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Adicciones, divorcios y 27 hogares: la errática vida de Frances Bean Cobain, la discreta hija del ‘grunge’

La única descendiente de Kurt Cobain y Courtney Love ya era famosa antes de nacer con síndrome de abstinencia. Hoy alcanza los 30 años alejada del foco mediático, dedicada al arte y a salvaguardar el legado de su padre

Kurt Cobain y Courtney Love
Frances Bean Cobain, en el desfile de Moschino x H&M, celebrado en octubre de 2018 en Nueva York.Mike Coppola (Getty Images)

“Dentro de algunos años verá esto y dirá: ‘¡Gracias, papá!”. Quien bromea con esta frase, mientras mira a Kurt Cobain sosteniendo un biberón y a su hija de apenas meses, es Krist Novoselic, bajista y uno de los fundadores de Nirvana, en una entrevista a MTV en 1992. Desde su nacimiento, Frances Bean Cobain (Los Ángeles, 30 años) se convirtió en el centro de atención en cada una de las apariciones públicas de la banda que definiría la escena grunge y underground de los noventa y que había consagrado a su líder como el icono de la generación X.

Mítica es aquella imagen en la que Frances —que debe su segundo nombre (Bean, alubia en su traducción del inglés) a la apariencia con la que su padre la comparó en su primera ecografía—aparece llorando desconsolada en los brazos de la drag queen RuPaul en la alfombra roja de los premios MTV de 1993, junto a su padre y un joven Dave Grohl. “Estoy plenamente convencida de que aquella foto captura a la perfección la personalidad que estaba forjándose. Tú eres la razón de que yo sea como soy”, explicaba en 2018 la mismísima protagonista de la imagen en el podcast dirigido por el propio RuPaul, What´s the Tee.

¿Y cómo es Frances Bean Cobain? Para la mayoría, un gran misterio. La única descendiente que tuvieron durante su relación Kurt Cobain y la cantante de Hole Courtney Love ya era famosa desde antes de nacer, con síndrome de abstinencia, un 18 de agosto de 1992. Ahora, a sus exactos 30 años, la joven vive alejada del foco mediático, se define como “artista visual” y se dedica a salvaguardar el legado de su padre.

Frances Bean Cobain, en los brazos de RuPaul, junto a Dave Grohl y Kurt Cobain, en los premios MTV de 1993.
Frances Bean Cobain, en los brazos de RuPaul, junto a Dave Grohl y Kurt Cobain, en los premios MTV de 1993. Jeff Kravitz (FilmMagic, Inc)

Si su madre se convirtió en la viuda del grunge con el suicidio de Cobain el 5 de abril de 1994, a ella le tocaría asumir, muy a su pesar, el papel de hija y huérfana. Y todo ello con apenas 20 meses. “No puedo soportar la idea de que Frances se convierta en una rockera siniestra, miserable y autodestructiva como me he convertido yo (...) su vida será mucho más feliz sin mí”, escribió su padre en la nota de suicidio que encontraron junto a su cadáver.

Aunque ha tenido tímidas incursiones en el mundo de la música —en una entrevista definiría su sonido como si PJ Harvey y Fiona Apple se pelearan a puñetazos, una pelea solo rota por los llantos de Dolly Parton y Jeff Buckley desde el cielo—, la hija de Cobain, que tiene de padrinos al cantante de R.E.M. Michael Stipe y a la actriz Drew Barrymore, no se ha convertido en esa “rockera siniestra, miserable y autodestructiva” que temía su padre. Ni siquiera, a pesar de sus tímidos escarceos, se ha decidido por el cine o la moda como profesión. De adolescente, Frances rechazó los papeles que le ofrecieron en el cine para protagonizar la saga Crepúsculo y para encarnar a la Alicia de Tim Burton. A los 19 años, y coincidiendo con su cumpleaños y con el 20º aniversario del álbum Nevermind, posó para el diseñador y fotógrafo de moda Hedi Slimane, y en 2017 acompañaría a Marc Jacobs, amigo de la familia, a la gala del Met, después de haber prestado su imagen para la campaña de primavera del diseñador neoyorkino.

Lo que sí ha heredado Frances de Kurt, además de 140 millones de euros de la fortuna que todavía genera el líder de Nirvana y el control sobre sus derechos de imagen, que suman 100.000 dólares al mes (algo más de 98.400 euros), es su pasión por la pintura y el dibujo. En 2010 exhibió por primera vez sus creaciones en una galería de Los Ángeles, California, bajo el seudónimo de Fiddle Tim.

Donde la joven también muestra su arte, además de detalles con cuentagotas de su vida personal, es en su perfil de Instagram @thespacewitch, con 1,5 millones de seguidores. “Quería compartir algunos momentos que fueron capturados/creados el año pasado y que me trajeron una gran alegría”, escribiría el pasado 2 de enero en su última publicación, donde se pueden ver, entre otras imágenes, fotos en las que aparecen sus perros, una de ella de bebé junto a su padre, a su abuela paterna, Wendy O’Connor, un selfi y también a su actual pareja, el patinador profesional y músico Riley Hawk, hijo del icono del skateboarding Tony Hawk. “Con la esperanza de que el 2022 de todos esté lleno de conexiones auténticas, mucha calidez y un profundo descubrimiento de uno mismo. Feliz año nuevo”, concluía el mensaje, que lanzaría después de estar un año alejada de las redes sociales, algo que, como ella misma comenta, le trajo paz mental.

Un equilibrio que le ha costado alcanzar a esta joven a la que con apenas dos semanas de vida la separarían de sus progenitores después de que su madre admitiese públicamente en una entrevista en Vanity Fair que había consumido heroína durante su embarazo. “Si algo me aparta de esta cosa del rock and roll es ella, no quiero que sufra las consecuencias de mi vida”, reflexiona en una grabación casera su fallecido padre en el documental Kurt Cobain: Montage of Heck (2015), con imágenes inéditas cedidas por la familia del líder de Nirvana. Frances formó parte como productora ejecutiva, para encargarse, como ella más tarde reconocería, de que no se romantizara el mito de su padre. Más tarde, ella misma pediría personalmente a Lana de Rey a través de Twitter que no glamurizara el suicidio de uno de los miembros del club de los 27 más ilustre.

Frances Bean Cobain y su madre, Courtney Love, posan en el estreno de 'Kurt Cobain: Montage Of Heck' (2015) en el festival de Sundance.
Frances Bean Cobain y su madre, Courtney Love, posan en el estreno de 'Kurt Cobain: Montage Of Heck' (2015) en el festival de Sundance. Paul Marotta (Getty Images)

El estreno de la película, en el Festival de Sundance de 2015, fue la excusa perfecta para el reencuentro público entre Courtney Love y ella, después de que Frances hubiera dado tumbos “como una nómada” en más de 27 casas diferentes a lo largo de su vida, pero principalmente entre la granja con su abuela paterna, Wendy O’Connor, en Olympia (Washington, EE UU) y el hotel californiano Chateau Marmont, que frecuentaba con su madre. En 2003, Love volvería a perder la custodia de su hija tras un arresto por intento de robo, sobredosis de drogas y amenazas de suicidio. La cantante de Hole recuperó a Frances tras pasar un tiempo en rehabilitación, y en 2009 volvería a perderla por tercera vez.

La vida amorosa de Frances también ha estado llena de altibajos, aunque ahora presuma de estabilidad junto a Hawk. Se casó con el músico Isaiah Silva en 2014 y se divorció dos años después. “Creo que me casé pensando en asegurarme tener una familia desde muy temprano, todo lo contrario que mis padres, que solo tuvieron estabilidad durante dos años”, reflexionaría Cobain en el podcast con RuPaul. Durante la dura pelea de separación, la pareja llegó a un acuerdo y el cantante consiguió quedarse con la guitarra Martin D-18E con el puente a la izquierda que Kurt Cobain usó durante su icónica actuación MTV Unplugged, en 1993.

La promoción del documental que cuenta la faceta más íntima de su padre, además, sirvió para que la joven —que con 16 años posó para la revista ELLE con los pantalones y el jersey que había usado Kurt Cobain para casarse en Hawái— hablara por primera vez del suicidio del músico, del que Courtney no le contaría nada hasta que cumplió cinco años, tras muchas horas de terapia. “Kurt llegó al punto en el que finalmente tuvo que sacrificar todo lo que era por su arte, porque el mundo se lo exigía. Creo que ese fue uno de los principales factores desencadenantes de por qué sintió que no quería estar aquí y que todos serían más felices sin él”, explicaba la joven, de entonces 22 años, en una entrevista exclusiva a la revista Rolling Stone. “A los 15 años me di cuenta de que no podía escapar de mi padre. Incluso cuando estoy dentro del coche y tengo encendida la radio, allí está. Él es más grande que la vida misma, sobre todo en nuestra cultura obsesionada con la muerte de los músicos. Adoramos ponerlos en un pedestal”, lamentaba en la misma publicación, de la que fue becaria y en la que uno de sus periodistas senior, David Fricke, calificaría a su padre como el John Lennon de su generación.

A la espera de las memorias de Courtney Love, que anunció a principios de agosto que había concluido después de una década de trabajo, nadie sabe a ciencia cierta si Frances Cobain, que en 2018 reconoció su adicción al alcohol y las drogas, después de dos años sobria, ha visto aquellas imágenes en las que Krist Novoselic en la MTV le augura a Cobain que le dará las gracias a su padre en un futuro. Lo que sí puede intuirse, por sus palabras en aquella entrevista exclusiva en Rolling Stone, en la que también confesaba que no le gustaba la música de Nirvana, es que la discreta hija del grunge sintió alguna vez una profunda nostalgia de algo que jamás sucedió. “Si él [Kurt Cobain] hubiera vivido, yo habría tenido un padre. Y eso hubiera sido una experiencia increíble”.

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Sobre la firma

Belén Hernández
Redactora de Estilo de Vida, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde escribe sobre cultura y tendencias, pero también sobre infancia, medio ambiente y pobreza en países en desarrollo. Antes trabajó en El Mundo y Granada Hoy. Es granadina, licenciada en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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