El restaurante coreano que nació en la base naval de Gran Canaria

La historia de amor entre un marinero coreano y una trotamundos coreana que se encuentran a los pies del puerto de Las Palmas de Gran Canaria es el motivo de ser tras el que se esconde el restaurante Kim Korean Food, pero también la historia de por qué el único barrio coreano de España se encuentra en la capital de las Islas Canarias. Hace 75 años la guerra de Corea causó estragos. Y como en tantos conflictos, fueron muchos los que emigraron. Era un momento en el que el entendimiento entre España y Corea del Sur era absoluto y, nuestros mares, un aliciente con altísimo potencial pesquero que servía para venir a ganarse la vida. Así es como a partir de 1960, Las Palmas de Gran Canaria comienza a recibir buques coreanos y se transforma en la base de la flota pesquera coreana en el Atlántico y en el epicentro de la cultura y la gastronomía coreana en este lado del mundo. Y es que, en el momento de mayor auge, se superó la cifra de 11.000 personas de nacionalidad coreana en el Archipiélago.

“Mis padres se conocieron en Las Palmas: mi padre, trabajaba en la flota y, mi madre, apareció aquí por casualidad en un viaje para conocer el mundo”, cuenta Yo Hwan Go Kim, el cocinero y propietario de Kim Korean Food —también conocido como Johan— segunda generación de hosteleros coreanos en Gran Canaria. “Cuando llegué a Las Palmas, la flota coreana ya estaba en la isla; la comunidad estaba bien integrada, a pesar de que conocían más la cultura china y la japonesa. Había dos o tres restaurantes y algunas tiendas en donde se vendían productos coreanos”, cuenta Young Soon Kim, madre de Johan. Y es que, como amplía su hijo, “a raíz de la llegada de la flota coreana, surge la necesidad de proveer a la comunidad de restaurantes, tiendas, videoclubs, colegios, karaokes, librerías… así se empieza a crear el primer Little Korea de España”, el primer barrio coreano que surge en el centro de Las Palmas de Gran Canaria. Ese es también el comienzo de la historia de su restaurante, pues es su madre quien queriendo colmar parte de las necesidades coreanas, abre en 1997 Kim’s Pojangmacha, uno de esos primeros restaurantes coreanos en donde, a través de la bebida y la comida, mantienen también el legado de su cultura.

En Corea el término pojangmacha hace alusión a un puesto de cocina callejera, un punto de reunión al salir de trabajar. Su local era eso. “Un pequeño espacio con una barra y tres mesas que abría desde el atardecer hasta bien entrada la madrugada y donde se servían principalmente bebidas y anju —una serie de platillos y guarniciones que se consumen en Corea acompañando el alcohol—. Sopas, tofu con kimchi, mollejas de pollo salteadas con ajo y guindilla o estofado de rape picante, son algunas de las elaboraciones que se ofrecían”, cuenta Go Kim, puesto que su principal público eran los coreanos que vivían en las islas.

Tras la jubilación de su madre, Johan se quedó con el negocio: “decidí cogerle el relevo adaptándolo a los tiempos. Era un momento en el que la flota se estaba marchando, cada vez más venía gente local y teníamos potencial, pero el espacio se nos quedaba pequeño, de manera que tras ocho años cerramos el Kim original y nos trasladamos a la calle Galileo bajo el nombre de Kim Korean Food”, dice el cocinero canario que no ha perdido ni un ápice de sus raíces. “Nací en Las Palmas, pero todos los veranos iba siempre tres meses Corea”, afirma haciendo hincapié en la importancia que para él tuvo la conexión España y Corea: “En casa siempre hemos elaborado cocina coreana, mi madre ha sido mi maestra, pero al haber nacido aquí, el trabajo que hacemos en Kim Korean Food es ofrecer la cocina tradicional con algún que otro guiño a Canarias”.

Así conviven en la carta platos típicos como el bibimbap (un arroz acompañado de vegetales y carne, 13,95 euros), el buchujeon (un panqueque coreano, 12,95 euros) y el japchae (fideos de batata con verduras y carne, 13,95 euros) con elaboraciones fusión como las empanadillas coreanas acompañadas de mojo canario (9,95 euros), las patatas fritas coreanas de batata bañadas en salsa brava y mayonesa de kimchi (8,95 euros), o las puntillas de calamar especiadas al estilo coreano y acompañadas de una mayonesa de tinta de calamar haciendo referencia al arroz negro (9,95 euros). En el mundo líquido también se combinan sus dos raíces: “hemos conseguido traer cervezas coreanas, el vino de arroz tradicional coreano llamado maekgolli, de sabor dulce, lechoso y efervescente (12,95 euros), y diferentes tipos de soju, un licor de arroz que tenemos en su versión original, de uva, manzana o melocotón (12,95 euros)”, concluye Johan mostrando cómo le ha dado la vuelta al concepto de restauración coreana sin perder una pizca de tradición y manteniendo sus raíces orientales y occidentales.