Lenny Kravitz: crudivegano, amante del rock and roll y de la marihuana
El cantante hace balance, en el libro de memorias que publica la próxima semana, de sus primeros veinticinco años antes de que se convirtiera en una estrella,
El cantante Lenny Kravitz se suma a la moda de las biografías y publica el próximo día 6 un libro de memorias, Lenny Kravitz, Let role rules. En él se sincera sobre los primeros 25 años de su vida, hasta que debutó en 1989 con un álbum que bautizó con el mismo título que ahora ha utilizado para su libro, donde no habla de su época de estrella sino de las influencias que inspiraron su música híbrida entre el soul y el rock clásico. El artista, ganador de cuatro premios Grammy consecutivos entre 1999 y 2002, define a este período de su vida como “un viaje, lleno de aventuras” en el que se encontró a sí mismo y a su voz. Y añade: “A través de esa experiencia, el amor fue la fuerza que abrió el camino y el amor se convirtió en mi mensaje”.
En un capítulo adelantado por la revista Rolling Stone en septiembre, Kravitz describe cómo descubrir a Led Zeppelin y la marihuana en el mismo día fatídico lo ayudó a guiarlo hacia su camino musical. “El hip-hop marcó un cambio de juego cultural, pero mi propio cambio de juego personal llegó por dos vías que chocaron en mi primer año de secundaria en Santa Mónica. La combinación rock and roll y marihuana me impulsó en una dirección completamente diferente”, dice en el libro.
Cuenta cómo descubrió la marihuana junto a dos amigos, Shannon Brock, “mitad negro y mitad judío” como él, y Derek, “un niño mitad blanco y mitad hawaiano”, que tenía un padre hippie que frecuentaba a Brian Wilson, de los Beach Boys. Un niño que encantaba a su madre. “Mi madre vio su lado dulce. Mamá vio el lado dulce de todos”, explica Kravitz describiendo al mismo tiempo los sentimientos que le provocaba su progenitora. “Tomé una bocanada y exhale. Shannon me dijo que lo aguantara más. Lo hice. Precisamente al mismo tiempo que golpeó mi cabeza, Dereck deslizó un casete en su radiocasete y esta vez algo cambió”, dice para describir su primera experiencia con un porro. La música del casete era la de Led Zeppelin, al quien no conocía, y según sus palabras la mezcla de marihuana y la canción Black Dog, le hizo volar. “El cielo se abrió. El mundo se hizo más grande y más hermoso. Estaba jodido”, escribe el cantante en sus memorias. Y tras relatar cómo se sintió en esa primera experiencia, lo que importa es que en el mismo día aprendió la habilidad de mantener el humo de la marihuana, y se convirtió en un fanático de la droga y de Zeppelin del que esa misma semana se compró todos los casetes que existían en el mercado. “La marihuana y el rock se convirtieron en mi dieta habitual”, afirma en el libro.
A partir de ahí la música, los sonidos, le obsesionaron. Dice que escuchó a todos: a Hendrix, a KISS, que le encantaba, a Stevie Wonder, a Bob Marley, a los Eagles, a Phoebe Snow... El objetivo era oír ritmos. También seguir saliendo con sus amigos, muchos de los cuales tenían padres hippies que ya habían fumado marihuana abiertamente, aunque ellos siguieran haciéndolo en secreto. En su casa no era lo mismo: “La mayoría de los padres de mis amigos estaban en la treintena, a diferencia de mi mamá, que tenía cuarenta y seis, y mi papá, cincuenta y uno. En mi casa, papá gobernaba con mano de hierro”, relata. En las de sus amigos no había normas, allí podían fumar marihuana, comer comida basura, ver durante horas la televisión y escuchar música a toda pastilla. Todo valía y allí Lenny encontró su sitio por un tiempo.
En Prince se vio a sí mismo y en su madre encontró un refugio. Roxie Roker era, según su hijo, “una actriz y una seductora mujer caribeña americana” que conocía a “todos los artistas e intelectuales negros de los años setenta”. A Sky Kravitz, su padre que era productor de noticias de televisión, le describe como “un judío seguro de sí mismo”, cuyos padres se negaron a asistir a la boda con su madre y con quien Lenny mantuvo una relación difícil.
En una parte del libro Kravitz recuerda que su padre, que era bastante mujeriego, llegó a decirle después de engañar a su madre: “Tú también lo harás”. Reconoce que esas palabras le afectaron más de lo que pensó entonces. También que escribir estas memorias le ha servido para aceptar y perdonar. Lo hizo con su padre. “Hicimos las paces antes de que muriera”, cuenta el cantante. “Le amo pero me aferré a cosas que afectaron a nuestra relación. Al escribir el libro pude eliminar esos prejuicios y llegué a verlo como un ser humano”, explica.
Kravitz afirma que él se siente dual: “Blanco y negro. Judío y cristiano. De Manhattan y de Brooklyn. También de pareja mixta es Lisa Bonnet, a quien conoció entre bastidores en un concierto de New Edition cuando ella ya era conocida como actriz en El show de Bill Cosby. Fue ella quien le pagó las demos de grabación que terminaron por conseguirle un contrato y de ella el cantante dice: “Era como si fuera mi versión femenina”. En 1988 tuvieron a su hija Zoë Kravitz, que también es actriz y de la que su padre afirma que es la persona más real que conoce. Zoe se fue a vivir con él a los 11 años y juntos recorrieron el mundo siguiendo su gira y con profesores que seguían dando clase a la niña. “Creo que esa experiencia y la casa de su madre donde tomó contacto con todo lo artístico, le dieron fuerza y conocimiento. No hay nada de lo que no hablemos entre nosotros, aunque a veces me dice que la llamo demasiado”, explicó en tono socarrón en una entrevista a The New York Times.
Después de su divorcio en 1991, al músico se le han conocido famosas relaciones con la supermodelo Kate Moss, las estrellas del pop Kylie Minogue y Natalie Imbruglia, la cantante Vanessa Paradis, la modelo Adriana Lima o la actriz Nicole Kidman. Pero Lisa Bonet, su hija y el actual marido de su exesposa, el también actor Jason Momoa, forman una familia de amigos de la que el músico se enorgullece. “La gente no puede creer lo unidos que estamos Jason y yo, o lo unido que aún estoy a la madre de mi hija. Obviamente después de la ruptura se necesita trabajo, tiempo, sanación y reflexión... Pero respecto a Jason, literalmente cuando nos conocimos pensamos: 'Oh, si, amo a este tipo”. “Es relajado, está lleno de amor y cuando estoy con él me siento especial”, ha dicho en la misma publicación estadounidense.
El cantante que se mantiene en espléndida forma a los 56 años practica una dieta crudivegana. Intenta comer todo lo que puede crudo y, especialmente en verano, frutas y verduras de su propia granja. También afirma que hay momentos en que retira de su alimentación todo lo que contiene azúcar, incluso la fruta, y come solo verduras, como espinacas salteadas o ensalada de col rizada. “Soy muy cuidadoso con lo que le doy a mi cuerpo y con cómo lo cuido”, ha manifestado en la revista Men’s Health. A su dieta añade ejercicio cinco o seis días a la semana, muchas veces guiado por el preparador físico que le acompaña desde hace años y que ahora le da clases por Zoom. Porque Kravitz, desde que la covid-19 comenzó a extenderse por Europa, abandonó su casa de cuatro pisos del exclusivo distrito 16 de París y se fue a vivir en un remolque en la playa de la isla de Eleuthera, en Bahamas, donde más tarde compró una casa de una sola habitación que comparte con sus perros recogidos de la calle, Leroy y Jojo. “Es bonito darse cuenta de lo que no necesitas”, reflexiona en las entrevistas que está concediendo con motivo de la publicación de sus memorias. "Si tengo que quedarme aquí otros cinco meses o cinco años, estaré bien.
La marihuana que fumaba al ritmo de Bob Marley hasta los 35 años, ya no es una constante en su vida. “Fumaba desde que me despertaba hasta que me dormía. Luego tuve que dejar de fumar, y lo hice”, asegura ahora. Este primer libro con el lanzamiento de su primer álbum, pero Kravitz promete emociones más fuertes: “Este libro es sobre el viaje para encontrar mi voz. El próximo será muy complicado. Todo cambió. Te lanzan a un escenario mundial y todo a lo que tienes acceso te vuelve loco”.
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