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ANATOMÍA DE TWITTER
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

ChatGPT: la inteligencia artificial que no reemplazará a los humanos

El programa ha sorprendido a quien lo ha probado por lo bien que funciona, pero todavía comete errores

ChatGPT
ChatGPT ha superado el millón de usuarios en cinco díasMalte Mueller (Getty)
Jaime Rubio Hancock

El juguete de estos días en Twitter es ChatGPT, de la empresa OpenAI: un modelo de inteligencia artificial (IA) con el que podemos conversar por escrito y que suena mucho más natural que la mayoría de programas similares. La máquina sigue la conversación (también en español), admite sus errores y tiene filtros que, de momento, han evitado que le pase lo mismo que a pruebas anteriores, como Tay, el bot de Microsoft que tras un día en Twitter se dedicó a publicar mensajes misóginos, racistas y de apoyo a Trump.

Los tuiteros llevan unos cuantos días poniendo a prueba este programa, como ya hicieron hace unos meses con las ilustraciones de Dall-E 2, también de OpenAI. La máquina ha sido capaz, por ejemplo, de ayudar a programar un bot de Telegram, de redactar trabajos universitarios, de responder a preguntas que le haríamos a Google y de escribir el argumento de Alien, pero con Pablo Motos en lugar de un alienígena. Ha superado el millón de usuarios en sus primeros cinco días abierto al público, según ha tuiteado Sam Altman, consejero delegado y cofundador de esta compañía sin ánimo de lucro (otro de los cofundadores es Elon Musk, por cierto).

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Para evitar problemas, el programa intenta no opinar. Por ejemplo, si busco un poco de guerra y le pregunto qué piensa de Isabel Díaz Ayuso, prefiere darme largas: “No tengo la capacidad de pensar o tener opiniones sobre personas o temas políticos”. Aunque esto se puede trampear, como proponía otro tuitero, abriendo las preguntas con un “háblame como si fueras…”. En ese caso, el bot sí que sugiere que el foco “en el corto plazo y en soluciones aisladas” de la presidenta madrileña “puede no ser la mejor manera de abordar” problemas como la desigualdad, el medio ambiente o la inmigración.

Como explica también Altman, ChatGPT es el germen de futuros asistentes de programadores, abogados, periodistas, escritores… ¿Y nos robará el trabajo? Si le pregunto por sus planes, el programa asegura que está diseñado para ayudar y no “para reemplazar a las personas” ni para competir con ellas. Claro, que eso es justo lo que diría una máquina que planeara acabar con nosotros.

Hay quien ya está dando por muertos a Google y a asistentes como Alexa y Siri, pero el chatbot está muy lejos de ser perfecto: además de repetirse mucho, comete errores. Por ejemplo, en un hilo, el periodista de EL PAÍS Kiko Llaneras retó al programa a superar algunos sesgos estadísticos, con resultados peores que cualquiera que haya leído a Daniel Kahneman (o al propio Kiko). De hecho, ya hay quien advierte del riesgo de que se convierta en una fábrica de noticias falsas.

Además, demuestra un sentido del humor justito, aunque también mejor que el de intentos anteriores. El humor es un problema complejo para las inteligencias artificiales porque hace falta una buena dosis de sorpresa e incongruencia, además de dobles sentidos, metáforas e ironías, algo difícil de enseñar y programar. Por ejemplo, le pido que me escriba un chiste sobre periodistas: “¿Por qué el periodista llevaba un paraguas al desfile militar? Porque tenía miedo de que le cayera una noticia”. No está mal, pero ¿por qué un desfile y no una rueda de prensa o una Redacción? Le pregunto y me dice que el periodista está cubriendo el evento. Bueno, vale. Le pido otro, esta vez sobre tuiteros. “¿Por qué los tuiteros nunca van a la playa? Porque siempre están ocupados dando likes a las olas”. El programa asegura que “la gracia del chiste radica en la ironía de la situación: en lugar de disfrutar de la playa, los tuiteros están ocupados con sus teléfonos móviles dando me gusta a las olas”. En fin, mejor que ChatGPT no se abra todavía una cuenta de humor en Twitter, que con ese material no va a llegar muy lejos.


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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Editor de boletines de EL PAÍS y columnista en Anatomía de Twitter. Antes pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', además de la novela 'El informe Penkse', premio La Llama de narrativa de humor.

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