Michael Bloomberg, el precio de la política
El exalcalde de Nueva York vierte sus millones en una campaña sin precedentes que, sin concurrir todavía, escala ya al tercer puesto en los sondeos de las primarias demócratas
En noviembre del año pasado, Michael Bloomberg, la 12ª persona más rica del mundo, apostó más de 500 millones de dólares a que los demócratas no lograrían salir de las dos primeras pruebas de su proceso de primarias con un líder claro. Y ganó.
Ahora, cuando su nombre aún no ha parecido en una papeleta, pues decidió saltarse las primeras cuatro pruebas, el magnate de la información económica y exalcalde de Nueva York emerge como un más que serio aspirante a enfrentarse a Donald Trump en las presidenciales de noviembre. Le han ayudado el caos con el recuento de los caucus de Iowa y, sobre todo, el hundimiento del exvicepresidente Joe Biden, que despeja el carril del centro. Pero no todo es suerte en alguien dispuesto a arrojar de entrada 500 millones en una campaña sin despeinarse.
Resulta difícil comprender cuán rico es Bloomberg y cuánto se puede hacer en una campaña política si se invierte muchísimo dinero. No es el primer millonario en la política estadounidense. Uno, de hecho, vive en la Casa Blanca. Pero Donald Trump tiene una riqueza estimada de 3.100 millones de dólares, según Forbes, y la de Michael Bloomberg se estima en 61.800 millones. La misma diferencia que existe entre alguien que gana 50.000 dólares al año y alguien que gana un millón. A un superrico y un rico no les separa un abismo en términos de estilo de vida, pero las posibilidades de uno y otro en la política sí son bien diferentes.
No existen precedentes en la historia del tipo de campaña que está haciendo Michael Bloomberg. Ha decidido acudir directamente al Supermartes, el 3 de marzo, en el que votan 14 Estados. Aún no ha participado en ninguna primaria o caucus, y su campaña ya tiene el doble de personal del que tenía la de Hillary Clinton en vísperas de las elecciones presidenciales de 2016. Ha invertido millones en investigación, ha montado 125 oficinas por todo el país y los trabajadores de su campaña empiezan cobrando 72.000 dólares anuales, el doble que en las de los otros candidatos. En la primera encuesta de la universidad de Quinnipiac en la que aparecía Bloomberg, tenía un 3% de apoyo. El pasado 10 de febrero, en la misma encuesta, subió al 15%. Entre una y otra, ha invertido 347 millones de dólares en publicidad. ¿Cuánto vale un punto porcentual? Dividiendo, 29 millones de dólares.
Actulmente Bloomberg ocupa el tercer puesto en el promedio de sondeos a nivel nacional, después del izquierdista Bernie Sanders y del centrista Joe Biden. Pero los pésimos resultados de Biden en Iowa y en New Hampshire ponen en bandeja a Bloomberg el liderazgo del centro. Pete Buttigieg y Amy Klobuchar, quinto y sexta a nivel nacional y con mejores resultados en las primeras citas, corren también por ese carril central. Pero se les vaticinan dificultades en las próximas citas, en Nevada y Carolina del Sur, con el electorado latino y afroamericano. Sabedor de que podría beneficiarse de nuevo de un resultado poco contundente, Bloomberg anunció que duplicará su presupuesto publicitario.
El resultado es que los anuncios de su candidatura se han convertido en omnipresentes en las pantallas del país. Sus mensajes, después de que contratara a los mayores creadores de memes de la industria, inundan las redes sociales. Entre recuentos caóticos, luchas fratricidas y cierta frustración reciente ante un Trump que parece imparable, Bloomberg está logrando explotar la sensación de que el Partido Demócrata necesita a alguien de fuera que ponga orden.
Certificando su auge, el magnate se ha convertido en el blanco predilecto de las críticas de los demás candidatos. Y de Donald Trump: los dos protagonizaron una pelea tuitera esta semana, en la que el presidente llamó a Bloomberg “masa de energía muerta” y este le contestó que sus conocidos en común se referían a él, a sus espaldas, como un “payaso ladrador de carnaval”. Bloomberg sabe que la ira de Trump le da alas. Al fin y al cabo, él es la prueba viviente de que un millonario neoyorquino que se lanza a una carrera presidencial hiperpoblada puede llegar a la Casa Blanca. Y Bloomberg tiene muchos más millones que Trump.
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