Matthew Bronfman, el ‘príncipe’ de Wall Street y heredero de un imperio licorero que se ha reunido con el rey Felipe VI
El magnate estadounidense, cuya familia fundó la destilería de ginebras Seagram, ha entregado el premio Gesher al monarca en La Zarzuela en nombre del American Jewish Committee, la principal organización judía de diplomacia pública del mundo
La realeza de Wall Street se ha encontrado este miércoles con el rey Felipe VI en el palacio de la Zarzuela. El magnate neoyorquino de raíces judeorrusas Matthew Bronfman ha entregado al monarca el premio Gesher (puente, en hebrero) en nombre del American Jewish Committee, la influyente organización judía de la que forma parte. Bronfman otorgó el reconocimiento al Rey por su papel a la hora de fomentar las relaciones entre España, América Latina e Israel. El empresario de 62 años es conocido como “el triple heredero”. Su padre era Edgar Miles Bronfman, segunda generación al mando del imperio licorero Seagram, una de las mayores destilerías del mundo. Su madre, Ann Loeb, era hija de John Langeloth Loeb, uno de los fundadores de American Express, y de Frances Lehman, miembro de la dinastía que creó Lehman Brothers, el banco de inversiones que quebró en 2008.
El American Jewish Committee es la principal organización judía de diplomacia pública del mundo. La delegación que ha venido a España, de la que Bronfman forma parte, tiene una gran influencia internacional. Su agenda en Madrid así lo demuestra. En estos días también se han reunido con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares; la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida; y el líder del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, entre otros, en un viaje organizado por el Centro Sefarad-Israel y la Federación de Comunidades Judías de España.
Según The New York Times, la familia Bronfman es “quizá la fuerza más grande en el mundo filantrópico judío”. Matthew heredó de su padre el compromiso con la comunidad hebrea. Edgar Miles Bronfman no solo internacionalizó la ginebra Seagram, sino que también jugó un papel importante en la geopolítica mundial. En los años ochenta del siglo pasado, en plena Guerra Fría, utilizó su poderío para hacer contactos con Mijaíl Gorbachov e inició las relaciones diplomáticas entre Israel y la Unión Soviética. Así es como logró que Moscú legalizara el idioma hebreo en la URSS y que los judíos soviéticos pudieran practicar legalmente su religión y emigrar a Israel. También destapó el pasado nazi del presidente austríaco Kurt Waldheim, y ayudó a que muchas víctimas del Holocausto recibieran compensaciones económicas de bancos alemanes y suizos.
La fortuna de los Bronfman se remonta a más de un siglo. A finales del siglo XIX, la familia huyó de los pogromos antisemitas de la Rusia zarista y se instaló en Canadá. Samuel Bronfman, fundador de la dinastía, hizo fortuna en el negocio de bebidas destiladas alcohólicas durante los años de la Ley Seca en Estados Unidos, una prohibición que duró más de una década. A mediados de 1950, Seagram ya era uno de los principales distribuidores de bebidas alcohólicas del mundo, un conglomerado con ramificaciones en diversos sectores, incluidos los estudios de cine Universal de Hollywood o la discográfica PolyGram, entonces la compañía de discos más grande del mundo. En esos años, los Bronfman levantaron su cuartel general en Nueva York, el rascacielos Seagram, una de las obras más icónicas del arquitecto moderno Mies van der Rohe.
Matthew Bronfman estaba destinado a heredar y dirigir los negocios de su familia y recibió la formación para ello. Estudió en un internado de New Hampshire y en Williams College, una elitista universidad privada por cuyas aulas pasaron Reza Pahlaví, hijo del último shah de Irán; el director de cine Elia Kazan; el premio Nobel de Economía de 2003 Robert Engle; o el actor David Strathairn (L. A. Confidential, Lincoln y nominado a un Oscar por Buenas noches, y buena suerte). Realizó un MBA en la Harvard Business School y a mediados de la década de los ochenta dio sus primeros pasos en las finanzas trabajando para el banco de inversión Goldman Sachs.
El Jerusalem Post lo ha definido como un “importante hombre de negocios estadounidense enamorado de Israel”. Con los años, se ha convertido en uno de los mayores inversores americanos en ese país: es el principal accionista de la subsidiaria israelí de Ikea, del Israel Discount Bank y de Shufersal, la cadena de supermercados más popular de Tel Aviv. También es consejero delegado de BHB holdings, una compañía que gestiona los negocios e inversiones de su familia en numerosos sectores: desde finanzas en Wall Street hasta desarrollos inmobiliarios.
La vida privada de Bronfman es tan variopinta como su currículo. Ha estado casado cuatro veces y tiene nueve hijos. Su divorcio de su segunda mujer, la heredera canadiense Lisa Belzberg, hija del magnate de las finanzas Samuel Belzberg, fue muy mediático. El matrimonio se separó en 2002, después de que algunos medios de comunicación informaran sobre la amistad de Belzberg con Bill Clinton y que Newsweek publicara unas imágenes de la heredera con el expresidente de Estados Unidos. Su tercer divorcio, de Stacey Kaye, también atrajo la atención de la prensa. Se separaron en 2016, cuando él inició una relación con la joven israelí Melanie Lavie. Con ella ha tenido a sus hijos más pequeños, James y Stella, el octavo y la novena de esta saga.
Los Bronfman siempre han sido tan ricos como prudentes y enigmáticos. Esa discreción saltó por los aires en 2020, cuando Sara y Clare Bronfman, hermanas de Matthew, fueron demandadas por 80 exmiembros de NXIVM, una organización de estructura piramidal que se hacía pasar por un grupo de autoayuda y que resultó ser una secta y una red de blanqueo de dinero y esclavitud sexual. Según la justicia, Clare llegó a donar 116 millones de dólares de su fortuna personal, unos 98 millones de euros, a la organización dirigida por el ahora convicto Keith Raniere. Ese mismo año, tras admitir su culpabilidad, fue condenada a casi siete años de prisión.
Pese al escándalo del caso NXIVM, Matthew Bronfman y su familia siguen gozando de gran prestigio en la alta sociedad neoyorquina, donde son considerados parte de la realeza de Wall Street. La siguiente generación de la dinastía también se dedica al mundo de las finanzas. Los hijos mayores del magnate, fruto de su primer matrimonio, siguen sus pasos con sus propias empresas de inversiones en el mercado inmobiliario.
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