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Hábitats en cuidados intensivos

Primaveras prematuras y cálidas alteran los ritmos vitales de flora y fauna, amenazando una biodiversidad que requiere más protección pública

Imagen de cerezos en flor en Valle del Jerte (Extremadura).
Imagen de cerezos en flor en Valle del Jerte (Extremadura).Eloy Rodriguez (Getty Images)

El informe Fronteras del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (­PNUMA) identifica los cambios fenológicos como uno de los temas que ponen de relieve la necesidad urgente de abordar la triple crisis planetaria del cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad.

Los cambios fenológicos ocurren cuando las especies modifican las etapas de su ciclo natural de vida como respuesta a la alteración de las condiciones ambientales. La preocupación es que las especies que interactúan en un ecosistema no siempre se ajustan a estos ritmos. Es más, estas modificaciones fenológicas se ven perturbadas por el cambio climático, llevando a las plantas y a los animales a una falta de sincronía entre sus ritmos naturales y dando lugar a desequilibrios. Por ejemplo, que las plantas desarrollen las etapas de su ciclo vital más rápido que los herbívoros que se alimentan de ellas.

“Los ritmos fenológicos de los distintos seres vivos se han ido sincronizado durante siglos, pero ahora, y debido al cambio climático, vemos cómo esa sincronía se ha roto y cómo se están produciendo desajustes”, confirma Fernando Valladares, científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y profesor asociado de la Universidad Rey Juan Carlos. “Desde 1980 el calendario natural se está adelantando. Los inicios de la primavera se producen cada vez más pronto y son cada vez más cálidos”, añade Juan José Sanz, investigador científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales, quien resalta que marzo, un mes clave para muchos insectos (como las mariposas), plantas y aves, está siendo cada vez más caluroso, lo que, sin duda, tiene consecuencias en su supervivencia.

Ejemplos visibles de este desequilibrio se pueden ver en el adelanto de la floración de los almendros. “Ante el calor florecen antes, pero luego surgen heladas que terminan por congelar sus flores e interrumpen su ciclo natural, lo que a su vez desajusta a los insectos”, expone Valladares. Pero “si hay especies particularmente vulnerables a los cambios fenológicos, esas son las migrantes”, señala Sanz.

Impactos ya visibles

En todo caso, los expertos advierten de que las consecuencias de los cambios fenológicos estructurales y de largo plazo no se ven de un día para otro. “Los cambios son muy paulatinos. Sí podemos ver cómo determinadas especies sufren de manera individual. Por ejemplo, muchas aves crían antes y luego tienen dificultad para alimentar a sus pollos, bien porque debido a las heladas se quedan congeladas, o bien porque todavía no hay suficientes insectos para darles de comer”, indica el investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Para analizar los efectos a largo plazo resulta esencial el trabajo de las redes de fenología. En España, la de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) es la más longeva al remontarse a los años cuarenta. De ella se han nutrido la asociación SEO BirdLife y sus voluntarios. Pero muchos proyectos surgen y se terminan al cabo de un tiempo por falta de recursos, tal y como ha ocurrido con el programa de la Red Española de Reservas de la Biosfera. Por eso, Blas Molina, ornitólogo de SEO BirdLife y coordinador del programa Aves y Clima, aboga por unificar fuerzas.

Molina afirma que estos cambios fenológicos no son, sin embargo, los únicos responsables del descenso de especies y destaca el impacto de la actividad humana. “Con los cultivos industrializados, por ejemplo, se elimina la vegetación que se considera mala hierba y se está produciendo una disminución de insectos, lo que supone menos alimentos para las aves”. De igual modo avisa sobre los parques eólicos que aumentan la mortalidad de las aves, o sobre las grandes extensiones de paneles solares que eliminan zonas de cultivo y suponen barreras para el hábitat animal. “Los ecosistemas no conocen fronteras y las barreras humanas que se encuentran las distintas especies les suponen un laberinto”, enfatiza Valladares, aunque considera que el auténtico laberinto de España son las leyes y las competencias transferidas, que preocupan tanto como el cambio climático, ya que suponen que las actuaciones sobre el terreno sean muy lentas.

Medidas urgentes

Intervenciones que lidera el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (Miteco). Por una parte, y bajo normativa europea, el departamento está incluyendo un apartado en los planes de gestión de las zonas protegidas por la Red Natura 2000 sobre su adaptación al cambio climático. El apartado incluye un listado de especies y hábitats especialmente vulnerables, y un plan de conectividad con otros espacios protegidos, labor que está desarrollando con el apoyo técnico de la consultora Biología de la Conservación. “Nuestra labor se basa en cómo abordar estas zonas protegidas estáticas cuando las especies tienden a desplazarse”, explica María Pérez, coordinadora de Proyectos de la consultora.

Por otro lado, España se ha comprometido con el objetivo de alcanzar en 2030 una protección y gestión efectiva para el 30% de su superficie terrestre y marina, de manera que se contribuya a salvaguardar la biodiversidad y a desarrollar una adecuada resiliencia ante los impactos del cambio climático. Además, el organismo ministerial también pretende aprobar este año un plan estratégico para los humedales.

En cuanto a la reducción de amenazas, la lucha contra las especies exóticas invasoras “debe seguir en la agenda de esta Dirección General, apoyando cuando sea posible a las comunidades autónomas y a otras administraciones y entidades que puedan ser agentes relevantes en esa lucha”, indican desde el Miteco, aunque Molina denuncia que “no se están tomando las medidas adecuadas, ya que estas aves suelen ser muy bonitas, pero a la larga tendrán un efecto negativo y la Administración tendrá que invertir dinero para controlarlas”. De hecho, afirma que ya están produciendo daños importantes en los cereales y frutos, incluso en los árboles de los parques.

Las respuestas de las especies

Ante el cambio climático, la primera respuesta de las especies consiste en moverse de sitio. “Por ejemplo, las mariposas suben de altitud, ciertas plantas invaden el norte de Europa o las encinas ocupan las zonas de hayas en el norte de la Península”, ejemplifica Juan José Sanz, investigador científico del Museo Nacional de Ciencias Naturales. Otra vía para poder sobrevivir son los cambios fenológicos. “Los animales y las plantas utilizan pistas ambientales: la temperatura, las precipitaciones… y se sincronizan en base a esas pistas; pero si, por ejemplo, la primavera es más temprana y las aves adelantan su fecha de migración y su reproducción, o si llueve mucho y los insectos no pueden polinizar los frutales, se producen desincronizaciones y una cascada de reacciones”, afirma Sanz. Una tercera respuesta se visualiza en los procesos microevolutivos, es decir, cuando las especies cambian sus características morfológicas para lograr perdurar y sobrevivir. Pero cuando no encuentran ninguna alternativa a estos cambios, su última respuesta es la extinción. 

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