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El racismo de los Conguitos frente al 'Black lives matter'

Una campaña ciudadana vuelve a denunciar el racismo del dulce de chocolate. La marca insiste en el “carácter simpático de la mascota”, mientras otras empresas modifican productos similares.

La fábrica en la que se elaboran los Conguitos
La fábrica en la que se elaboran los ConguitosLACASA

Si hace unos meses era Cola-Cao quien abandonaba ‘la canción del negrito’ para presentar una nueva letra sin ecos de racismo, ahora es el momento de que Conguitos jubile a su muñeco en favor del movimiento #BlackLivesMatter. Así lo exige una petición ciudadana, lanzada a través de la plataforma Change.org en pleno auge, que amonesta directamente a la marca que produce estos dulces de chocolate y cacahuete, Lacasa. La reivindicación, que cuenta con 1.000 firmas en apenas una semana, ha revolucionado las redes sociales, poniendo el foco sobre el nombre y el dibujo, “con un color de piel asociado al chocolate” y “unos labios rojos totalmente desproporcionados”. Ha tenido que morir George Floyd para que nos planteemos que el racismo puede empezar por una bolsa de chocolatinas.

Quien dice chocolatinas, dice helados: aquel anuncio del Negrito (1985), en el que se elogiaba su “meneíto”, no tendría cabida en la televisión del siglo XXI. Tampoco un producto como el flan chino mandarín de los 50, que pese al exotismo de los sobres, lo del color amarillo da que pensar. Volvamos al presente y traspasemos nuestras fronteras: estos días se han sucedido las acciones por parte de las marcas internacionales, conscientes de que hay una comunidad racial muy dolida, cuyas reclamaciones merecen ser atendidas. Nestlé va renombrar el Beso de Negra, un dulce muy popular en Colombia, y PepsiCo ha anunciado que reconvertirá su marca Aunt Jemima, cuyo logo tiene reminiscencias coloniales. Luego volveremos sobre este caso.

Ahora, a lo que íbamos: los congoleños.

Lacasa y la época del Congo

Detrás de Conguitos se encuentra el grupo empresarial Lacasa, que también comercializa marcas como Lacasitos o Mentolín, y cuya actividad es principalmente chocolatera. La compañía fue creada en 1852, en Jaca (Huesca), por el bisabuelo de los actuales propietarios, Antonio Lacasa. Con cuatro fábricas repartidas por la geografía nacional, así como filiales en Portugal y Francia, su facturación anual ronda los 150 millones de euros. Para ser justos, ellos no eligieron el nombre de Conguitos. En 1987, adquirieron la sociedad zaragozana que elaboraba este producto, por entonces ya popular, cuya identidad había sido definida por una agencia publicitaria en 1961. Y así hasta la fecha, como si no hubiera pasado medio siglo.

Aunque desde la compañía insisten en que su imagen representa “un conguito encima de otro”, y así lo remarca la canción de los anuncios, lo cierto es que en los spots más antiguos (que siguen inexplicablemente colgados en el canal de YouTube de la marca) hay lanzas tribales por doquier. En una entrevista para El Periódico de Aragón, Juan Tudela Férez, el ilustrador zaragozano que se encargó de crear el famoso monigote, aseguraba que, hoy en día, “no lo habría dibujado así”, pero que las cosas “hay que juzgarlas en su tiempo”. “Eran años en los que se les daba un toque exótico a algunos productos. En esa época se produjo la independencia del Congo belga y se puso de moda una canción sobre el país”, explicaba.

Anuncio antiguo de Conguitos del canal de YouTube de la marca que los produceVídeo: YOUTUBE

El Comidista se ha puesto en contacto con los responsables de la firma que, lejos de plantearse cambiar su identidad corporativa, insisten en el “carácter simpático de la mascota”. “Desde que Grupo Lacasa adquiriera la marca, ha eliminado las connotaciones iniciales para dotar a la misma de valores positivos, siempre vinculados a atributos de producto, y no de raza humana alguna”, aseguran. A modo de prueba, señalan que los Conguitos de chocolate blanco están representados por una mascota de color blanco. Por ello, no están de acuerdo con los usuarios de Change.org, que exigen “una petición de disculpa pública hacia la población negra, tantas veces estigmatizada” y sugieren “dedicar parte de los beneficios recaudados a organizaciones contra el racismo”.

“La marca atesora un extenso recorrido histórico de 59 años y todos hemos crecido con el ‘Somos los conguitos’. Pero lo que nosotros pensemos como fabricantes no tiene ningún valor frente a lo que los consumidores piensen. Por este motivo, recogemos de forma frecuente y sistemática sus opiniones”, continúan. “De momento, hemos comprobado que para la inmensa mayoría de las personas, los valores que transmite Conguitos siguen estando ligados a la diversión y a la buena energía (…) Si pensáramos que la marca o su representación resultan peyorativas, seríamos los primeros en cambiarla. Sin embargo, sinceramente creemos que la mascota respeta siempre e incondicionalmente a todos, y que es aceptada y estimada de igual modo”, concluyen.

¿Conguitos blancos o conguitos negros albinos?
¿Conguitos blancos o conguitos negros albinos?LACASA

El argumento de Lacasa es que la mayoría de españoles -por lo general, blancos- tiene en alta consideración al muñeco. Opinión que comparten el consejero de Industria, Comercio y Desarrollo de Aragón, Arturo Aliaga o el grupo parlamentario Vox. Entonces, ¿qué pasa con las minorías?

Las voces de los no-blanquitos

Si Conguitos debe dejar de llamarse Conguitos, ¿significa esto que hay que cambiarle el nombre a los ‘morenitos’ de Navidad? ¿Que el azúcar moreno se halla bajo sospecha? ¿Que el blanquet valenciano es un símbolo de pureza aria? Usemos el sentido común: lo negro es negro y lo blanco es blanco. Lo reprobable es la asociación de una raza con unos valores que, por lo general, están basados en tópicos sin fundamento y son producto de la construcción social (no de la realidad biológica). Ni todos los negros bailan con soltura, ni son fieras en la cama. Se explica muy bien en este artículo de Verne, donde además se hace referencia a la hipersexualización, el canibalismo y la animalización que padece esta comunidad, explotada por la industria del café y el chocolate, no solamente durante el pasado colonial, sino también en la publicidad coetánea.

Hablamos con la autora del texto, Lucía Asué Mbomio, popular activista dentro de la comunidad de mujeres afrodescendientes. “El problema de los muñecos adorables de Conguitos es que solo resultan adorables para quienes no son negros. En su momento había un grupo de Facebook que era ‘A mí también me llamaron Conguito en el colegio’, y no era precisamente gracioso”, dice. La periodista no comprende que la marca niegue la humanización de su mascota, “puesto que en ciertos anuncios habla un idioma parecido al africano y todavía tiene la forma de la lanza en la mano”, y recuerda la carga negativa que alberga el propio nombre. “Hace referencia a un Congo pequeño, y en el Congo belga se produjo uno de los grandísimos genocidios de la historia reciente, con trabajos forzados y mutilaciones practicadas sobre seres humanos”, señala.

La caricaturización que exagera los rasgos de las personas negras es chocante en otros países. Solo hay que recordar el hilo de Twitter de 2017, cuando un joven galés escribió: ”Hay un extraño chocolate racista en España llamado 'Pequeños Congoleños”. La polémica no es nueva, y oye, ahí sigue el monigote gigante de la estación de Alicante. “Hemos normalizado cosas que rara vez se han debatido, porque nuestras quejas se han mandado al agujero de la gente con piel fina”, afirma Mbomio. “Y así es como la publicidad se ha convertido en un pilar más, no en el único, que sustenta una imagen de las personas negras asociada al subdesarrollo, la pobreza o el salvajismo. Y no permite que avancemos en esa mirada”, reflexiona.

Se muestra de acuerdo Desirée Bela-Lobedde, comunicadora y afrofemista, quien ha opinado activamente en redes sociales. “Es necesario que Lacasa reconozca que el origen de la identidad de Conguitos es racista”, manifiesta. Para ella, hay un límite infranqueable en la utilización cultural que pueda hacer un determinado producto: “Si se convierte en una fuente de insultos para toda una comunidad, es que resulta ofensivo”. Por ello, no le parece mal la donación económica de parte de los beneficios obtenidos. “Es una forma de tomar conciencia y reparar. Hay empresas que, con la cuestión de la responsabilidad social corporativa, se implican en temas ambientales. Pero cuando se trata de racismo, nadie hace nada, porque nadie se tiene por racista”, especifica.

Preguntamos por su posicionamiento a la presidenta de SOS Racismo en Guipúzcoa, Maitane Arnoso. “Las sociedades que avanzan, y con ellas las empresas privadas que forman parte de ellas, deben tomar medidas de reparación hacia los colectivos que históricamente han venido dañando. Lo que hace unos años estaba 'requetebien', ahora afortunadamente está 'requetemal'. Como en otros contextos, es necesario poner en marcha medidas restaurativas”, indica. Para ella, estas medidas pasarían por “pedir perdón por el daño causado y reconocer que el capital acumulado se ha conseguido sobre la utilización de imágenes racistas”. “En estas cosas, lo importante, además de cómo reparar el pasado, es cómo colocarse hacia el futuro. Pasar de las políticas de gestos (racialwash) a la política de acciones y de compromiso antirracista”, manifiesta.

La nueva versión de la canción del ColaCaoVídeo: YOUTUBE

Cómo plantear el rebranding

¿Pueden las marcas ser racistas por el simple hecho de existir? Tal y como explica este artículo de Puro Marketing, “ha llegado el momento de plantearnos cómo de adherido está a nuestro ADN de forma inconsciente el racismo cultural”. Los estereotipos forman parte de muchos productos, sin que muchas veces podamos detectarlos, porque los vemos de manera continuada, e incluso los integramos en la infancia. Y de repente, estalla el #BlackLivesMattery a los blancos se nos abren los ojos. La periodista Patricia Moreno y la diseñadora África Pitarch se encuentran detrás del proyecto Somos unas Exageradas, desde el que asesoran a las marcas, agencias y medios en materia de diversidad, inclusividad y feminismo. Ni qué decir racismo. “Es el momento de sacar todas esas conversaciones que estaban en segundo plano, el contexto es favorable”, arrancan.

“Aunque hay muchas voces racializadas que están haciendo una gran labor pedagógica, las personas blancas tratamos este tema como si nos fuera ajeno, cuando es una cuestión estructural y endémica”, indican. Puesto que la polémica ha brotado con anterioridad, desde Conguitos ya saben que están hiriendo una sensibilidad. “No estamos en el punto de debatir si es racismo o no es racismo; es racista y punto”, precisan. Y por eso, el planteamiento actual pasa por determinar cómo debe proceder una marca, cuando todo lo que representa, su imaginario al completo, orbita en torno a un símbolo incorrecto. “Hablamos de apropiación cultural, porque no se trata de un producto congoleño que repercuta positivamente en la comunidad, sino de una empresa grande, en manos de una familia blanca, que estigmatiza y trata a los congoleños como mascota”, critican.

Decía Desmond Tutu que, si eres neutral en situaciones de injusticia, ya has elegido el lado del opresor. Y por tanto, ante una crisis de estas características, lo peor que puede hacer una marca es no hacer nada. “El silencio en sí es una manera de posicionarse, dando a entender que no estás sensibilizado con la crítica social. Lo correcto sería admitir que algo se ha venido haciendo mal, para después activar una campaña 360º orientada al análisis y al cambio”, opinan ambas expertas. De hecho, puestos a tomar medidas para relanzar el producto, sugieren apoyarse en las personas de la comunidad afrodescendiente, “que en España existen y están muy presentes”. Y luego, anunciar que los antiguos Conguitos ahora se llaman X. “No les queda excusa para no renovar, más allá de la comodidad y el distanciamiento social”, concluyen Moreno y Pitarch.

Así lo resolvieron otras marcas

Lo prometido es deuda; volvamos al caso de Aunt Jemima. Aquí no solemos desayunar tortitas, pero los americanos y los mexicanos han crecido con la cara de una mujer negra estampada en los siropes y las harinas del desayuno. En 1890, Nancy Green, hija de una familia de esclavos de Kentucky, fue contratada para ser la imagen de la marca, con un atuendo inspirado en las viejas plantaciones americanas. También en el teatro de vodevil, donde los blancos se pintaban la cara de negro para caricaturizarlos. Con el paso de las décadas, el personaje de tía Jemima dejó de ser una mammy colonial para lucir pendientes de perlas, pero da igual. Pepsi, que compró la firma en 2001, la ha jubilado para siempre. Y la sociedad estadounidense ha aplaudido la decisión.

La tía Jemima tiene los días contados
La tía Jemima tiene los días contadosFLICKR

La empresa Mars, propietaria del arroz Uncle Ben’s, se enteró de la noticia y se preparó para la que se le venía encima. Así que hace una semana anunció su intención de “evolucionar en temas de imagen" y fulminó al Tío Ben. Porque a los sirvientes de las plantaciones del Sur se les decía "tíos", no "señores", y eso está verdaderamente feo. El movimiento #BlackLivesMatter tiene cada vez más fuerza, cada vez más voz, y las marcas se doblegan a su poder. No solamente las firmas de alimentación, también el resto -ahí está Colgate-Palmolive, que ha retirado la pasta de dientes Darlie, originalmente conocida como Darkie-, pero aquí estamos a lo que estamos. Nadie tiene la culpa de lo que hiciera su abuelo o su padre, pero oye, quizá sí de no analizarlo y repararlo.

El mundo está cambiando a una gran velocidad y solo aquellas marcas que se adapten al nuevo ecosistema, ambiental, sexual y, por supuesto, racial, lograrán sobrevivir. Lo dice Darwin.

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