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Plantas que apestan (pero también guardan sorpresas)

Estapelias, dracúnculos o ginkgos... No todo en jardinería es la dulce fragancia de la rosa o el jazmín; en la biodiversidad botánica también hay sitio para las que con su mal olor son protagonistas, aunque a veces muchos deseen que no estén

Plantas
Una mosca descubre la fetidez de una estapelia de flor gigante.Ali Majdfar (Getty Images)
Eduardo Barba

La alquimia de las plantas para generar aromas no conoce límites, y ellas se esmeran para estimular a animales de toda ralea. Estos no tienen más remedio que dejarse llevar por el embrujo que les causan los perfumes florales, y siempre están dispuestos a posarse en la siguiente corola. Pero la fragancia no ha de ser agradable para todo el mundo, porque, para gustos, los olores. Para entender bien aquello de que “todo depende del color del cristal con el que se mira” tan solo habría que pensar en las moscas y en las esencias que llaman su atención, que no son apetecibles para todos los animales. Y a eso juegan también muchos vegetales, que elaboran unas vaharadas que pueden tumbar a bichos incautos, como a los seres humanos, pero atraer poderosamente a otros.

El testimonio de Jaime Tánago condensa bien la sorpresa cuando se huele por primera vez las flores de alguna especie pestilente. Este médico y amante de las plantas de Getxo comparte su experiencia: “Entre todas las plantas suculentas que tengo en el balcón, la mayoría de ellas no posee ningún olor, ni bueno ni malo. Pero, de repente, al salir un día, pensé: ‘¡Qué fuerte huele!’. Además, era un aroma nada agradable, hasta que caí en la cuenta de que coincidía con la floración de una crásula que tengo, Crassula rupestris subsp. marnieriana. No obstante, la planta me parece muy chula y original, así que intento propagarla, a pesar del olor”, cuenta.

Hay flores que hacen de lo hediondo su bandera, como con las archiconocidas raflesia (Rafflesia arnoldi) o con el amorfofalo o aro gigante (Amorphophallus titanum). Quienes las huelen reconocen que su fama nauseabunda está más que justificada. A un nivel más doméstico se puede tener acceso a la muy conocida estapelia u orbea variegada (Orbea variegata). Su flor, que parece hecha con la piel de un lagarto, emite un perfume fétido, difícil de describir, que aúna lo putrefacto con toques rancios. Las moscas adoran este regalo, y se convierten en los animales de cabecera de la estapelia para lograr la ansiada polinización.

La espectacular dragontea despierta las pituitarias incautas con su aroma a carne podrida.
La espectacular dragontea despierta las pituitarias incautas con su aroma a carne podrida.Paul Starosta (Getty Images)

Esta especie sudafricana comparte olores y colores de carne podrida con otras parientes de su familia de las apocináceas. Entre ellas destaca la estapelia de flor gigante (Stapelia gigantea), de grandes pétalos peludos, igual que si se tratara del vientre abierto de algún mamífero: en la mente de una mosca es un lugar perfecto para depositar su puesta de huevos. Estas dos plantas mencionadas son habituales en los centros de jardinería en España, por si alguien se anima a cultivarlas. Pero Orbea y Stapelia no son los únicos géneros dentro de esta familia de plantas suculentas con flores repelentes; así, se podría añadir a Hoodia gordonii, una planta con utilidades insospechadas, por cierto.

Dentro de algunos jardines españoles, públicos y privados, crece el dracúnculo o dragontea (Dracunculus vulgaris), una especie maloliente fascinante. El pintor Vittore Carpaccio incluyó esta fantasía de planta en su obra del León de San Marcos, pero no sería el único de los pintores renacentistas en retratar al dracúnculo, intrigados por sus formas animalescas. En los jardines de Aranjuez despliega su anatomía y su peculiar encanto, como también ocurrió hace unos años en el jardín asturiano de Cruz Tolosa, farmacéutica y aficionada a la jardinería. “La primera vez que floreció no asocié el olor a la planta, y anduve buscando un bicho muerto”, comenta. “Era tan espectacular como hedionda, y tuve que cortarlas, porque no se podía estar en el jardín del mal olor que producían”.

El durillo tiene la peculiaridad de oler de forma desagradable solo cuando se mojan sus hojas y tallos.
El durillo tiene la peculiaridad de oler de forma desagradable solo cuando se mojan sus hojas y tallos.Paul Starosta (Getty Images)

No siempre el aroma de una flor genera un consenso en cuanto a su mal olor. Esto le ocurre al peral de flor (Pyrus calleryana ‘Chanticleer’), un cultivar que ha conquistado las calles y parques de muchas ciudades españolas. Hay personas a las que su aroma no les perturba lo más mínimo, pero hay otras que lo detestan. Tanto es así que incluso protestan por la fragancia que dejan en el aire; eso sí, esas mismas personas quejumbrosas no comentan nada de la peste que sueltan los tubos de escape del tráfico rodado.

Si hasta aquí se ha comentado sobre flores, también las hojas de ciertas plantas alertan a las pituitarias más sensibles, como le ocurrió a María Ordóñez en sus paseos dominicales: “Mi marido y yo solemos pasear por el Paseo del Prado y aledaños los fines de semana. Muchas veces, cuando llegábamos a la altura de las Cuatro Fuentes, a la altura del Museo del Prado, nos venía un olor rancio y desagradable que se clavaba en la nariz. Tardamos mucho tiempo en darnos cuenta de que el responsable de esa pestilencia eran los arbustos que crecen en esa parte, al pie de los plátanos (Platanus x hispanica)”, aclara. El arbusto aludido es el durillo (Viburnum tinus), que tiene una peculiaridad: solamente hiede cuando sus hojas y tallos están mojados, como sucede después de una lluvia o de un riego. Si la planta está seca, no hay mal perfume que temer.

La ruda (Ruta graveolens) es otra especie que provoca desavenencias por la fragancia resinosa y cítrica muy potente de sus hojas. Es una planta emparentada directamente con los naranjos y limoneros, aunque no tenga unos frutos tan voluptuosos. Con la tulbagia (Tulbaghia violacea) también se desatan las alarmas de los más precavidos, porque tiene fama de oler a marihuana, a mofeta o a ajo muy potente, según los gustos y las experiencias olfativas de cada cual. Por esta razón, una vez plantada y catada su esencia, se quita muchas veces del entorno de las casas, ante la queja de los propietarios, lo que sucede sobre todo en los meses más cálidos, cuando sus efluvios azufrados son aún más evidentes. Quizás la solución sea plantarla un poco más alejada de hogares y de calles, porque es evidente que es una especie con maravillosas cualidades, como su floración incansable, su resistencia a prácticamente todo y sus flores comestibles. Eso sí, después de degustar alguna es mejor no arrimarse a nadie para hablarle, por el aliento que deja al que la prueba.

La planta camaleón tiene un olor muy fuerte y especiado que no agrada a todo el mundo.
La planta camaleón tiene un olor muy fuerte y especiado que no agrada a todo el mundo.TorriPhoto (Getty Images)

El festival de hojas con aromas llenos de personalidad podría continuar con la planta camaleón (Houttuynia cordata), una hierba asiática comestible que disfruta con sus raíces en terrenos encharcados. En jardinería se cultiva principalmente su versión variegada, Houttuynia cordata ‘Chameleon’, con una gama cromática muy impactante de tonos verdes, amarillos, crema y rojizos en la misma hoja. Su olor se obtiene cuando se frota su hoja, y es muy potente, con toques a alquitrán, a cítricos y a amoniaco. No se puede negar que tiene mucha personalidad, desde luego. Asimismo, otras hojas que provienen de Asia son las del ailanto o árbol del cielo (Ailanthus altissima), una planta que crece por doquier gracias a su fortaleza y desarrollo extraordinariamente rápido. Como con la hierba camaleón, el aroma aparece al restregar la hoja: a unas personas les resulta desagradable, a otras les recuerda al maíz frito. En Granada recibe el apodo cariñoso —o no— de “pestoso”.

Pero en esta ciudad andaluza saben bien lo que es convivir con un perfume, digamos, peculiar. En su Gran Vía de Colón hay una magnífica alineación de ginkgos (Ginkgo biloba) en ambas aceras. Desde que se plantaron, hace una veintena de años, cada otoño convierten la calle en un maravilloso espectáculo cromático con sus hojas amarillo limón. Ligadas a ellas también traen aparejada otra sorpresa, ya que los ejemplares femeninos de esta especie se llenan con sus semillas carnosas. Despachurradas contra el suelo, por las pisadas de los viandantes o las ruedas de los vehículos, el mal olor inconfundible de esta especie se deja notar por toda la calle. Como se comenta siempre, su tufo proviene del ácido butírico, el mismo que está presente en ciertos quesos, en el vómito o en el olor a pies; toda una exquisitez digna de un gourmet.

La semilla carnosa del ginkgo tiene un aroma idéntico al de ciertos quesos fuertes.
La semilla carnosa del ginkgo tiene un aroma idéntico al de ciertos quesos fuertes.ViewStock (Getty Images/View Stock RF)

El taxista granadino Miguel Ángel Suárez comenta uno de los inconvenientes que provocan estas semillas carnosas del ginkgo: “A veces, cuando los clientes se subían al taxi y habían pisado algún fruto, después de la carrera tenía que parar para limpiar la esterilla, porque dejaba muy mal olor en el coche”. Por este y otros estorbos, el Ayuntamiento de Granada ha decidido varear los ginkgos para retirar todas las semillas de una tacada. En esta campaña de enero, se han recogido hasta 4.000 kilos. Si se pone en una balanza, al final es una pequeña molestia subsanable que se compensa con creces con toda la belleza, la sombra, el oxígeno o la retención de partículas que generan estos árboles.

Aromas, perfumes, esencias botánicas que aguardan para sorprender. No todo ha de ser la fragancia dulce de las rosas y de los jazmines, y en la biodiversidad jardinera queda sitio también para las apestadas.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.
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