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El mensaje en las botellas de vino de Nuria Renom: respeto y coherencia

Esta viticultora que va por libre ha encontrado su lugar en el mundo en el Alt Penedès, en una finca que compró en 2021 junto a su pareja

Botellas de vino de Nuria Renom
Mar Rocabert Maltas

Respeto y coherencia. Son las palabras que más repite Nuria Renom al hablar de su pasión, que la mantiene ocupada de sol a sol: la elaboración de vinos naturales en un bucólico rincón del Alt Penedès (Barcelona). Esta viticultora que va por libre no duda en reconocer que ha encontrado su lugar en el mundo entre viñedos, en una finca rodeada de bosque y con un centenar de olivos. La compró en 2021 junto a su pareja, Arola Tous Galí, y el sueño común es asentarse aquí, rodeándose de amigos, familia y visitantes que compartan el mismo entusiasmo por la sencillez. Su anhelo es que la finca Can Barceló, en el barrio de Les Cantarelles del municipio de Sant Martí Sarroca, llegue a producir íntegramente unas 50.000 botellas de vino al año y, a la vez, se convierta en un pequeño alojamiento de enoturismo. Pero sin pijadas de hotel opulento, matizan. No quieren ningún lujo que importune la paz de este paraje.

La de vino natural es una denominación que ahora está en boca de todos, sobre todo entre la gente joven, pero a Nuria Renom este término no le acaba de convencer, aunque fue de las pioneras en promover la vinificación sin añadidos como sumiller del barcelonés bar Brutal, convertido desde 2013 en un templo de referencia para productores y bebedores. “El gran cambio fue hablar de personas en lugar de bodegas”, opina con una copa en la mano en referencia a este movimiento. Como tampoco ha encontrado una denominación más ajustada, define su manera de hacer vino con esta frase de corrido: “Respeto máximo por el vino, por el viñedo, por la tierra, por el vecino, por la gente que te ayuda y por el cliente”. Con el mismo ímpetu con el que vive remacha: “Al consumidor hay que decirle la verdad. Mi compromiso es mi nombre impreso en las botellas, pongo toda mi vida en ello”.

Empezó a elaborar vino en 2014, con una primera prueba en el Garraf que resultó un poco desastrosa. Pero de ese error aprendió muchas cosas, entre ellas, que no le echaría más sulfitos. A partir de 2015, se alineó con la producción artesana sostenible. Eso significa una base de respeto, con un mínimo de tratamiento ecológico del viñedo y sin añadir levaduras, ni cualquier tipo de aditivo durante el proceso de elaboración del vino, que sigue una fermentación espontánea. Eso no quiere decir que no intervenga durante la transformación controlando la temperatura o tratando la vid de forma preventiva con azufre y, si es necesario, cobre para controlar enfermedades fúngicas. “No podemos hablar de vino de calidad si no hablamos de respeto al viñedo y a la tierra”, defiende con agallas. Afianzó su propia marca hace cuatro años al comprar Can Barceló, una masía protegida como Bien Cultural de Interés Local, que estaba ruinosa. Hay mucho trabajo por hacer, pero lo primero es el vino, el negocio que tiene que cimentar todo lo demás.

Esta es tierra de blancos y espumosos, elaborados con uvas que han crecido en suelos calcáreos, “que dan esta conducción muy salina, eléctrica y buena acidez al vino”, detalla. Rodeada de 150 hectáreas de bosque, la finca cuenta con 16 hectáreas de viñedo, de las cuáles cultivan 10 de variedad parellada, macabeo, chardonnay y tempranillo. Algunas uvas todavía se compran fuera, pero el objetivo es cosecharla toda aquí. Uno de sus vinos más emblemáticos es La Maca Beu (21,70 euros), que elabora desde 2015. Su nombre es un juego de palabras donde se puede leer macabeo en catalán, macabeu, (90%) y una ingeniosa etiqueta con una mosca y un teléfono para referirse al moscatel (10%), que permiten aportar más datos del vino sin caer en irregularidades. Como cuenta el documental La Contra Etiqueta (2023), de Clara Isamat, productores y elaboradores que no forman parte de ninguna denominación de origen ni se acogen a certificados o sellos, no pueden poner algunos datos básicos en sus botellas, como las variedades de uva que contienen ni el municipio donde elaboran si este pertenece a una DO como la del Penedès.

Desde La Maca Beu han creado nuevos vinos, y ahora mismo la empresa, en la que está totalmente implicada Arola, que tiene el 50%, dispone de una veintena de referencias. Todas se elaboran de forma artesanal y siguiendo el método ancestral en el caso de los espumosos, con la segunda fermentación espontánea también en botella. Su distribuidor Joan Valencia, de Cuvee3000, la define como “una fuerza de la naturaleza que traspasa el bien y el mal, con un talento como pocos que viaja por medio mundo”. No es ninguna exageración. Además de ser profesora de sumillería y viticultura, ha trabajado en bodegas de California, Nueva Zelanda y Francia, donde aprendió todo lo que quiere hacer y todo aquello que no va con ella. Una de sus escuelas fue la bodega francesa Dagueneau, de las mejores de sauvignon blanc, apunta, donde estuvo codo con codo con los hijos de Didier Dagueneau. “Allí aprendí a trabajar impecable”, recuerda.

Uno de los vinos que le ha dado más alegrías recientemente es Donna (30 euros), una botella de espumoso con un 100% de uva Chardonnay procedente de un viñedo de 1984. Está situado justo enfrente de la casa y reconoce que cuando llegó no esperaba gran cosa de estas cepas cuarentonas. Así que fue una sorpresa, sobre todo la añada del 2023, por su buen resultado. Se trata de un espumoso prensado directo, de fermentación alcohólica con levaduras autóctonas en barricas de roble Dammy y el final de fermentación en la botella sobre sus lías finas. “Está brutal, es mi fetiche”, dice con énfasis.

Ahora espera el tiempo de la poda, una de las épocas que más le gusta porque significa estar en conexión con el campo. Reconoce que “el frío es duro”, pero esa “sensación de silencio y de estar focalizada en lo que toca, en diseñar la nueva añada” la disfruta mucho. Lo que más le carga es la burocracia, y no deja pasar la oportunidad de lamentar que no está adaptada a pequeños productores, que pierden mucho tiempo y esfuerzo en rellenar formularios. Por suerte, explica, es algo de lo que se encarga Arola, que es arquitecta de profesión y ya ha trazado muchos planos de las posibilidades de Can Barceló. Como productora de referencia del movimiento en Cataluña, que a la vez es la región de España con más presencia de vinos de mínima intervención, Nuria Renom viaja por todo el mundo, participando en conferencias y ferias. Recientemente ha estado en Torino y en Nueva York.

Nadie dijo que montar una bodega fuera fácil y las cosas en Can Barceló Les Cantarelles van despacio, pero avanzan. Mientras esperan liquidar el crédito de la compra de la finca para poder invertir en la construcción del alojamiento rural, Nuria Renom vende unas 18.000 botellas al año. Cuando ya tengan capacidad para cosechar las 16 hectáreas calculan que podrán producir unas 50.000. Una cifra con la que ya se contentan porque no tienen aspiraciones de crecer mucho, sino de mantenerse fieles a su filosofía. La uva se seguirá recogiendo a mano, pero lo ideal sería poder transformarla también en la misma finca, un hito que requiere la rehabilitación de la bodega, ahora ruinosa.

Mas Guineu, una bodega compartida

Por el momento, la elaboración del vino se hace unos kilómetros más abajo, en Mas Guineu (Torrelles de Foix), una masía documentada en 1574, rodeada de 170 hectáreas de viñas que tiene una bodega que comparte con pequeños viticultores. Actualmente hay unos seis proyectos, contando el propio de la casa, y todos vinifican de forma artesanal y natural, sin añadidos químicos. Nuria Renom recaló hace tres años en este espacio que le queda a 45 minutos con su tractor, al que llama Raimunda. Esta bodega fue rehabilitada a principios del 2000 y en ella dispone de diferentes métodos para dejar fermentar el vino: desde depósitos de acero inoxidable de 3.000 litros hasta varias damajuanas y las alforjas de su amigo y vecino Carles Llarch, hechas a mano solo con arcilla extraída de la tierra, despojadas de cualquier injerencia que pueda alterar el proceso de fermentación natural.

Años atrás, las fincas como esta vinificaban toda la uva que recogían, pero la industrialización y la globalización también se llevaron esta arcaica manera de cuidar los campos en el Penedès, una comarca que cuenta con 30.000 hectáreas de viñedos, que mayoritariamente forman parte de la DO Penedès, menos pequeños proyectos como el de Nuria Renom que van por libre. Precisamente, ante los problemas para etiquetar y localizar los vinos que no forman parte de una DO, nació en 2022 el Gremi de Vinyataires Lliures, una organización para defender los intereses de estos artesanos del vino.

A contracorriente, pero con coherencia; sin añadidos, pero con mucho respeto, Nuria Renom se ha convertido en una viticultora de referencia que vende sus elaboraciones sobre todo en Cataluña y España, pero también en Estados Unidos, Dinamarca o Japón. En Copenhagen, no hay bar de vinos naturales que no tengan alguna botella de esta mujer con las ideas claras y un carácter arrollador, que convierte esta manera de elaborar en un camino hacia una vida más alineada con la naturaleza, austera pero placiente. “El vino te toca el corazón y el alma”. No se puede negar su carácter hedonista, aunque rehúsa ponerlo solo en la categoría de bebidas alcohólicas. “El vino es el paisaje de la tierra”, dice orgullosa de su destino. “Sin lugar a dudas hemos encontrado nuestro sitio en el mundo”, cuentan Nuria y Arola. Las dos tuvieron esa corazonada de llegar por primera vez y darse cuenta de haber encontrado lo que estaban buscando. “No quiero hacer otra cosa, aquí lo tengo todo”, concluye Nuria Renom. Después de haber recorrido mundo, su viaje continúa, pero asentada entre estas colinas que resguardan viñedos viejos y nuevos. El pasado y el presente del vino, que en sus manos vuelven a encontrarse.

Especial Gastro de ‘El País Semanal’

Este reportaje forma parte del Especial Gastro elaborado por ‘El País Semanal’ y EL PAÍS Gastro.

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Sobre la firma

Mar Rocabert Maltas
Es periodista de tendencias y cultura en la redacción de Cataluña y se encarga de la edición digital del Quadern. Antes de llegar a EL PAÍS, trabajó en la Agència Catalana de Notícies. Vive en Barcelona y es licenciada en Periodismo por la Universitat Pompeu Fabra.
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