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El éxito laboral de las Matemáticas deja en minoría a las mujeres

El creciente ambiente competitivo de la carrera ha ido en paralelo al descenso de la representación femenina en la misma

Extra Formación 12/05/24
David Arky (GettyImages)

Las Matemáticas son el grado de moda. Lo demuestran las notas de corte, que en muchas universidades españolas se sitúan por encima de un 13 sobre 14. El exponente máximo de esta fiebre es el doble grado de Matemáticas y Física de la Universidad Complutense de Madrid, que lleva varios años presentando la nota de acceso más alta de entre todas las carreras universitarias (13,825 en 2023). “El grado de Matemáticas es una carrera muy demandada en la que se gana mucho dinero y con niveles de paro prácticamente de cero. Muchos alumnos tienen trabajo antes incluso de acabar el grado, sin haber hecho todavía el proyecto final”, explica Clara Grima, profesora del Departamento de Matemática Aplicada de la Universidad de Sevilla y presidenta de la comisión de divulgación de la Real Sociedad Matemática Española (RSME).

Curiosamente, el prestigio creciente de la carrera ha ido en paralelo al descenso de la representación femenina en la misma. Según datos del Ministerio de Universidades, desde el curso 1985-1986 hasta el 2003-2004, salvo alguna excepción puntual, las mujeres fueron mayoría en el número de matriculaciones, llegando a alcanzar en el año 1996-1997 un pico máximo de 9.543 inscripciones (por las 8.620 de hombres). A partir de ahí, y tras un descenso brusco del interés en la carrera que dejó las inscripciones en mínimos (6.800 matriculaciones totales en el curso 2007-2008), el grado volvió a resurgir a partir de la década de 2010 con un cambio notorio: los hombres eran mayoría. Y una mayoría más grande en cada curso. Así, si en el curso 96-97 las mujeres representaban el 52,5% del alumnado, en el último curso del que existen datos (22-23) apenas eran el 36,27%: 9.426 hombres por 5.365 mujeres.

¿Qué pasó por el camino?

“Entiendo que las perspectivas laborales de la carrera han cambiado, y eso ha provocado cambios en las elecciones de las chicas y, fundamentalmente, de los chicos. La carrera ha pasado de tener casi exclusivamente salidas en el ámbito de la docencia a tener salidas muy variadas en espacios insospechados hace unos años”, reflexiona Marta Macho, profesora del departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencia y Tecnología de la Universidad del País Vasco y editora del portal web Mujeres con Ciencia, quien considera que muchos chicos que hace unos años se decantaban por estudiar carreras de ingeniería “por ser exitosas”, ahora han virado su mirada hacia los grados de matemáticas “porque saben que van a colocarse bien y su futuro es prometedor”. Sin embargo, sostiene la experta, no pasa lo mismo con las chicas: “Por la manera en la que se educa a unos y otras, las elecciones que hacen mujeres y hombres respecto a sus estudios no se deben a los mismos motivos. Las carreras prestigiosas, que implican altos grados de competitividad, atraen a los chicos y no tanto a las chicas, a las que el éxito laboral no es lo que más les importa en el momento de elegir una carrera”.

Visión que comparte Clara Grima, quien considera que cuando la salida típica del Grado de Matemáticas dejó de ser una profesión de servicio a la comunidad (profesor o profesora), las mujeres dieron un paso atrás. En su opinión, por tanto, la causa no tendría que ver tanto con las notas de corte —”también son altas en carreras como Medicina o Biotecnología y ahí son mayoría las mujeres”— como con una cuestión cultural y biológica que “empuja a las mujeres a la búsqueda de salidas más enfocadas al servicio a la comunidad que al liderazgo o la competitividad”, asegura Grima.

Como reconocen ambas docentes, en la Universidad no se observan diferencias de confianza respecto a su capacidad entre hombres y mujeres, aunque, como matiza Marta Cacho, “a los alumnos varones buenos se les ve enseguida: se muestran, responden, interactúan; mientras que a las buenas alumnas cuesta mucho más detectarlas porque en el aula no participan. El síndrome de la impostora les juega malas pasadas”.

El problema, por tanto, viene de antes. Según datos del estudio Mujeres en STEM: Desde la educación básica hasta la carrera laboral, las niñas a los seis años ya se sienten menos capaces en Matemáticas; con nueve años tienen un 15% menos de probabilidades que los niños de considerar las Matemáticas como su asignatura favorita, y a los 15 años una de cada cinco siente nervios ante problemas matemáticos.

Estos datos, según Marta Macho, reflejan una realidad: mientras que a los chicos, desde casa y desde la escuela, se les anima a atreverse a hacer cualquier cosa, a optar por lo que consideran mejor, aunque sea difícil, a las chicas no se las educa de la misma manera. “Esto al final va calando y provoca una baja autoestima en las mujeres, que terminan por no sentirse capaces de estar a la altura en ciertos ámbitos de conocimiento”, concluye esta docente.

Su opinión la comparte María García Monera, profesora de Matemáticas en el IES Comarcal de Burjassot (Valencia) y miembro de la comisión Mujeres y Matemáticas de la RSME. Por su propia experiencia en el aula con alumnas de 1º y 2º de ESO, afirma, el problema no es tanto cuestión de una asignatura concreta como de la capacidad que tiene una alumna para enfrentarse a los problemas del día a día. “Si una alumna no tiene la suficiente confianza en sí misma, por supuesto que se pondrá nerviosa ante un problema de matemáticas, pero lo mismo le ocurrirá ante un problema de física, de química o ante el miedo a que se olvide la obra de algún autor literario en un examen de castellano”, sostiene la profesora, quien destaca que el objetivo, además de motivar a las alumnas a estudiar una carrera de ciencias, debería pasar por “enseñarles a adquirir la suficiente seguridad en sí mismas para saber que pueden hacer todo aquello que se propongan”.

La docencia pierde puestos

Como señala Clara Grima, el hecho de que las empresas tecnológicas hayan lanzado sus redes sobre los estudiantes de Matemáticas ha provocado que la que era hasta hace unos años la principal salida del grado, la docencia, sea hoy en día una salida casi residual al finalizar los estudios. 
“La realidad, en ese sentido, es que tenemos un problema: ningún graduado de Matemáticas quiere ser profesor de secundaria o de Universidad, así que hoy en día necesitamos más que nunca seguir sacando matemáticos y matemáticas para la docencia. ¡Ser profesor sigue siendo una gran salida!”, reivindica. 

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