, el elemento más singular de patio, de 26 metros cuadrados, construido por normativa para separarse del edificio de los vecinos y convertido en el eje central de la casa. Allí todo es posible: desde una paella con amigos a una sala de tertulia, un lugar de juegos infantiles o de siesta y lectura tras un baño veraniego. El suelo es de lozas rectangulares de barro –elaboradas por la empresa valenciana Alteret– que también sube por las paredes junto a la piscina –e incluso se adentra en el baño, como la piscina– y cuenta con algunas piezas coloreadas en el horno para dar más vibración a la composición. Atravesarlo sirve para llegar a la zona privada.
La zona privada incluye la habitación de la pareja y la de su hija. Entre medias hay dos áreas separadas donde se reparten la bañera a un lado y el lavabo y el sanitario al otro, ya sin bidé. “Así ganamos eficiencia porque sus usos son paralelos”, explica Pardo. La pared trasera cuenta con un espacio que sirve tanto de separación de la casa contigua como de armario y almacenaje. La mayor particularidad de este pabellón –fabricado con estructura metálica y ladrillo– son sus lucernarios, que dejan entrar la luz valenciana y observar el cielo desde la cama. Se pueden abrir y cerrar de forma mecánica y también oscurecer para hacerlos opacos (y una excepcional escalera exterior permite subir para limpieza y mantenimiento). Dan más luz a la habitación sur, por lo que un tramo de color azul en su pared la difumina; en la estancia norte ocurre al contrario, así que el amarillo es el elegido para impulsar la luminosidad.
Los cuatro gatos también han conseguido lo que buscaban. Se pueden mover por toda la vivienda aunque las puertas estén cerradas, ya que se han construido gateras que atraviesan todos los muros y les otorgan total libertad. “Además, quedan chulísimas sus puertecitas junto a las de los humanos”, sostiene Soler. También disponen de distintos elementos para subir o bajar por las estancias. Y, por último, los armarios no llegan hasta el techo para así generar un espacio por el que los animales puedan transitar o descansar. El equipo de arquitectos tuvo que ceder a la idea inicial de incluir plantas en el patio, porque los felinos acabarían con ellas. “El resultado es un lugar más duro, pero no hay problema porque se puede ocupar de otras muchas formas”, reconoce el arquitecto, también profesor en la Universidad Politécnica de Madrid.
“Encontrar una vivienda accesible es muy complejo, así que haber tenido la oportunidad de utilizar un espacio como este y construirlo en base a mis necesidades es todo un lujo. Cada vez que viene alguien, enseño la casa y le cuento todas sus particularidades me doy cuenta de que es una maravilla. Estamos contentísimos”, asegura Soler, feliz de comprobar cómo un buen diseño puede mejorar la vida de las personas. También lo está el equipo de gon architects –fundado en 2018 y donde hoy trabajan ocho personas– para quienes este fue el primer trabajo fuera de Madrid. Y lo están no solo por el resultado de Casavera, también porque desde entonces han recibido más encargos más allá de la capital. Entre ellos, dos torres de viviendas en Palma y casas de nueva planta en Viena, La Haya, Niza o Tavira. También ganaron el concurso para levantar el centro de investigación y de recepción de visitantes en el yacimiento arqueológico de la ciudad astur-romana de Lancia, en León, planificado para su construcción con materiales locales.
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