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Ríos con diagnóstico grave

En toda la Unión Europea solo el 39,5% de las masas de agua superficiales tiene un estado ecológico aceptable

Manifestación en contra de la contaminación de los ríos celebrada junto al renaturalizado cauce del Manzanares, en Madrid.
Mamen Lucio Maderuelo

Retrocedamos 50 años atrás, a un día de buen tiempo en fin de semana. ¿Quién no lo aprovechaba, alguna vez, para ir a un río con su familia o pandilla, bañador y cesta de pícnic en ristre? Sin embargo, hoy, poca gente se acerca a sus orillas. Hemos pasado de poner a las fuentes de agua dulce (lagos, acuíferos, arroyos, embalses, ríos) en el centro a darles la espalda e, incluso, ir en su contra. “El conflicto no es con el agua ni con la biodiversidad, sino con nosotros mismos. Se no os olvida que algo tan esencial proviene de la naturaleza y que conviene cuidarla para evitar riesgos. Es tan fácil abrir el grifo y saciar la sed, además con calidad en casi todas las zonas, que no vemos más allá”, comenta Rafael Seiz, técnico del Programa Aguas de WWF. “Hay tanta confusión como desconocimiento sobre la vida de los caudales. Ni son meros canales para transportar agua ni esta es una mercancía. Aun así, nos hemos convertido en un país que la exporta en forma de productos agrícolas”, opina en este caso Iñaki Olano, responsable de Conservación de Ecologistas en Acción.

Resulta paradójico que haya sido el segundo decalustro del siglo XX el de más inversiones y mejoras en lo hidráulico. Esas que, precisamente, parecen habernos desconectado de tal realidad física, haciéndonos cada día más vulnerables a sus llamadas de atención. “Mientras todo se polariza y se grita al tratar el tema, los ríos, que no saben hacerlo, se mueren. Estaría muy bien llenar todo de presas si funcionara, pero ¿dónde está el agua que aportan?”, se pregunta Annelies Broekman, investigadora de Agua y Cambio Global en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf), quien considera que el problema es de tal complejidad “que no debemos simplificar narrativas”. Aconseja monitorizar y zonificar bien, hacer una gestión más democrática del recurso y dejar de priorizar la socioeconomía y un modelo agroalimentario e industrial que fomenta la escasez de agua”. ¿Cómo en la zona mediterránea casi se ha triplicado?”, vuelve a interrogar. Ella, integrante de la Fundación Nueva Cultura del Agua, red de académicos y ONG que hacen seguimiento de la directiva marco del agua, está convencida de que “muchos agricultores tienen esa visión multifactorial necesaria, pero sucumben ante tantas presiones”.

Broekman cree que España ha implementado bien parte de lo pautado por Europa, aunque “hay multitud de juicios por incumplimientos, sea al transponerlo a la legislación nacional, o bien al implementar las propias reglas de juego. Una especie de poder y no querer, como ocurre con el régimen de caudales, sin un objetivo real de restauración. En ocasiones, hasta se dejan indicadores fuera, como en Cataluña el de peces. ¿Eso no es falsear?”, indica lanzando una tercera cuestión.

Salud precaria

Y no estamos para hacer trampas. La situación de los ríos españoles “es mala o muy mala, la mayoría castigados desde su nacimiento. Pero, si un caso clínico como el del Manzanares —uno de los más contaminados de la UE para la Universidad de Nueva York— se va pudiendo revertir, es porque hay margen mediante un trabajo deliberado y serio. Ahí está la gran recuperación de muchos en Euskadi”, comenta Olano, a la par que explica los más de 20 proyectos acometidos por Ecologistas en Acción para renaturalizar tramos urbanos. Para Seiz tampoco hay excepciones, “no queda un río sin presa y en todos se ha ocupado el espacio fluvial para urbanizar, apurando hasta la orilla”. Eso sin hablar de su contaminación: plaguicidas, nitratos, fosfatos, amonio, medicamentos, metales pesados, etcétera. Lo cierto es que, identificados los problemas, “de lo planificado no se ha cumplido ni la cuarta parte”, según el técnico de WWF. Eso, a pesar de que Estrategia Nacional de Recuperación de Ríos 2022-2030 señala que el agua de la mitad de los ríos tiene mala salud.

También la UE reconoce, en un informe del mes pasado, que solo el 39,5% de sus masas de agua superficiales tiene un estado ecológico aceptable. Y, por actualidad, este es el dato que no se puede pasar por alto: el 20% de la población mundial vive en zonas inundables por los ríos. En España, las de mayor riesgo son País Vasco y la zona levantina, desde Cataluña hasta Málaga; en este segundo caso, la dana del pasado 29 de octubre lo ha hecho patente especialmente en Valencia. “Y estaba avisado pero lo catastrofista se tiende a obviar. Parece que, al menos, algo ha abierto los ojos, según se ha visto con las precipitaciones de principios de marzo”, comenta Seiz.

“La recuperación de la Albufera pasa por promover una red de infraestructuras verdes, con un enfoque multidimensional y multiescalar, que mejore el funcionamiento de las cuencas afectadas e incremente su capacidad para mitigar los efectos de eventos meteorológicos extremos, maximizar su papel para la adaptación climática y regenere los procesos ecohidrológicos y la conectividad existente entre los diferentes elementos territoriales”, explica María Jesús Rodríguez, directora de Biodiversidad, Bosques y Desertificación del Ministerio para la Transición Ecológica y Reto Demográfico (Miteco).

Sin duda, lo suyo es prevenir. Y mejor antes de que vuelva a llover sobre mojado. Los expertos consultados creen que en España hay tanto autoridades gestoras como herramientas. Por tanto, existe capacidad para devolver a los ríos sus prioridades: agua y espacio.

Canales hidrosociales

Para que el ecosistema fluvial vuelva a sus orígenes “hay que equilibrar cantidad, calidad, usos, hidrología, ecología, etcétera. Conectar a todas las partes implicadas, pero no en aras de la eficiencia, ya que no implica un uso del agua más moderado”, opina Annelies Broekman, investigadora de Agua y Cambio Global en el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (Creaf). Igualmente, Iñaki Olano, responsable de Conservación de Ecologistas en Acción, apunta a que “la ilusión creada de que, si ahorras agua, dispones de más para ampliar el regadío”, nos aparta de las metas contra el cambio climático.
Lo suyo es aceptar dónde está el límite y no olvidar “que un suelo vivo retiene cinco veces más agua. No separemos tanto personas y naturaleza, en este caso ríos. Impactamos tanto al intervenirlos que hay que primar la perspectiva hidrosocial”, subraya Broekman.

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Sobre la firma

Mamen Lucio Maderuelo
Desde la licenciatura (Ciencias de la Información, rama Periodismo, UCM) colaborando en los suplementos y extras del Grupo Prisa. Primero, solo en Cinco Días y más recientemente también en EL PAÍS. Muchos años escribiendo sobre capital riesgo, sanidad, construcción, distribución, educación, energía, medio ambiente y lo que se tercie; soy inquieta.
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