Pensamiento crítico, el último dique frente a la mentira
Desarrollar un criterio propio en medio de la actual desinformación y manipulación resulta imprescindible, y clave en la formación de los futuros talentos
Escribió Francis Scott Fitzgerald (1559-1904) que “la prueba de una inteligencia de primer nivel es la capacidad de tener dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo y seguir manteniendo la capacidad de funcionar”. La cita del escritor estadounidense procede de The Crack-Up (El hundimiento). El ensayo, que cumple casi un siglo, es una confesión crítica: relata la sumisión de Fitzgerald al alcoholismo, el desperdicio de su enorme talento, el hundimiento de su existencia. Curiosamente, aquellos días (finales del XIX) Nueva York se elevaba como su milagro dorado. Un in crescendo que la periodista y escritora argentina Leila Guerriero traslada a nuestros días. “En una era donde el ruido de la conversación está a todo volumen y proviene desde todos los ángulos, formarse un criterio propio en medio de la bulla, la desinformación, las contradicciones, la desmemoria, la manipulación de los discursos y los relatos puede ser difícil, pero resulta absolutamente necesario. Tan necesario como revisar y discutir ese criterio propio a menudo para que no se transforme en dogma”, reflexiona.
El sentido crítico comienza en los cambios de clase de los institutos y la algarabía de los chicos. Kiko Martín, profesor de Historia en el colegio Pío XII de Valencia, lleva dos décadas enseñando. “La Historia la relacionamos con temas de actualidad para que los jóvenes aprendan a discernir un discurso populista o demagógico de uno serio en términos políticos, culturales o literarios”, desgrana. En Literatura y Lengua también aprenden con textos de crítica social. La obsoleta idea de memorizar pierde terreno frente a la compresión lectora y la escritura.
El Ministerio de Cultura y Deporte quiere más pensamiento autónomo y menos memoria. Sobre todo en la EBAU (prueba de acceso a la Universidad). Algo que impulsaron hace lustros, por ejemplo, los liceos franceses. En la Universidad de Navarra, el 7% de los créditos totales pasan por los Seminarios de Grandes Clásicos. Grupos pequeños, 25 alumnos, dentro de lo que llaman “Core Currículum” (currículo esencial). Charlas, reflexiones sobre puntos de vista distintos que los alumnos deben defender. “Fomentamos el pensamiento crítico”, apunta José María Torralba, catedrático de Filosofía Moral y Política del centro. “La autonomía de razonar por uno mismo y, también, la trascendencia de valores como la humildad, lo minucioso y, desde luego, la valentía de exponer las ideas propias y no dar nada por seguro. Entramos en un mundo muy complejo y tenemos que construir un ejercicio para distinguir lo verdadero frente a lo falso”. Las normativas cambian. “Una democracia no es tal si faltan votantes con espíritu crítico; las empresas los necesitan para ser creativos, contribuyen a incrementar la productividad y la IA requiere de esa mirada; todas las nuevas compañías lo precisan”, desgrana.
Educar la mirada crítica
Esta es una lectura; otro experto pasa las páginas con una mirada crítica sobre la crítica. “Es cierto que se tiene el presentimiento real de que las universidades han desistido de la educación del pensamiento crítico en su programa académico”, subraya Jesús Pérez Peña, director del Aula Cultural Manuel Alemán de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. El filósofo Günther Anders —recuerda Pérez Peña— ya avisó de que “la historia se juega en una situación del mundo denominada técnica y, por tanto, esta se convierte en la actualidad en el sujeto de la historia”. Esto se traduce en la proyección de la enseñanza basada en adquisición de competencias orientadas a la empleabilidad en el mercado técnico-científico. Pero el pensamiento crítico no puede darse —sintetiza el experto— sin alguna forma de distancia y libertad frente al crecimiento económico y lo que podríamos llamar “capitalismo cognitivo”.
El conocimiento ya no se oculta —como en El nombre de la rosa, de Umberto Eco— en antiguos incunables; los medios digitales compiten con las palabras en papel o pantallas. “Hay que conocer qué está pasando en el mundo en clave audiovisual y lectora. Son leguajes que se complementan”, subraya Enric Prats, profesor de Pedagogía Internacional de la Universitat de Barcelona. Guiar en este camino al espacio crítico corresponde al docente. Pero con una idea. “Solo cuando el joven se pregunta a sí mismo, entonces, le ha calado el mensaje y se abre a lo crítico”, asevera Prats.
En los pupitres de Esade han lanzado Bachelor in Transformational Leadership and Social Impact. Incluye tres horas semanales de Clases de Diálogo Socrático. Desde trascendentales dilemas como qué es la amistad, o la justicia, hasta la responsabilidad social de la IA. Es la primera promoción, matiza Sira Abenoza, profesora del departamento de Política, Sostenibilidad e Innovación, dura cuatro años y aprenden a formular preguntas con valor. Aprender a entender un mundo que hasta a Mafalda le resulta complejo.
Preparados para preguntar
Allá por los años ochenta, en un instituto de Alcobendas (Madrid), José Luis Fernández fue profesor de la actriz Penélope Cruz. “A todos los chicos les enseñaba lo mismo: a razonar por su cuenta”. Transcurrido el tiempo, dirige la cátedra Iberdrola de Ética Económica y Empresarial de la Universidad Pontificia Comillas. Y añade: “Todo pensamiento es crítico. No puedes interactuar con los demás sin preguntar. Por ejemplo, a los profesionales les enseñamos el valor del escepticismo y a razonar sin prisas”. A la vez, todo este entorno de ChatGPT aún está lejos del ser humano. "Cuando lo abren, les inquirimos a los chavales qué les pregunta primero la máquina. ‘¿Qué quieres saber?’, dicen. Solo el hombre está preparado para preguntar”, reconoce. Por eso imparten talleres de debates donde la palabra retorna a la Grecia clásica. ¿Cuál es tu pregunta? Escucha el maestro.
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