Alberto II de Mónaco inaugura en Cantabria un centro rupestre dedicado a su tatarabuelo
La visita no ha durado más de cinco horas debido a “urgencias” en la agenda del monarca, aunque ha podido homenajear a su predecesor, el rey Alberto I, gran patrocinador de las excavaciones y estudios paleontológicos
Sonriente, cercano y relajado, el príncipe Alberto II de Mónaco ha llevado a cabo este viernes 31 de mayo una visita relámpago a Cantabria para inaugurar en el Centro de Arte Rupestre de Puente Viesgo, una exposición dedicada a la figura de su tatarabuelo, el gran patrocinador de las excavaciones y estudios científicos de las principales cuevas con pinturas del Paleolítico Superior en la región en los primeros años del siglo XX. El dirigente monegasco ha viajado solo, aparte de su séquito ―con algún gigante como escolta―, ha aterrizado en el aeropuerto de Santander a las 11 de la mañana para partir apresuradamente hacia las 16 horas, “debido a urgencias en su agenda”, según uno de los organizadores del acto.
La muestra Alberto I, Príncipe de la Prehistoria, inaugurada a los pies del cerro donde se hallan algunas de las cuevas con pinturas y grabados del Paleolítico Superior (entre el 40.000 y el 10.000 antes de Cristo) más importantes del planeta, consiste en varios paneles con textos y fotografías del jefe de Estado del Principado de Mónaco entre 1889 y 1922, en su actividad como patrocinador de expediciones oceanográficas y, sobre todo, de las primeras excavaciones, estudios y extensas monografías sobre santuarios del arte rupestre en Cantabria tan esplendorosos como Altamira, Covalanas, La Pasiega o El Castillo, las dos últimas situadas precisamente a pocos metros sobre este centro de interpretación situado a 28 kilómetros de Santander.
De traje azul marino y corbata beige, Alberto II ha estado acompañado en el acto por la presidenta de Cantabria, María José Sáenz de Buruaga; su antecesor en el cargo, Miguel Ángel Revilla ―anfitrión del príncipe en dos anteriores visitas a la región―, o el alcalde de Puente Viesgo, Oscar Villegas, que también han sido testigos del convenio de cooperación científica y cultural entre la región autónoma y el Principado de Mónaco que ha firmado la consejera de Cultura y Turismo, Eva Guillermina Fernández.
El príncipe Alberto, “muy majo y sencillo”, como lo ha descrito Revilla, antes de fumarse un purito en el prado junto a la exposición, ha firmado en el libro de honor del Centro, que ha sido bautizado como Centro de Arte Rupestre Alberto I de Mónaco en honor a su tatarabuelo, y también en alguna fotografía a modo de autógrafo que le solicitaban algunos de los asistentes a la ceremonia en la que se ha descubierto una placa en recuerdo de su ancestro. “Fiel a la promesa que hice de volver en mi anterior visita en 2022, con motivo del centenario de la muerte de Alberto I, estoy orgulloso de descubrir hoy el Centro de Arte Rupestre que lleva el nombre de mi tatarabuelo”, ha dejado escrito el príncipe de Mónaco en el libro de honor, al tiempo que se ha comprometido a garantizar el apoyo de las instituciones culturales del Principado a las actividades que se van a emprender en este enclave de Puente Viesgo ―una localidad de algo menos de 3.000 habitantes, idílicamente situada entre montañas y colinas de preciosos tonos de verde y conocida también por su balneario de aguas termales situado en el Gran Hotel―.
Roberto Ontañón, director de Cuevas Prehistóricas y del Museo de Prehistoria y Arqueología de Cantabria, ha destacado la importancia del convenio firmado para el futuro de los trabajos en las decenas de grutas prehistóricas en la región, 10 de ellas pertenecientes al Patrimonio de la Humanidad, y también del papel de este Centro Rupestre inaugurado el pasado enero como lugar para la interpretación del arte del Paleolítico.
La relación con España del tatarabuelo de Alberto de Mónaco no se limita a su interés por favorecer el estudio de las cuevas de Cantabria, sobre todo a través del impulso otorgado a las actividades del arqueólogo francés Henry Breuil ―la cónsul general de Francia en España, Marie-Christine Lang, ha asistido al acto junto con la embajadora del Principado, Catherine Fautrier-Roussea―, sino que fue primero alférez y más tarde se licenció como capitán de fragata de la Armada Española en sus años de aprendizaje militar, donde llegó a estar destacado en La Habana y en Cádiz.
Alberto I (1848-1922), un príncipe modernizador que transformó una monarquía absoluta en un reino constitucional y fascinado por la arqueología y la prehistoria, también impulsó 28 campañas oceanográficas a lo largo del Globo. “Pionero de la Prehistoria”, como le ha llamado Sáenz de Buruaga, este mecenas del estudio del arte más remoto en el tiempo quedó maravillado en su visita a Santander en 1904 a bordo del yate real Princess Alice, con una de las manos estampadas sobre un fondo de pigmento rojizo en el misterioso muro de El Castillo y que él atribuyó a una mujer: “Qué no daríamos por ver aparecer a la dueña de esa mano”, anotó Alberto I en su diario, como ilustra uno de los paneles de la exposición. Y es que El Castillo “ofrece la secuencia más completa del Paleolítico desde un punto de vista cronológico”, como explica Eduardo Palacio, historiador y técnico de la conservación de Cuevas de Cantabria.
“Alteza Serenísima ―le ha dicho María José Sáenz de Buruaga, que ha lucido un traje granate, desde el estrado a Alberto de Mónaco―, Cantabria siempre será vuestra casa”, para poner fin a un acto cultural y un acuerdo de una cooperación entre el Principado y esta región. Un acuerdo que quedó interrumpida con el estallido de la Primera Guerra Mundial y que será uno de los ejes de la nueva economía de la región, según ha rematado la presidenta.
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