Los 94 años de Clint Eastwood: pocos igualan a una de las últimas leyendas vivas de Hollywood
Director, actor, productor, compositor de bandas sonoras, político… la polifacética estrella ha hecho del ‘set’ de rodaje su hogar, un lugar desde el que ha encarnado personajes inolvidables y narrado historias que, como él, serán eternas
A mediados de abril, Clint Eastwood reaparecía junto a la etóloga Jane Goodall en un acto celebrado en Carmel, el pueblo californiano donde el actor ha vivido la mayoría de su vida y del que llegó a ser alcalde en los años ochenta. El aspecto del intérprete nonagenario, con frondosa barba blanca y caminando con algo de dificultad, fue tema de conversación en redes sociales para muchos usuarios que, estupefactos, comprendían que Clint Eastwood es de carne y hueso y que, a pesar de llevar toda una vida dedicada al cine, él también envejece.
El legendario cineasta cumple este 31 de mayo los 94 años, pero a pesar de que ya no se deja ver a menudo en eventos públicos continúa trabajando delante y detrás de las cámaras. Acaba de terminar de rodar la que se rumorea que podría ser su última película, Juror No. 2, todavía sin fecha de estreno. Actor, director, productor, compositor de bandas sonoras... después de 70 años dedicados a la profesión, con dos premios Oscar a la mejor dirección y más de 80 títulos a sus espaldas, pocos pueden igualar la trayectoria de quien es considerado una de las últimas leyendas vivas de Hollywood. Venerado por público y crítica, abandera una compleja dualidad entre el arquetipo de tipo duro, serio y lacónico encarnado en muchas de las películas que ha protagonizado y su faceta como director al frente de historias más intimistas, con personajes femeninos potentes y pertenecientes a minorías.
Curtido en televisión e icono del ‘spaghetti western’
Clint Eastwood nació en otro mundo. Un lugar donde no había televisión y en el que convertirse en estrella de cine ni siquiera era un sueño recurrente porque la industria del entretenimiento apenas había echado a andar. Su madre, Ruth Eastwood, se quedó embarazada en pleno crac del 29 y el 31 de mayo de 1930 nació en San Francisco un bebé de más de cinco kilos de peso llamado Clint Eastwood, igual que su padre. Cuatro años más tarde llegó su única hermana, Jeanne. El mundo todavía estaba recobrando el sentido después del impacto de la debacle económica acaecida unos meses antes y durante su primera infancia, Eastwood pasó mucho tiempo viajando junto a su familia, cambiando de ubicación a medida que su padre iba logrando nuevos empleos.
Esa vida en la carretera quedaría reflejada en muchas de sus películas. Muy alto para su edad, el actor se ha definido como un niño tímido que se sintió fascinado cuando la música entró en su vida. En especial, el jazz. Cuando fue entrevistado en el programa Inside the Actors Studio, explicó que aprendió a tocar el piano “de oído”, una habilidad con la que pudo ganarse la vida de adolescente tocando en bares de la zona de Oakland, donde la familia se había asentado. La escuela nunca le interesó demasiado y tras los años de instituto decidió probar suerte en Los Ángeles. Sus 1,93 metros de altura y su belleza severa de rasgos duros funcionaron como carta de presentación. Consiguió su primer papel en 1954, hace ahora 70 años. Sin embargo, después de una temporada trabajando para Universal con pequeños papeles el estudio prescindió de él.
Ahí podría haber terminado el periplo de Eastwood en el cine, no hubiéramos sentido la rabia de Sin Perdón ni llorado con Los puentes de Madison o compadecido a la Maggie Fitzgerald de Million Dollar Baby. Por suerte, recibió una oferta para una serie de televisión en una época en que la vida familiar de la clase media estadounidense giraba en torno a este aparato. Desde 1958 hasta 1965 se curtió en la ficción semanal Cuero crudo. Aquel trabajo no presentaba un desafío demasiado grande para Eastwood, pero le brindó una nueva oportunidad en el cine. Y esta vez, no la desaprovechó. El director italiano Sergio Leone contó con él para protagonizar Por un puñado de dólares (1964), un spaghetti western rodado en España y donde Eastwood construyó su imagen de hombre meditabundo, serio y solitario. La película fue un éxito mundial y aquel hombre sin nombre ataviado con un poncho, un sombrero y un eterno cigarrillo volvió en otras dos películas más: La muerte tenía un precio (1965) y El bueno, el feo y el malo (1966), englobadas dentro de la conocida Trilogía del dólar. Una anécdota ilustra la posición de Eastwood en aquel momento: fue el propio intérprete quien llevó el vestuario para el filme (cigarrillos incluidos). Cuando terminó la etapa de Sergio Leone, Eastwood ya era uno de los actores del momento, pero todavía faltaba un pequeño salto más para ser una rutilante estrella.
De policía embrutecido a director consagrado
Desde el comienzo de su carrera como actor, Eastwood se había sentido atraído por la dirección. En el set de rodaje, seguía con atención los movimientos de los cineastas para, algún día, dar el salto detrás de la cámara. El paso previo fue crear su propia productora, The Malpaso Company, con el objetivo de seleccionar las historias que bajo su punto de vista merecía la pena contar. En 1971 debutó como director con el thriller Escalofrío en la noche, un primer trabajo que dividió a la crítica. Mientras, proseguía con su carrera como actor ganando popularidad año tras año.
En esta época trabajó con el director Don Siegel en Harry el sucio, la primera de cinco películas protagonizadas por el detective Harry Callahan, un policía violento convencido de que el fin justifica los medios. Aquel filme se estrenó en 1971 (la última película de la saga llegó en 1988) en un convulso contexto político con Richard Nixon como presidente de un país polarizado. La película no estuvo exenta de crítica y llegó a ser tachada de “fascista”. Politizada o no, desde el punto de vista comercial fue un gran éxito, tanto es así que el revolver que porta el conflictivo detective, un Smith&Wesson modelo 29, multiplicó sus ventas en aquellos años. La saga de Harry el sucio le permitió sacudirse el polvo del lejano oeste y postularse como nuevo favorito para las películas de acción. Además, le vinculó en el imaginario colectivo a esa imagen de hombre ajeno a sentimentalismos, garante del orden y defensor de la autoridad por encima de todo.
Republicano orgulloso y convencido, el actor nunca ha tenido pelos en la lengua y ha expresado sus opiniones políticas cuando y donde ha querido. También en la gala de los premios Oscar. En la edición de 1973, salió al escenario después de que la activista india Sacheen Littlefeather rechazara, en nombre de Marlon Brando, el Oscar a mejor actor protagonista por El padrino. Aquel gesto con el que denunciaba el trato discriminatorio de Hollywood hacia los nativos americanos fue ridiculizado por Eastwood: “No sé si debería presentar este premio en nombre de todos los vaqueros a los que se filmó en todos los westerns de John Ford a lo largo de los años”, dijo en tono de sorna nada más salir a la palestra.
Consagrado como uno de los grandes directores de su tiempo, nunca ha querido saber nada de la industria más allá de protagonizar y hacer películas. Desde la posición privilegiada que ostenta, hace décadas optó por vivir una vida lo más tranquila posible en Carmel, un pequeño pueblo situado en el condado californiano de Monterrey. Celoso de su vida privada, encontró en su mansión con vistas al mar, rodeada de animales y naturaleza, el reducto familiar idóneo para vivir con parte de sus ocho hijos (la palabra tumultuosa se queda corta para describir la vida privada del intérprete, alimentada más de rumores que de hechos confirmados). El idílico pueblo ha tenido y tiene gran importancia en la vida del actor, quien llegó a ejercer de alcalde entre 1986 y 1988. “No soy una persona muy sociable”, confesó a la BBC en un reportaje de hace años grabado allí. “Veo las películas en un cine de aquí cerca, las veo con gente que no forma parte de la industria y así puedo ver cómo reaccionan, de eso modo entiendo mejor la realidad que me rodea”, contó frente a la cámara.
El éxito más allá de los 60 años
A lo largo de los años, ha compaginado la faceta actoral con la dirección, a veces con trabajos que coinciden en el tiempo. El respaldo definitivo a su labor de dirección llegó en forma de Oscar en 1993. La película Sin perdón, un western sesudo coprotagonizado junto a Morgan Freeman, cosechó nueve nominaciones y se llevó cuatro grandes premios, entre ellos mejor dirección y mejor película. A sus 63 años, tenía por delante algunas de las mejores películas de su filmografía. Él aún inspiraba con su interpretación a actores de acción como Arnold Schwarzenegger, fan declarado de Clint, pero era su forma de contar historias lo que atraía a las grandes estrellas, deseosas de ponerse bajo sus órdenes. “Nunca dice acción ni corten, es él mismo en el set de rodaje. Maravilloso”, le describió Morgan Freeman.
El mismo actor que personificó la violencia policial en Harry el sucio hizo encogerse de emoción hasta al espectador más cínico en Los puentes de Madison (1995), junto a Meryl Streep. La actriz rememoró el rodaje de la que es una de las películas románticas más icónicas en su paso por el Festival de Cannes de este año: “Clint Eastwood hizo esta película en cinco semanas. Trabajó muy rápido. Se levantaba a las cinco de la mañana para llegar a las clases de golf de por la tarde. Básicamente, lo que se ve en la película son los ensayos. Así es como trabaja (…)”.
Además de ser rápido y eficiente en la dirección, el cineasta acostumbra a rodearse siempre del mismo equipo, quizá la familia más estable que ha creado. En 2003, su trabajo se reconoció de nuevo con la aclamada Mystic River, que alcanzó seis nominaciones y dos Oscar. Cuando muchos compañeros de profesión de su generación empezaban a dar un paso atrás o aceptar papeles de poca trascendencia pero gran nómina, él seguía encadenando éxito tras éxito. Al año siguiente de Mystic River llegó el fenómeno Million Dollar Baby, favorita en la temporada de premios. Eastwood produjo, protagonizó y dirigió la cinta, pero, además, compuso su banda sonora, nominada en los premios Grammy. La cinta, siete veces nominada al Oscar, supuso al de Carmel su segunda estatuilla como mejor director.
En sus trabajos sucesivos abordó todo tipo de temáticas, desde el tema bélico de Cartas desde Iwo Jima (2006) o El francotirador (2014) hasta la discriminación racial de minorías reflejada en Gran Torino (2008). El discurso antirracista de aquel filme contrasta con algunas opiniones públicas vertidas por Eastwood. En una entrevista concedida a la revista Esquire en 2016 expresó que hoy en día se ve a “gente acusar a otras personas de racistas y cosas del estilo”. “Cuando yo crecí, esas cosas no se consideraban racistas”, argumentó. En esa misma entrevista se pronunció acerca de Donald Trump, restando importancia a los continuos comentarios racistas que el empresario había vertido durante la campaña electoral de ese año: “Ha dicho muchas tonterías. Y todos ellos también. Ambos lados, la prensa y todos no paran de decir ‘oh vaya, eso es racista’ montando un gran escándalo. Simplemente supéralo, es un momento triste en la historia”. Parece que la gestión de Trump no le convenció porque cuatro años después mostró su apoyo al candidato demócrata Michael Bloomberg.
Más de 70 años después de adentrarse en el mundo del cine, la maquinaría Eastwood sigue a pleno rendimiento. En su último trabajo, el thriller Juror No. 2, ha contado con Nicholas Hoult y Toni Collette para los papeles principales de esta historia ambientada en un juicio de asesinato cuyo rodaje finalizó el pasado abril. Lo que no parece probable es que el cineasta se deje ver en público. Sus apariciones en los últimos años han sido casi inexistentes, pero lo cierto es que nunca se ha prodigado en la alfombra roja más de lo necesario. Su sitio está en el set de rodaje, su hábitat particular, el lugar donde ha encarnado a personajes capaces de trascender el paso del tiempo y donde ha dirigido películas que, como el propio Eastwood, serán eternas.
Los Eastwood, una familia numerosa y atípica
Si la carrera profesional de Clint Eastwood es una de las más prolíficas de Hollywood, su vida personal no es precisamente escueta. Celoso de su privacidad, no ha podido esquivar la fama de mujeriego que le persiguió desde el inicio de su carrera. El intérprete solo ha estado casado en dos ocasiones (de 1954 a 1984 con Maggie Johnson y desde 1996 hasta 2014 con la presentadora Dina Ruiz), pero su lista de parejas es mucho más larga, con infidelidades constantes. Su gran amor fue la actriz Sondra Locke, con quien salió durante más de una década, iniciando su noviazgo cuando todavía estaba casado con Johnson. Locke relató años más tarde cómo su relación y ruptura con Eastwood había perjudicado a su carrera. Sobre esta etapa con Eastwood, aseguró que en los últimos años de la relación el actor había llevado una vida paralela con Jacelyn Reeves, con quien había tenido dos hijos. Hacia 1990, el que fuera el hombre sin nombre hizo oficial su relación con la actriz Frances Fisher, junto a quien trabajó en películas como Sin perdón. Con ella tuvo a su hija Francesca. En total, ocho hijos reconocidos de seis mujeres diferentes.
Los nepo babies de la estirpe Eastwood mantienen la conexión del apellido con Hollywood. De sus ocho hijos, casi todos se dedican al mundo del espectáculo, aunque mantienen un perfil bajo. La excepción es el actor Scott Eastwood, de 38 años, fruto de la relación de su padre con Jacelyn Reeves. Durante un tiempo, el joven utilizó el apellido de su madre, aunque sus primeros papeles fueron en películas como Gran Torino o Invictus, ambas dirigidas por su padre. En los últimos años ha protagonizado sobre todo títulos de acción, entre ellos dos películas de la saga Fast & Furious. En el horizonte le esperan estrenos junto a Robert De Niro y Jamie Foxx (el filme Tin Soldier) o Sylvester Stallone (la película de espías Alarum, en fase de posproducción).
Del resto de hijos reconocidos, la mayor es Laurie Murray, nacida en 1954 tras una relación esporádica que tuvo lugar durante la época en la que el actor estuvo comprometido con Maggie Johnson. Al enterarse que estaba embarazada, la mujer dio a la niña en adopción, algo que Eastwood no llegó nunca a saber. El cineasta se reencontró con ella 30 años después, cuando su hija le buscó al sentir interés por saber quién era su padre biológico. A ella le sigue la productora de cine Kimber Lynn (59 años, fruto de una relación extramarital durante su matrimonio con Maggie Johnson), Kyle Eastwood (55), compositor y músico de jazz, y Alison (51), directora y actriz, ambos hijos de Maggie Johnson. De su relación con la actriz Frances Fisher nació Francesca (31), dedicada a la interpretación sin grandes papeles a sus espaldas. Y del matrimonio con Dina Ruiz, Morgan Eastwood (27), su hija menor.
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